Aleksi
En cuanto la vi sonreírle a Moretti quise mandar al diablo mis negocios y mantenerla como prisionera en mi cama. No me gustaba que le ofreciera sus sonrisas a otro hombre. Ese beneficio era solo mío. Maldita sea. La mujer me tenía embrujado. Negocios y placer nunca habían sido una buena combinación. Definitivamente fue una mala idea traerla. Quería demostrar al mundo mi reclamo sobre ella, pero mi lado tóxico odiaba que otros admiraran a mi pequeño secreto. No quería compartirla con nadie.
—Es difícil encontrar una belleza tan pura y natural como la de ella—murmuró Matteo—. Mi propuesta de tener un retrato de su rostro sigue en pie. Conozco a los mejores artistas que podrán hacerlo realidad.
El calor de la ira burbujeaba en mis venas. Los celos eran tan agudos que los sentí como una flecha atravesando mi pecho. Yo no era bueno disimulando. Matteo lo notó ya que soltó una carcajada y me palmeó la espalda.
—Relájate. Estoy bromeando —Se rió y dio un sorbo a su whisky—. Pensé que la heredera Petrova era tuya.
Un camarero me sirvió una copa que rechacé. Este no era mi territorio. No me arriesgaría a morir envenenado.
—Los desacuerdos en los negocios son muy comunes—contesté.
—Oh. Eso lo sé más que nadie, sin embargo, no puedo culparte por terminar una gran alianza con Lev Petrov—Su sonrisa era leve—. Ella definitivamente lo vale.
Soportar a Fredrek hablando de mi mujer era tolerable, pero con Matteo estaba a punto de perder la cabeza. Cuando decidí traer a Bella a este viaje no tenía intenciones de que mis negocios se desviaran a ella. Ahora otro de mis potenciales asociados suspiraba por sus tetas y me volvía loco. Lo mataría antes de cerrar el trato.
—Ha sido una gran inspiración para mi próxima fórmula. La mercancía que probaste no es nada a comparación de las propuestas que tengo en mente. Esta demanda una alta dosis de adicción.
Los ojos oscuros de Matteo brillaron.
—He corroborado por mí mismo que ofreces un producto de calidad, Aleksi. Estoy seguro de que lograremos mucho más juntos.
—Mis negocios no tienen lugar para ningún error—afirmé—. Me puse en contacto contigo porque buscas lo mismo que yo. Algo único que el mercado no pueda rechazar. Mi prioridad es la clase alta. Aquellos que están dispuestos a pagar miles de dólares por una pequeña dosis.
—Cuentas con los recursos suficientes para hacerlo posible—Estrechó su mano y la sacudí—. Su distribución en Roma será un éxito.
Y solo así, sabía que el trato estaba hecho. La competencia en Europa era dura, pero confiaba en mis productos y eficacia. Mi reinado prometía el monopolio total en varios continentes y apenas estaba comenzando.
Cuando Matteo regresó con su compañía, busqué a Bella en la sala y la encontré engullendo panecillos de avena y bebiendo champagne. Ignoraba las miradas indiscretas y solo disfrutaba. Viktor la escuchaba parlotear con fastidio. Ella no encajaba allí. Quería esconderla de nuevo dónde nadie más que yo disfrutaría de su luz.
—Es una de mis películas favoritas—La escuché decir mientras me acercaba—. Grandes actuaciones y escenas emotivas. El único defecto es el final. ¡Me duele mucho cuando los perritos mueren en las películas! ¡Es tan injusto!
—Es más injusto escucharte decir estupideces—Le arrebaté la copa y lo dejé sobre la mesa—. Hora de irnos.
Bella masticó más rápido los panecillos e hizo un mohín. Viktor se pellizcó el puente de la nariz, luciendo aliviado con mi presencia. El hombre prefería exponerse a otro tiroteo antes que lidiar con una chica borracha.

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Cautivos [En Librerías]
General FictionEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679