Comprendí que los ingenieros de la genética habían hecho un descubrimiento extremo cuando vi un video de YouTube en el que un dinosaurio de cuello largo comía hojas en Central Park. Aunque el maravilloso video debió haberse vuelto viral, consiguió solo una humilde cantidad de vistas, porque la gente malinterpretó al dinosaurio de carne y hueso como una aburrida ilusión digital. Cuando la gente se enteró de que el dinosaurio era verdadero, el adolescente que subió el video se volvió millonario con el dinero de un billón de vistas. Después de que los genetistas resucitaron lo prehistórico, comenzaron a mejorar el ADN de los perros, trabajando en los laboratorios secretos de la compañía Genoplus. Aquellos no eran cachorros normales, pues habían sido genéticamente modificados para ser las criaturas más tiernas y bondadosas del mundo. Sus creadores, que se sentían como padres orgullosos, que se calificaban como aprendices de Dios, se volvieron millonarios estrafalarios, pues los cachorros que crearon eran irresistibles para los ojos y para los bolsillos.
Cuando era un niño en la tienda de mascotas, se me propuso un examen de personalidad. Según la vendedora, el test era como cupido, porque me emparejaría con el cachorro de personalidad compatible. En la tienda, los cachorros estaban distribuidos en catorce corrales, respectivos a las catorce personalidades de la humanidad. En el corral nueve, todos los cachorros mantenían conversaciones intelectuales, salvo dos que estaban en una esquina orinando en pequeños bacines, a diferencia de los perros normales que simplemente orinarían en el suelo. Para promocionarlos a todos con una sola propaganda, Genoplus los creó como clones idénticos, así que tuve que lanzar una moneda para elegir al mío. Cuando la vendedora me entregó un clon, quedé cautivado por la fascinante belleza de sus genes mejorados. Al final del día, después de que el cachorro se volvió mi mejor amigo, pasamos toda la noche conversando dentro de una cueva de sábanas sobre mi cama. Él no se entusiasmó con ningún nombre que intenté darle, así que decidí dejarlo decidir su nombre. Rodrigo, mi cachorro, amaba mis programas de televisión favoritos, quizá como resultado de nuestras personalidades combatibles, con la excepción de los partidos de fútbol, cuya visión yo disfrutaba y él desdeñaba, porque el pobre siempre confundía los equipos con su ceguera a los colores. No obstante, sí le gustaba la práctica del fútbol, así que solíamos salir a jugar pelota en el parque, después de que me ayudaba a terminar mis tareas escolares.
Por aquella época, encantado con su compañía, dejaba de salir con mis amigos humanos para pasar las tardes con mi perro. Él no lamía rostros porque aquel acto animal nunca procedería de su alma inteligente, pero le gustaba venir a mi cama para acurrucarse contra mí, como un gato, así que pasé mil noches durmiendo con él y sus pulgas. Con la armonía de nuestras personalidades gemelas, nuestra coexistencia estaba llena de juegos y risas, pero todavía nos sorprendíamos las muchas veces que descubríamos una característica común entre nosotros. No obstante, a pesar de nuestras múltiples afinidades, él poseía encantos que yo carecía. Desde el primer día enamoró a mi familia con la atracción de su carisma infantil. Fascinados con él, mi familia sufrió mucho cuando Rodrigo murió, pero ninguno de ellos llegó a los clínicos niveles de depresión donde yo me sumergí. Se enfermó de repente, sin ningún aviso del destino, y los perplejos veterinarios negaron con las cabezas, admitiendo desconocer la identidad y la cura de la enfermedad. Considerando a Rodrigo como una persona, le honramos con una ceremonia funeral. Mientras me refugiaba en los brazos de mi madre, un sacerdote al extremo de la tumba dio un discurso conmovedor, declarando que Rodrigo entraría al reino de los cielos porque todos los perros son leales y faltos de egoísmo, pero después me enteré que la religión de los sacerdotes no cree que los animales viven después de la muerte. El del funeral había asegurado que Rodrigo estaba en el lugar de infinita felicidad porque mi madre secretamente le pidió que diga eso, para introducir una idea consolatoria en mi luto.
ESTÁS LEYENDO
Cachorros y mounstruos
خيال علميAnimales modificados genéticamente con un obscuro secreto