001: Su llegada.

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Actualidad.




Llamada telefónica.


—Lu... — se logró escuchar a través de la línea.

—Madie ¿te encuentras bien? — la fuerte música junto a la dificultad en el habla de Madison Bieber, no eran nada bueno.

—Lucy pevensie, ¿cuánto tiempo? —afirmativa pareja, esta borracha.

—No madison, estas borrachas, no en Narnia. Dime donde estas. —solté con mi tono autoritario o un intento de ello, iría por mi amiga hasta el fin del mundo si era necesario, pero no me gustaba con las amistades que salía ni lo que hacia con ellas.

—La respuesta está en tu corazón — aleje el teléfono de mi oreja cuando se escuchó una fuerte carcajada.

—Madison Bieber, si no me dices ahora mismo donde estas, juro te corto todo el cabello oxigenado de tu cabeza y sabes que lo cumpliré.

—No tienes que ser tan agresiva, si yo te amo, sabes que eres como una hermana para mí...— ahora no Madie, ahora no llores. —eres a la única persona en este puto mundo a la que le importo.

—Madie—dije con mi mejor tono de seriedad posible, en otra ocasión quizás la estuviera grabando y subiéndola a Snapchat pero ahora solo quiero que este sana y salva en su casa—¿Dónde estás?

—Estoy en el Blue and Green.

— ¿Black and white? — ¿Qué cómo lo supe? Les encantaba ese lujoso bar a sus amiguitos, claro mientras Madie pagara.

—Es lo mismo.

no te muevas de ahí, ahora mismo llego — le advertí a la rubia, tomando las llaves mi auto.

—Lu....- dijo torpemente antes de que colgara— no me cortes mi cabello por favor. -se soltó a llorar.

"Dios dame fuerza... no olvídalo, somo dame paciencia. Si me das fuerza, la mato."

Colgué para después subir a mi hermoso auto, regalo que me dio la rubia a mis 18, un bmw m m3, amaba este auto. Coloque la llave en el switch de mi bebe y la gire para avanzar. Prácticamente soy su chófer, la recojo siempre que se embriaga hasta perder la noción o la cartera, lo que suceda primero, la he querido sacar de todo eso, pero simplemente regresa a toda esa mierda pretensiosa y en realidad no la culpo. Aunque se piense lo contrario su vida no era para nada fácil.

Solo le pido al cielo que no vomite a mi bebe, esta vez no. Mi rubia esperaba en la entrada del bar, sola. A veces creo que solo somos ella y yo contra el mundo, subió tambaleándose y cerrando torpemente la puerta.

—Esta en servicio de Uber señorita ¿A dónde la llevo? — solté para después salir del aparcamiento improvisado que cree.

—Si fueras Uber, sabrías a donde iría— refuto con el ceño totalmente fruncido.

Rei por su tonta confusión a mi comentario.

—A la casa, Lu—pise el embrague a fondo para después pisar el freno lentamente y regresar a la primera velocidad en un rojo— y me refiero, a la casa.

Restregué mis manos en el volante, ¿en qué momento me empezaron a sudar? ¿por qué demonios quería ir a la casa de su familia?

—¿Por qué Mad?

—Tengo que ir Luci y quiero ir contigo.

Asentí, para prestarle atención a las bocinas de los carros que tenía atrás avisándome el verde del semáforo. Tenía muchas teorías vagando en mi cabeza, no es la primera vez que me pide que la acompañe cuando extraña a sus papas, no podía ni pensar que haría yo sin mi mamá, la piel se erizaba de solo imaginarlo, no creo que sea buena idea ir ahora en su estado, pero si la llevo a su lujoso departamento tomaría un taxi en medio de la noche e iría directo hacia allá.

Baje un poco el volumen de la música, P.I.M.P sonaba en las caras bocinas de agencia, Maddie le subió al máximo después de nuestra pequeña charla, entraba por el camino de piedra a la entrada principal de la casa "Bieber", una casa mediterránea verdaderamente hermosa, aunque demasiado grande solo para Maddie por eso ella opto por rentar un pequeño departamento igual de lujoso, pero mucho mas pequeño para no sentirse tan sola.

Justin vive en Londres desde los dieciocho, consiguió entrar en una prestigiada universidad y no se esperaba menos del mayor de los Bieber, regreso a la ciudad por un tiempo solo para tomar posesión de las empresas de su familia cuando sus Papás murieron y lo dejaron a cargo de todo, de las empresas y de Maddie, en realidad Justin tuvo que madurar a temprana edad, antes era un completo idiota, ahora era un hombre de negocios y uno muy bueno por lo que había escuchado, aunque yo no lo he vuelto a ver desde que tenía 12 y el 17, pero Maddie me cuenta todo, entramos a la misma universidad y se la pasa metida en mi casa, mi Mamá acepto nuestra amistad, pero me advirtió repetidamente que tuviera cuidado de Justin, sé que antes era un completo idiota, como ya lo había dicho, pero dudo que él se vuelva a meter en nuestra amistad. Justin está al pendiente de Maddie lo más que puede, y la consiente de más, creo que el piensa que así Maddie no recordara su vieja vida con sus papas, que equivocado esta.

Tropecé con los primeros escalones gracias a los pies torpes de la rubia que llevo casi encima de mí, abrí la enorme y pesada puerta tratando de sostener a Madison, la deje en el primer sofá que encontré y acomode la falda de mi uniforme, entra a la mejor universidad el estado gracias a que obtuve una beca así pude ayudarle a Mamá con los gastos de mi universidad, para que ya no trabajara por las noches.

Mi tía Kelsey, bueno ella ya es harina de otro costal, con su familia. Ni siquiera llama para saber cómo estamos, poniendo de excusa a su pequeña hija, claro como si fuera muy responsable.

—¿Qué haces aquí? —se escuchó a mi espalda saliendo de mi trance, mi vista estaba clavada en la rubia noqueada enfrente de mí, podrían pasar mil años más, pero seguiría reconociendo su maldita y dura voz ahora aun poco más raposa. —Te hice una pregunta ¿Qué no sabes hablar? — el mismo tono gélido que siempre usaba conmigo. Gire sobre mi eje, sin subir la vista, odiaba esto, pero el me hacía sentir intimidada —¿Qué escondes? — me matara cuando la vea, mi mirada subió por sus caros zapatos italianos a sus pantalones sin ninguna arruga ceñidos a su cuerpo, pase por cada botón de su camisa blanca llegando por fin a sus ojos miel. Siempre me gustaron sus ojos, no eran de un color poco común, pero eran tan cristalinos y con un brillo que parecía bailar. Todo en el era expresivo, sus cejas y su nariz cuando la arruga. Todo en el grita que soy desagradable a su presencia y hasta ahora entendí por qué Maddie se emborracho entre semana, ella ya sabia que vendría, que estaría aquí.

Jalo de mi brazo para abrirse paso enfrente de Maddie, la rubia abrió los ojos desorientada hecho la cabeza hacia delante y vomito en los caros zapatos del castaño.

...sabia que esa mala copa lo haría, ahora si Bieber me matara, gracias a Cole Sprouse no fue en mi carro, cada quien tiene sus Dioses, no me juzguen.


—¿la emborrachaste? — grito rojo de furia contra mí.

—¿Qué? — solté apenas audible—yo solo la traje.

—Aléjate de ella. —vocifero casi en un gruñido volviendo su vista a Maddie. ¿Cómo alguien de 24 años podía ser tan amargado?

Mi Pequeña.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora