Parte 3

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*_PARTE 3_*

Eso lo había dejado sin aliento, su propio hijo le había preguntando quién era y qué hacía en su casa. Contamos hasta diez internamente y seguimos observando a nuestro amigo que intenta aguantar las lágrimas y guardar su dolor. Ojalá pudieramos hacer algo al respecto.

-H-Hola pequeño -el castaño susurró, agachándose a la altura del niño pelinegro y quien lo miraba con confusión-. ¿Cómo estás?

-No soy pequeño -el niño replicó casi inmediatamente, sonreímos ante su respuesta, pero Chris no parece muy contento con su respuesta, tomando en cuenta como tuvo que morderse el labio y tratar de respirar de nuevo.

-Bueno, yo tampoco lo soy -nuestro amigo le sonríe a su propio hijo como puede. Observamos cómo el verdadero padre de la criatura está frente a este y aún no lo reconoce. Eso le rompió el corazón a él-. Me llamo Alexander, pero me dicen Alex o Chris, por mi segundo nombre -el mayor le explicó al ojiverde, tratando de hacérselo lo más fácil posible, en caso de que tuviera que hacer lo que no quería hacer por nada ahora, separarse de él.

-Mi nombre es Jonathan -el extraño adulto sonrió aliviado y asintió. Al menos Marcus no le quitó su nombre.

-Lo sé, Jonathan Christopher Collins. ¿Me equivoco? -El chico dijo casi todo su nombre bien. ¿Cómo lo sabía? El niño no tenía idea.

-Mi apellido es Powell -el niño parecía casi incómodo con el chico desconocido en su puerta-; y no tengo idea de quién eres aún o porqué estás aquí así que... -el menor comenzó a cerrar la puerta, tratando de alejar al desconocido de él.

-¡Espera! -el otro aguantó la puerta con la mano, y miró al pelinegro-. M-Me mandó la Señora Rita, me ha dicho que debo quedarme contigo.

-No te conozco, y no sé porqué la Señora Rita haría eso -el ojiverde inquirió, perdido-. Así que debes darme una razón.

-¿Qué? -el castaño estaba atónito.

-Sólo dame una razón, para que te quedes, y estaré bien con eso -el pequeño es inteligente, al menos.

-P-Porque... Quiero conocerte -el chico arqueó una ceja, cruzándose de brazos y exigiendo una mejor explicación al mayor-. Ve, mira, y-yo... También soy hijo de Marcus. Somos medio-hermanos -el pequeño no entendió la cara de dolor del mayor en la última frase, él estaba feliz, ¡tenía un hermano! ¡No estaba solo!-. ¿Me crees? -el menor pensó rápido, con una cara de pókerª y recordó algo que había visto en alguna novela. <<Mariah, yo te amo>> <<Erick, yo no puedo amar.>>

-El que seas mi hermano no significa que yo tenga nada contigo, Alexander -Auch. Preferimos evitar estp durante unos segundos y observamos dentro de la casa, igual que los recuerdos del pequeño Chris. Blanca, grande, acogedora, y solitaria.

-J-Jonathan, yo te amo. Sé que no me crees, porque es la primera vez que me ves, pero, créeme, yo sí te he visto, más que tú a mí.

-Pero yo no sé quién eres, y no te amo.

-Podrías hacerlo, si me dejas entrar, a tu corazón.

-Yo no sé amar -Vale, tal vez al niño le gustaban las novelas que pasaban en el canal mexicano a las tres y media (sí, así es como realmente Jonathan aprendió español fluido), pero era divertido ver la cara del chico, así que continúo. Él era un buen actor. Siempre lo fue, desde que tiene memoria-. Estoy roto, Alexander.

-No digas eso. No lo está-no lo estamos, Jonathan-. No estamos rotos, solo algo torcidos, y podemos aprender a amar de nuev-El mayor se interrumpió a sí mismo cuando vió al niño partirse de la risa. Vale, él sabía jugar-. Jonathan, ¿te gustan las bandas?

-Sí -el menor pareció un poco perdido; en general, eso hubiese llevado una bofetada, pero élle había preguntado si le gustaban las bandas.

-¿Conoces a One Direction y... Eh... Magcon Boys? ¿te gustan? -Esto pareció emocionar al pequeño.

-S-Sí! La Señira Rita me regaló un disco de One Direction, son geniales. Y también de Six Minutes of Summer, ¿o era Seconds? Bueno, no importa; lo que importa es que esos también me gustaron, pero no sé porqué dejaron de sacar canciones.

-¿Y si te digo que puedes conocerlos, y quedarte a vivir con algunos de ellos? Y conmigo, por supuesto.

-Papá dice que es muy... feo -el menor reemplazó la palabra que debía ir, sólo porque la señora Rita había dicho que no debía decir malas palabras, aunque papá las dijera. Él no-, que me gusten esas bandas; así que sólo voy a hacer como si no sé quienes son, per-el chico se interrumpió, mirando a Alexander con una extraña mezcla de sonrisa y tristeza-, tú no digas que yo dije nada de eso. Nadie lo puede saber.

-Está bien, campeón -el mayor sonrió comprensivamente, al parecer él no se molestaba fácil. No como papá-. Será nuestro pequeño secreto, ¿sí? Sólo tú y yo.

-Oh, te olvidas de mí, Alexander.

-¡¿P-Papá?!

Norteamérica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora