Había una vez un pueblo pequeño y callado en el área rural. Era tan pequeño que solo había un estrecho camino de pasto que conducía fuera de él, que los visitantes con frecuencia transitaban. Sin embargo, los pueblerinos tenían una importante regla: nunca atravesarlo solo.
Esto era estrictamente impuesto a todos en general, pero un curioso joven decidió romper la regla; se preparó un día y salió, cuando nadie más estaba cerca, a explorar el camino sin compañía.
En lo que se acercaba al trayecto por primera vez se dio cuenta de algo muy extraño. Él estaba consciente de todas las personas que llegaban el pueblo, pero el camino en sí parecía como si estuviera en desuso. Grama y hiedra lo recubrían y se encontraba tan pobremente mantenido que se elevaban hasta la cintura del niño, dificultándole ir a paso rápido. Aunque esto no lo disuadió.
Determinado a hacer su viaje valer la pena, continuó andando hasta el pasto más profundo, mirando ocasionalmente sobre su hombro para asegurarse de que nadie lo observara. Se movía con sigilo, esperando estar fuera de vista para aquellos que anduvieran de encuentro.
El disfrute del niño fue entonces cortado en seco por el sonido de algo moviéndose en la grama a su lado. Se detuvo de inmediato, mirando y escuchando la fuente del disturbio.
La maleza era tan gruesa que no lo dejaba ubicar a nadie ahí, pero podía escuchar el sonido de algo arrastrándose en la grama cerca de sus pies. Podía distinguir que no era tan grande, aunque persistía en su mente una horrible sensación... la sensación de ser acechado.
El niño fue llenado por una creciente resignación al darse cuenta de que le era imposible regresar antes de que la criatura llegara a él ahora que había avanzado tanto y siendo la grama otro impase a considerar.
Entonces sintió más que nunca la presencia de un tercero, pero la criatura ya lo tenía en su mira; por el rabillo de su ojo el niño pudo distinguir un gran par de ojos y unos largos y afilados colmillos fijados en él. Su corazón lo golpeaba salvaje en el pecho cuando se volteó para encararlo.
Pero una mano lo tiró del brazo. El niño dio un quejido y volteó, encontrándose con la cara de uno de los viejos del pueblo.
—¡Grandísimo tonto! ¡¿Qué no sabes el peligro que conlleva venir aquí solo?!
El hombre lo llevó de su mano y corrió en dirección al pueblo con él. El niño se agitó y el terror regresó cuando advirtió a la criatura siguiéndolos, pero nunca consiguió alcanzarlos. Corrieron, sin aliento, hasta haber escapado de vuelta al pueblo.
Luego de conseguir un respiro, el anciano le dio un fuerte sermón al niño por haber ignorado las tan recurrentes advertencias. Al terminar, miró hacia arriba y dio un ligero suspiro.
—Supongo que eres suficientemente grande, mereces saberlo —dijo, para la sorpresa del niño.
El hombre condujo al pequeño a su casa. Era una bastante amplia, con unos colosales estantes repletos de libros sobre criaturas de las que el niño solo había escuchado en mitos. Hombres misteriosos en batas de laboratorio dispersos, estudiando de ellos. Lo dirigió a un cuarto desocupado, en donde se alojaban unas computadoras grandes.
—Te voy a contar la verdad acerca de lo que viste hoy...
Súbitamente, el anciano se volteó y puso su vista sobre niño, congelándolo en su lugar con una fulminante mirada.
—Pero primero, voy a hacerte una pregunta...
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Horrors Creepypastas 1
HorrorTodas las historias de terror imaginables, cualquier miedo que tengas en tu cabezita la vas a leer acá y no podrás dormir...