Sentía como el frio se colaba entre mis huesos a cada paso que daba dentro del edificio. Las paredes blancas del interminable pasillo aturdían un poco mis sentidos. Al doblar a la izquierda del pasillo dimos con un pequeño mostrador de tope de mármol. Un florero de pequeñas flores azules artificiales y un listado de visitas a su mano derecha descansaban sobre él. Mamá me mira y me regala una pequeña sonrisa para tranquilizar mis nervios, lo cuál logra. Se acerca al listado de visitas y en el escribe nuestros nombres. Luego dirige la mirada a la mujer de mediana edad, pelo corto color castaño, tez blanca y ojos azul opaco que viste de enfermera. La señora se percata de nuestra presencia y se acomoda los pequeños anteojos color oro en su lugar para observarnos mejor.–Buenas tardes señorita, ¿A qué se debe su visita? –Nos contesta amablemente la enfermera mirándonos a cada una. Al menos no es de estas típicas viejas amargadas que te tratan como alguien insignificante y que viene a arruinarles su día laboral. Pienso yo, para mis adentros mientras la observo atenta.
– Muy buenas tardes, venimos a ver un paciente recientemente recluido. –Mamá le contesta a la enfermera en el mismo tono en que nos recibió, mientras mantiene sus brazos recargados en el mostrador. Noto un atisbo de dolor en sus palabras. Sé que ella no deseaba esto, como yo tampoco.
– ¿Puede decirme el nombre del paciente por favor? –Pregunta la enfermera mientras le dedica una mirada rápida a mamá para luego perderse en su computador. Mamá se toma unos minutos antes de responder.
–Sí, su nombre es Lucian...Lucian Lupei. –Le contesta a la enfermera mamá en un susurro bajo. Me atrevo a levantar mi mirada y veo en su rostro aflicción.
Ella se percata de mi mirada, y sus ojos se encuentran con los míos. Su mirada irradia dolor. Ya no veo ese toque de felicidad que solo ella puede brindarme. Desearía ver esa alegría en sus bellos ojos. Esa mirada de "Todo está bien Rudi, se feliz o si no, yo me encargare de que lo estés." Ella suele decirme Rudi, pero mi nombre completo es Rudianeth. Aunque prefiero que me llame así, o sea Rudi, suena dulce y cariñoso para mí. Se decide por alejar su mirada de la mía y la vuelve hacia la enfermera que teclea concentrada buscando el nombre dado por mi madre en su computador. Yo me decido por observar mí alrededor. Un poco más al fondo luego del mostrador hay un pasillo interminable y un elevador al final. En la parte derecha hay una pequeña sala de espera donde varias personas se encuentran sentadas esperando su turno para ser atendidos. Al darme vuelta sobre mi eje, mis ojos se encuentran con un cuadro colgado en la pared de un barco en altamar con un cielo azul y nubes decorando ese paisaje tan hermoso e impresionante. Estuve varios minutos anonada observando esa escena hasta que...
– ¡Rudianeth! ¡Hija vamos!, la enfermera nos espera. –Exclamo mi madre sacándome de mis pensamientos, devolviéndome así a la realidad.
–Señorita, el cuarto del paciente es el 204, piso 6, síganme por aquí. –Dijo la enfermera saliendo del mostrador. Acomodó su uniforme, y nos regaló una sonrisa para luego abrirse paso entre nosotras y guiarnos atraves del pasillo. Mire a mamá, y ella tomo mi mano para caminar juntas tras la enfermera que nos esperaba junto al ascensor del fondo del pasillo. Sentir la calidez de su mano en la mía me brindo tanta seguridad para enfrentar la realidad que estaba a punto de ver. La enfermera nos dio paso dentro del ascensor y luego entro tras nosotras. La verdad me sorprendíam lo cortés y amable que se mostraba, pocas personas son así hoy en día.
– ¡Gracias! –Dijo mamá en tono amable a la enfermera que nos regaló con la mirada un "de nada" a ambas.
Las puertas del ascensor se cierran finalmente delante de nosotras. La enfermera toca el piso 6 de forma rápida en el panel de instrumentos y teclas. Esperamos sin emitir palabra alguna, mientras llegamos a nuestro destino. Ya que nadie daba el primer paso para romper el silencio sepulcral, me puse a observar como la luz que marcaba cuantos pisos subíamos aumentaba según los minutos. Primero uno, luego dos, luego tres hasta llegar al número seis. Finalmente, las puertas se abren ante nosotras y paredes de tono azul y café pastel aparecen en mi campo visual. Al salir del ascensor dando pasos cortos pero firmes, el frio choca contra mi cuerpo y rápidamente me abrazo a mi suéter crema de lana para entrar en calor. Observo mi alrededor y la parte izquierda frente a mí se encuentra un mostrador de tope de mármol igual que el de hace un rato.
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Mío Salvarore
Teen FictionLucian Lupei, un importante y reconocido abogado de Rumania, atiende un caso de un narcotraficante muy poderoso y obseso del control sobre los demás llamado, Marco Vilshofen. Al Lupei perder el caso, Marco manda a matar a su familia a manos de dos...