Había una vez una reina llamada Josefa, quien no era una reina cualquiera. No, ella era una reina de muñecas. Esa mañana en particular la Reina Josefa despertó de muy buen humor, esto a pesar del extraño sueño que tuvo durante la noche. Contenta se estiró bajo su rosada cubrecama mientras bostezaba con su rubia cabellera cubriendo su rostro de forma desordenada. Se sentó en su cama y permaneció así un instante, pero nada sucedió. Miró a su alrededor y no vio a nadie que la atendiera. Su mal humor también despertó.
- ¡ROSITA! – Gritó la reina. En la puerta apareció una muñeca barbi bastante a mal traer con semblante angustiado.
- Lo siento su majestad... despertó más temprano hoy.
- Sin excusas Rosita... tráeme el desayuno... ¡YA!
- S si mi reina... ¿quiere que le traiga el cepillo también?
- ¿QUÉEEEE? ¡ESTÁS DICIENDO QUE NECESITO PEINARME! – Rosita retrocedió asustada.
- Nnnn no su majestad... enseguida le traeré su desayuno – Dijo Rosita haciendo mutis. La reina puso cara exasperada como no comprendiendo tanta ineficiencia.
- No deberías tratar a tus súbditos de esa forma vieja. – Josefa miró hacia la puerta y vio a una gata negro con blanco que tenía un mechón azul en su cabeza.
- ¿Y a ti que te importa Gataviera? – Dijo la reina mientras la gata se lamía su pata.
- Vieja a mi no me importa, yo duermo en mi propio dormitorio, pero te advirtieron lo que podría suceder...
- ¡GUARDIAS! – Gritó la reina enfadada.
- Ya vieja, no te sulfures... yo solo decía. – Y así como apareció, la gata se esfumó por el pasillo.
- ¡Qué se creerá esa pulguienta! – Dijo la reina mientras se rascaba su cabeza.
En eso llegó Rosita acompañada de un contingente de muñecas que traían su desayuno. Todas se veían muy maltratadas, su cabello arruinado colgaba sin gracia, sus ropas estaban desgarradas o eran casi inexistentes, pero lo peor era su semblante. Todas se veían exhaustas y demacradas. Mientras la reina engullía el desayuno se preguntó que quiso decir Gataviera y de pronto recordó su sueño...
El anciano la miró y le dijo
"Josefa, debes tratar mejor a tus muñecas, una reina se debe a sus súbditos", "¡NO ME IMPORTA!" le gritó Josefa.
"Recuerda que sino lo haces tus muñecas..."
Josefa no recordaba nada más, ¿Y qué? Era sólo un tonto sueño. ¿Cierto?... Se preguntó donde estaría su hermano, el Príncipe Bárbaro, pero se dijo que eso tampoco le importaba. Miró a sus súbditas y les gritó.
- ¿POR QUÉ SE QUEDAN AHÍ PARADAS COMO TONTAS? ¡ENTRETÉNGANME! ¡ESTOY ABURRIDA!
- Pe pero su majestad... usted nos prometió que podríamos arreglarnos para estas fiestas navideñas. – Dijo Rosita al borde del llanto.
- ¡NO ME IMPORTA! – Gritó nuevamente la reina.
- Te lo dije... te dije que nos haría esto. – Dijo Anita en voz baja.
- Pero... - Dijo Rosita.
- ¡QUE HACEN! ¡MUÉVANSE! – Gritó la reina, sin embargo esta vez el rostro las muñecas cambió. Ya no fue de dolor, sino que ahora se podía ver el odio y la determinación en docenas de ojos que la miraban.
- ¡A ELLA! – Gritó Rosita.
Todas las muñecas se abalanzaron sobre la reina. Muchas sacaron de quien sabe donde largas cuerdas, las cuales fueron confeccionadas con el propio cabello de la reina. Josefa se quedó sentada en la cama tratando de entender que pasaba. Sólo cuando se dio cuenta de que la iban a amarrar trató de pararse, sin embargo una gran cantidad de muñecas ya la tenían asida de las manos, ropa y hasta del pelo. Entre todas trataban de amarrarla cuando Josefa lanzó un poderoso grito y con dificultad logró ponerse de pie.
A manotones Josefa se sacó de encima a las muñecas, pero aún así una gran cantidad de ellas la jalaban por todas partes. Con lentitud se dirigió hacia la puerta donde de seguro podría pedir ayuda, pero al llegar allí se topó con una sorpresa. De la nada apareció Gataviera arrojándose en sus brazos, aunque eso no fue lo peor, ya que tras ella venía un perro el que le pareció levemente conocido.
El perro saltó tras la gata y esta ágilmente dio un salto fuera de la habitación, por lo que el quiltro chocó contra la reina y ambos cayeron hacia el interior de la habitación. De inmediato las muñecas se abalanzaron sobre la reina caída, inmovilizándola. "SUÉLTENME INGRATAS" gritaba la reina. Nadie le hizo caso.
De pronto Josefa vio algo que la espantó, Rosita y Anita arrastraban unas enormes tijeras. La multitud comenzó a gritar "QUE LE CORTEN LA CABELLERA" una y otra vez hasta que llegaron frente a su rostro. Todas las muñecas tenían los ojos rojos de ira y su sonrisa era malévola. Entonces la reina gritó con toda su alma.
Josefa se despertó en su cama bañada en sudor. Todo fue una pesadilla... ¿O no? Pensó aterrada. Entonces escuchó las palabras que más odiaba. "Josefa, a bañarse" y gritó con toda su alma.
F I N

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Saga Los tres hermanos malvados (Finalizado)
AdventureEsta saga narra la historia de los malvados hermanos SanTi. La primera parte corresponde a la historia real de una niña real... bueno más o menos... La segunda parte relata la historia de un hermano para el cual todo es comida y juego. La tercera hi...