Recogió rápidamente los todos los platos sobre las mesas para poder terminar su turno pronto. El aroma a café inundaba el lugar, era bastante delicioso, pero a el ya le aburría, mejor dicho ya no lo sentía por las horas de trabajo en aquella cafetería a diario, solo saboreaba la diferencia apenas su nariz se despejaba con el frío aire del exterior camino a casa. Migas de pan, pequeños trozos de pastel desechados, vegetales discriminados, vasos con resto de jugo y café, crema alborotada y, por ultimo, una galleta solitaria en un gran plato, sin ser picada, redonda, limpia, olvidada. Se alarmó un poco en cuanto subió el plato a la bandeja, el cual emitió un pequeño chirrido al ser puesto encima de otros objetos de loza. Eso no solía ocurrir, aquellas galletas eran consideradas como las galletas más deliciosas de la ciudad como para dejarlas y, a la vez, bastante caras. Movió su cabeza para volver a concentrarse en lo que hacía y se fue hacia la cocina para poder lavar todo lo que había recogido.
Al día siguiente ocurrió lo mismo, una galleta olvidada en la misma mesa que el día anterior. La llevó rápido a su bandeja y se dirigió a la cocina, realmente no le importaba y ya se le hacía tarde. Faltaban veinte minutos para las ocho de la tarde, se iría a juntar con sus amigos, sobretodo con Carla, con la cuál llevaba el ritmo de interesantes conversaciones desde hace unos días, por lo tanto, no podía seguir perdiendo el tiempo en observar aquella galleta, pero no podía negar que tenía curiosidad por saber la historia de tal alimento olvidado.Así pasó una semana recogiendo galletas y no pudo evitar que la curiosidad entrara a su cuerpo. Dio un largo suspiro y decidió fijarse en quién era la persona la cual desperdiciaba esa basta cantidad de comida a diario, y así fue. Al otro día dejó de lado los platos que lavaba para poder ver desde el mostrador a aquella persona que tanta curiosidad le causaba. Era un chico, un chico de mejillas rosadas, notoria nariz y bellos ojos. Llevaba un suéter sin gorro y ni bolsillos, era rosa pálido y las mangas quedaban perfectas al inicio de sus muñecas. "Debe estar cuidándose, niño presumido" pensó Valentín al ver que comía tan delicadamente. Lo quedó mirando unos segundos y volvió a sus quehaceres.
Otra semana más recogiendo galletas y Valentín no aguantó. Le pidió un cambio de turno a su amigo Dante en caja, para poder saber el nombre de ese chico misterioso. Preparó el plato con las seis galletas y esperó pacientemente a que el chico de mejillas rosadas llegara, pero eso nunca ocurrió. Atendió a muchos clientes, pero él no fue ese día. Se sintió un tonto y decidió comerse el plato de galletas que había preparado, no pensaba botarlo.
Al día siguiente se dijo que no iba a poner atención, pero no se hizo caso. Apenas el reloj dió la hora en la que habitualmente el chico visitaba el local, él dejó lo que hacia para mirar por el mostrador, verlo y preguntarse ¿Por qué comía tan sólo y dejaba galletas? Esa exacta pregunta rodeaba su cabeza a diario y no podía evitarlo.
Luego de tres días, volvió a pedirle a Dante un cambio y esta vez si funcionó. Su nombre era Erza. Lo anotó en la boleta con una enorme sonrisa en el rostro, por fin sabía algo sobre su acosado, aunque sonara mal, estaba conciente de lo que estaba haciendo. Le entregó su cambio y luego, Piero - su compañero de trabajo - le entregó el pedido. Notó una pequeña sonrisa de parte de Ezra y su estómago ardió por algo que reconoció como celos y preocupación. Al terminar la hora, acorraló a Piero para preguntarle sí es que conocía al chico al que apodo como "come-galletas", pero este le respondió que no, que lo único que sabía era que compraba galletas a diario y que él siempre se las entregaba.
Esa noche, ya en su casa, buscó por las redes sociales a Ezra, pero no tuvo suerte. Se sintió un poco al respecto, aquello se estaba llendo de sus manos, pero necesitaba hacer algo para calmar la molestía en su cabeza. Solo, solo un poco de información. Encontró sólo una fotografía en la cual salía con una chica, pero él no estaba etiquetado. Dejó su móvil a un lado, luego de descargar la fotografía y cortarla, y se durmió.
Dos días más y no aguantó. Había estado observando la fotografía más de el normal las dos últimas noches, deseaba poder hablarle, saber de él, qué hacia, si estudiaba, su edad, todo. Dejó de lado sus quehaceres y se acercó a la mesa donde el chico comía.
"¡Hey, tu!" dijo firmemente para llamar su atención. JungKook volteó y le regaló una tierna sonrisa. "¿Por qué siempre dejas una galleta?" Algo tonto a decir, pero la emoción del momento le colapsó y aquello fue lo primero que salió de sus labios.
Ezra rió y miró su plato en el que quedaba exactamente una sola galleta. "Suelo ser distraído y olvido lo que como" respondió muy tranquilo para la situación. Al terminar de decir la frase se levantó de su asiento "Hoy la dejaré porque ya estoy satisfecho" agregó, para luego correr el plato hacia un lado y caminar hacia la salida.
Valentín sintió algo romperse dentro, exactamente la ilusión de que Ezra supiera quien era él, tal cual una linda historia de amor, pero no. Posiblemente era la primera vez que Ezra lo veía, quizás hasta lo asustó.
No sabía nada sobre él, pero lo quería. Se había obsesionado con su misterio, pero enamorado de su soledad. Miró la galleta y luego a él, ya casi dando la vuelta a la esquina, con el temor de que quizás no volviera.
¿Qué hacer?
"¡Hey, espera!"
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galletas
RomanceValentín tenía una visión muy sobria y aburrida sobre la vida, superflua, hasta que conoce a Ezra quien sufre una enfermedad particular y tiene poco conocimiento o nulo de la vida como él la conoce. No puede evitar obsesionarse un poco con él y segu...