Cuento 3

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Él solo miraba como jugaban a la pelota, él amaba jugar a la pelota pero solo los veía. Por más que se alejara no sabía si estaba lo suficientemente lejos como para no molestarlos, para no estorbarles. Solo lleva aquí 1 año, él sentía que no debía interferir, que no era quien para molestarlos. Mirándolos se estaba bien, contemplando como jugaban era suficiente, el celebraba cuando ganaban unos, y se entristecía por los otros, hasta la vuelta a la sala, porque ahí él debía esconder quien era, no debía mostrar sus miedos ni alegrías, pero por Dios, como los quería, solo un año y los quería, pero él no molestaría.
Al segundo recreo se equivocó, bajo al mismo tiempo que ellos y no 3 minutos después como siempre hacia. Quería alejarse antes de que lo notaran, debía alejarse, debía...

-¿Quieres jugar con nosotros?
Cuando le repitieron la pregunta y se aseguró de que se la hacían a él, no creo que sean capaces de distinguir o imaginar la pureza y felicidad de la lágrima que rodó por su mejilla. Once años de soledad fueron arrancados de raíz por esa simple gota, y vislumbré un universo crearse cuando escuché una respuesta de uno de sus compañeros
-No preguntes tonteras, pásale la pelota rápido y a jugar todos, que se nos acaba la vida.

23 de Septiembre de 2015


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