1. Único y perfecto

288 20 53
                                    

-Eres precioso -susurro. Me da vergüenza. Me avergüenza que alguien me vea mirándolo, apreciándolo, adorando cada rincón de ese cuerpo esculpido por algún dios de gusto admirable, pero por suerte estoy solo en casa.

Begoña se había ido a trabajar y las niñas al colegio de forma que puedo contemplar mi maravilloso reflejo mientras termino de afeitarme.

Yo sé que soy guapo. Más que eso: sexy, un adonis, el Apolo de la política española. Sé que levantaba pasiones, tanto dentro como fuera del Congreso. Y es que soy perfecto.

Me amo.

Me amo.

Me amo.

Quito con primor y cuidado los restos de espuma de afeitar con mis manos mojadas en agua y me seco con la toalla.

-Te voy a echar de menos -murmuro tocando con la yema de los dedos el espejo e inclinándome, como siempre hago, para depositar un beso casto sobre el reflejo de mis labios.

Salí del baño y mientras me pongo la americana ya me echo de menos por lo que me detengo en el espejo de la entrada para volver a admirarme. "Nunca hubo un candidato que estuviera tan bueno" me recuerdo a mí mismo ese vídeo tan estúpido como acertado de la batalla de rap electoral y me sonrío con picardía.

Llego tarde al trabajo una vez más. Porque una vez más me he entretenido dándome amor propio. Nadie me hace sentir lo que yo mismo me hago sentir. Una corriente eléctrica me recorre toda la columna vertebral y me hace alcanzar el cielo.
Siempre ha sido mi secreto mejor guardado. Estar enamorado de uno mismo no es fácil.

No puedo besarme.

No puedo abrazarme.

Duele. Estar tan cerca y tan lejos de tu amado es lo peor que puede ocurrirle a cualquiera. Suspiro. Al principio, cuando era un chico de 21 años y ya había probado a hombres y mujeres sin llegar a complacerme completamente había llegado a aceptar que era asexual. Pero una noche soñé que yo era yo y otra persona al mismo tiempo. Y lo hacíamos. Fue brutal, apasionado... y no más que un sueño. Ese día me desperté dándome cuenta de mi problema: no soy asexual; estoy enamorado de mí mismo. Y no puedo olvidarme, es imposible. No es tenga que olvidar a alguien que veo cada día, es que tengo que olvidar a alguien que conozco tanto fuera como dentro y sé que es... único y perfecto. Y es que llevo 23 años enamorado de mí mismo.

Lo he intentando por todos los medios: me he casado, he tenido hijas, romances aislados... Pero nada.

Salgo de casa y cierro la puerta.

Quiero a Begoña, de la forma en que se quiere a una amiga. Y amo a mis hijas, ellas son parte de mí y llevan en su interior mis maravillosos genes que harán del mundo un lugar mejor cuando tengan hijos guapos y sexys como su abuelo. Le hice un favor a la humanidad, me convenzo cada día cuando me siento culpable por estar con Begoña sin amarla. Sé que ella me ama. Imposible no hacerlo.

Paseo por la calle en dirección al coche.

Recuerdo la noche anterior.

Había estado en la cama con Begoña y casi se me había escapado mi propio nombre. Casi.

Abro la puerta del coche y me acomodo en el asiento. Al ver el espejo retrovisor se me forma una sonrisa enorme en la cara y me paro a contemplarme en este un momento más. Un momento mas antes de irme a trabajar.

Siempre llego tarde a los plenos y Antonio me riñe. Antonio es mi mejor amigo y alguna vez me he visto tentado a contarle mi secreto pero me da miedo que me abandone como hizo Susana.

Yo había querido mucho a Susana. Tanto que le revelé mi secreto, el que nunca antes había contado.
Me llamó loco, enfermo y egocéntrico. Me dijo que debería ir al psicólogo y que nadie como yo podía ser el líder de un partido político.

Eso me mató por dentro. No estoy loco, no estoy enfermo. Estoy enamorado. ¿Es eso un delito? ¿Le importa a alguien en quién pienso antes de dormir? ¿Le importa a mis votantes si amo a mi esposa o no? Desde entonces intenta arrebatarme el puesto pero no puedo dejarla porque, después de mí mismo, lo que más me importa es el futuro de mi partido. Y Susana destrozaría lo poco que le queda de social y obrero al PSOE. Yo poco puedo hacer, pero lo intento. Todos los días intento convencer a los jefes (a los jefes reales; yo no soy más que una cara bonita). Pablo Iglesias tenía toda la razón el día del debate 7D: no soy más que un figurante, una marioneta que no puede actuar a conciencia porque está atado de pies y manos. Yo quiero pactar con Podemos. Soy un buen socialista. Pero no me dejan demostrarlo. Así que me mantengo frío y distante con todo lo que pueda parecer ligeramente rojo, que no sea el color de mi partido. En el momento en que cambie algo me expulsan del partido. Y no puedo ver a la persona que más quiero en el mundo en la calle.

Suspiro una última vez antes de entrar en el hemiciclo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 04, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Querido YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora