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Nos vimos en su casa, tomamos varios vasos de ron y fajamos un ratito. Por supuesto que quiso que hiciéramos el amor. Le pedí que fuéramos más tranquilamente, que había tiempo. Y la verdad, no tenía muchas ganas de hacerlo. Sabia que le iría dando largas. Pero lo que si es cierto es que me gusta mucho estar con el, me encantaban sus manos y su voz cuando cantaba.
Un día me dijo que me fuera de mi casa y que el me recibía. Fue entonces cuando empecé a pensar en mi huida. Era mi oportunidad. Y no, no se trataba de una huida, sino de mi libertad, estar lo más lejos posible de mi dizque familia, que en realidad me tenia encarcelada y aburrida. No sé cuándo empecé a pensé  a soñar con salirme de  allí, pero si que era una idea que estaba todo el tiempo en mi cabeza. Dejar a los peluches grotescos que me tenían arrinconada y sin ganas de hacerle el juego a sus rutinas. En el fondo los odiaba. Los sigo odiándolo. Y no es nada mas que me tratarán como su esclava, sino que sus vidas me parecían patéticas. El señor oscuro con sus robos y su vida gris, incapaz de mostrar una emoción, cansado de vivir, roto por dentro y por fuera, gordo, sucio, podrido. La señora con sus aires de grandeza, sucia, tramposa, llena de joyas falsas con el mal humor a flor de piel, alcohólica, depresiva. Sus "niñas" ociosas, acarameladas, dignas hijas de padres tan acabados , solas, muy solas, sin nadie que las Pelé.
Todo fue bien con el Zorro hasta qué seis días después llego a la casa una tal Lorenza, que dijo ser la pareja de mi su puesta pareja y me jaló de los pelos y llegamos a los insultos  y a las patadas. El Zorro nos separo a gritos y la puso fin a la confusión: la tal Lorenza  si era su novia y yo una arrimada que no había sabido como detener. Ahora resulta que fui yo quien lo obligo a irme con el. Me corrió de su casa, con su sonrisa de imbécil. Se quedo con la colcha que yo había comprado, y con el cobertor, la toalla y las sabanas. Y sobretodo con los planes que tenía para un futuro mejor fuera de mi "familiadisfuncional". Apenas cerré la puerta, alcance a escuchar las amenazas que se lanzaban entre ellos. Lo único que me dio fuerza para salir de allí sin pelear mas fue que los había dejado en un pantano apestoso.
Eran las dos de la tarde de un diez de Septiembre, seis días después de haber cumplido mis quince y medio, y ya estaba en la calle, sin el Zorro, con mucho coraje y sin ganas de regresar a lo que fue mi casa paterna. Solo tenia unos cuantos cambios de ropa en mi mochila, un reloj barato, una diadema que me habia regalado Rebeca y cinco billetes de cien pesos mas unas cuantas monedas. La cabeza me daba vueltas alrededor de una sola pregunta: ¿Qué va a ser de mi?  Con el dinero que tenía podría sobrevivir un rato, un ratito, pero¿Cuánto antes de tener que renunciar a mi huida?.
Me metí en una iglesia que no conocía y me hinque para poner la mente en claro, no para rezar, como supongo que pensaron quienes me vieron al principio tan concentrada. No se porque, después., se me salieron las lágrimas. Entonces se acerco un joven para pedirme que me retirará, que ese no era un lugar para descargar las furias que llevaba adentro. Si tenia mucha furia y si tenia que descargarla, pero ¿Por qué no se puede llorar en una iglesia? Es cierto que no me importaba la religión: lo único que quería era tener u lugar para pensar.
Me fui de allí asustada y sin haber legado a una conclusión acerca de que hacer conmigo. Dude otra vez si volver a mi casa: aunque estuvieran esperándome mi madrastra y hermanastras  con sus caras de muñequitas tristes y babosas y mi padre con su cara dura, la decisión de irme para siempre no tenia que ver con el Zorro, sino conmigo misma. Este no era hogar ni mi mundo ni de mi familia. Ese era el infierno de Mario Arturo, Saldrá, Daiana y Rous , no el mio y lo repito: INFIERNO. No quiero volver, no puedo volver, no hay marcha atrás.

Con Los Ojos Abiertos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora