Llegó a impartir su clase de filosofía a media mañana, se pasó la noche en vela pensando y analizando una y otra vez aquella nota: ¿En qué momento había mandado ese mensaje? Sin duda un descuido muy grande de su parte. Ahora bien, había dejado pasar varias horas y Melissa ya habría podido comentarle a alguna amiga, tenía que llegar a ellas antes y matarlas. Deshacerse de las jóvenes implicaba todo un problema, llamaría la atención y se levantarían sospechas de porqué un grupo de amigas había desaparecido. Estaba completamente ido y tenía que cambiar ese semblante con rapidez. Todo por lo que había trabajado en ese tiempo podría verse afectado con tan solo una mirada sospechosa o demasiada obvia de su parte; si observaba muy insistente a aquella muchacha rubia, ella caería a la cuenta de que el mensaje era cierto y no se podía permitir eso, estaba en una encrucijada.
La chica se pasó casi toda la clase jugando con su melena rubia, se le notaba nerviosa, lanzaba cortas miradas a su profesor y bajaba la vista hacia su celular.
Conforme más minutos transcurrían, más nervioso se ponía. ¿Se habría dado cuenta ya? No sabía qué hacer. Jamás había imaginado una situación como aquella. La clase se volvió lenta, cada segundo que pasaba sentía como si le presionaran en la espalda con un peso gigantesco, tenía que matarla cuanto antes, pero, ¿cómo?
–Melissa, ¿has sabido algo de Alice? –le preguntó una de sus amigas.
La rubia simplemente se quedó dubitativa durante varios segundos, debatiéndose entre contarles o no.
–No –contestó absorta–, no podía decírselos, estaba a solo unos metros del presunto asesino.
–Quizá la pasó muy bien anoche –comentó otra con una sonrisa de oreja a oreja, las demás hicieron lo propio ante tal comentario y comenzaron a plantearse ideas sobre quien habría sido el chico con el que su amiga se había acostado la noche anterior. Para el final de la clase tenían una gran lista de todos los posibles jóvenes.
Él escuchó toda la conversación con mucha atención y cayó a la cuenta de que por el momento sólo lo sabía Melissa. Bien, aún podría matarla sin necesidad de atraer las miradas sospechosas.
–Iremos a beber algo, después de clase. ¿Vienes? –preguntó una muchacha también rubia a su distraída compañera.
–No –contestó con dulzura –Iré a casa de Alice.
«Perfecto», pensó, ahora sólo debía encargarse de los detalles finales. Podría llegar a casa de Alice antes y esperarla para matarla, pero inmediatamente negó. ¿Y si iba antes con la policía? Aquello era arriesgado, así que, solo se limitaría a seguirla.
Después de la clase las amigas se fueron con un grupo de muchachos y Melissa salió en dirección de casa de Alice. No sabía con exactitud qué era lo que quería al ir a su casa, solo sintió que sería el primer lugar en donde investigar. Que su amiga hubiese faltado a clases le hizo pensar que tal vez el mensaje era cierto y eso la asustó.
Llegó en treinta minutos y tocó la puerta de madera de su amiga, Alice vivía sola y anhelaba que abriera la puerta con esa radiante sonrisa y celebrara porque todo hubiera sido una de sus bromas de mal gusto. Esperó y nadie respondió. Se comenzó a impacientar y luchó con todas sus fuerzas para no pensar en lo peor. Y si estaba muerta, ¿qué haría? Enseguida negó con la cabeza, sacando esos pensamientos, «Ella está bien», se repitió una y otra vez, pero la puerta seguía sin abrirse. Su paciencia se agotó y rebuscó entre las plantas de la entrada la llave de su casa. Cuando la encontró, la metió por la rendija y suspiró intentando calmar sus palpitaciones. Se sentía en una verdadera película de terror, justo en los momentos típicos en los que la protagonista entra y el público grita «¡No entres ahí!». Y se arrepintió, no debió de haber entrado.
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Mi anhelada muerte
Mystery / ThrillerRelato corto y autoconclusivo. Un asesinato, un hombre. ¿Hasta qué punto puede llegar a confundirse lo real con nuestra mente? ¿Hasta qué punto él llegará para saciarla a ella? El amor es locura, y su locura por ella lo llevo hasta el límite. Hasta...