Capítulo 4

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AÑO 668 D.C

Con el tiempo se había hecho bueno y dominaba su nave como una extensión de su cuerpo. Los que lo conocieron cuando apareció de la nada no daban crédito a lo que se había convertido Ethan.

Era algo parecido a una máquina.

No hacía preguntas y no solía responderlas.

Asentía y nunca decía que no.

No pensaba, actuaba y obedecía.

Era un autómata. Alguien obligado a luchar contra los suyos, contra los que habitaban su planeta natal. Obligado a luchar por algo que él no entendía ni quería entender.

Ya no se preguntaba cómo había llegado hasta allí. No merecía la pena buscar un porqué.

Era un viajero del tiempo perdido en un tiempo que no era el suyo...

Pero tampoco había tiempo para lamentarse.

Ahora solo tenía tiempo para luchar.

Pero luchar sonaba sencillo. Matar no lo era, o por lo menos, al principio no lo había sido.

Sus manos temblaron con su primer disparo y los mil siguientes. Cada detonación, cada explosión... todas ellas rompieron algo dentro de él hasta dejarlo vacío.

Ahora matar era una palabra que se había adherido a su vocabulario. Y consigo, la indiferencia.

Ya no tenía dudas cuando apretaba el gatillo.

-No hay por qué tenerlas.-pensaba.

Era él o el piloto de la nave enemiga que acababa de explotar en mil pedazos.

AÑO 669 D.C (el presente)

La Tierra, debilitada tras varios siglos de lucha y batallas perdidas, estaba decidida a no perder su última posesión en el espacio.

Y de esta forma, en el año 669 D.C, La Tierra jugó su última carta.

Si no puedes conseguir lo que quieres no dejes que otro lo tenga.

La forma en la que La Tierra llevó a cabo tales palabras podía simplificarse en cuatro: La bomba de hidrógeno.

No importaba las vidas que se perdieran en el campo, los mecánicos, los asistentes, los civiles o los pilotos que arriesgaban su vida cada vez que subían a sus mono-plazas.

No. La Tierra no tuvo en cuenta las vidas que allí se perderían.

Porque los que dieron la orden de fuego estaban sentados tras su escritorio, ajenos a la muerte y al dolor.

Solo pensaban en el poder. En sus posesiones.

¿Qué iba a importarles que un prodigio de la ciencia, un viajero del tiempo, desapareciera allí por su culpa?

Para ellos Ethan era el enemigo. Alguien innecesario.

Ethan no era importante. Sus vidas no eran importantes.

La codicia sí lo era. El poder lo era.

"Por eso no quería luchar".-aseguró Ethan mirando La Tierra."Luchar por una causa perdida, para gente perdida, es como aceptar que tú mismo estás perdido."

Su viaje en el tiempo acababa allí. La inminente réplica de la bomba así lo afirmaba.

El todo en el que se había convertido el espacio pronto volvería a ser la nada.

Él no podía escapar, y mucho menos huír a ningún lado.

Pero el reloj seguría girando.

Por mucho que intentasen retenerlo o atrasarlo.

El tiempo seguiría su curso impasible, hasta que alguien puediese decir en un futuro muy lejano, en un futuro improvable las siguientes palabras:

"Y finalmente, el ser humano conquistó el espacio... unido."

El viajero del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora