Solo veo oscuridad, un mar de silencio y desesperanza. Que sentimiento más desolador. Ríos de lágrimas corren por mi rostro, sin mi consentimiento, y las convulsiones llenan el lugar. "¿Por qué?" Me pregunto. "¿Cuál es la razón para que el mundo sea así de cruel?" Esta calma tan terrorífica me desgarra el interior. Sólo yo estoy aquí. Desconozco el significado de la alegría, o de algún otro sentimiento positivo. "¿Cómo se sentirán?". Medito. "¿Seria capaz de sonreír si los obtuviera?" Oh, que sueño más lejano.
La necesidad me consume, queriendo sentir otro calor corporal que me rodee protectora mente. "¿Tan egoísta he sido en mis vidas anteriores, para que ahora me condenen en este espacio sin principio ni fin?"
Me abrazo a mi misma, con necesidad de sentirme, de asegurarme de mi existencia, de que no soy un simple espejismo y mi sufrimiento, en la realidad no existe.
Ah, que mala suerte la mía, en verdad estoy aquí.
Cierro y abro los ojos repetidamente, sin notar diferencia alguna, pero al sellarlos nuevamente, como tantas veces antes había hecho, me doy cuenta de algo. Otro sentimiento.
Escondido en el fondo de mi alma, entre las bruma, hay una luz. Es extraño, es cálida, y de alguna manera, me reconforta. Y ahí lo entiendo. Miro al frente, me seco las lagrimas, y me dirijo hacia allí. Una puerta aparece, de tantos colores como estrellas hay en el cielo, pero solo uno capta mi atención. Empujo con el manillar, y por primera vez en esta existencia, sonrío. Bendito color el blanco, como el polvo de diamante, que es el tono que en estos instantes decora el interior de mi alma. El color de la esperanza.
