Lazos de tinta.

Lazos de tinta.

Palabras: 1860.​

Él era una hoja en blanco.

Sin nombre.

Sin propósito.

Sin sentimientos.

Sin pasado.

Era y no a la vez.

Estaba ahí –arrodillado, de pie o en cuclillas-, pero no existía en realidad.

La frase "el que no conoce su historia, está condenado a repetirla" tomaba un nuevo significado para él; ¿qué historia podría repetirse cuando no tenía ninguna?

Sólo había dos cosas en su mente, dos cosas claras sobre él mismo que, de una u otra manera, lo mantenían con vida. Dos conceptos claros, dos verbos rectores marcados con fuego: servir y dibujar.

Sirvo a Danzö-sama.

Sé dibujar.

Sí, él era un chico sin memoria, equipado tan sólo con una misión sin fundamento, mucha tinta y un pequeño libro incompleto.

Así era Sai... hasta que se empezó a llamar Sai.

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El nombre vino de manera tan mundana y normal que jamás hubiera podido sospechar que sería algo importante.

"Para esta misión serás Sai".

Vino igual que los anteriores: a través de la voz rasposa y severa del Danzö. Vino sin emociones, sin un timbre especial, sin un atisbo de expectativa. Sólo llegó, plano y común.

Sai.
Temporalmente era Sai. Y Sai tenía una misión:

Eliminar a Uchiha Sasuke.

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Lo especial llegó entonces cuando se unió al Equipo Kakashi. Cuando realmente se unió a ellos.

A un rubio estúpido llamado Naruto (que además tenía el pene chiquito).

A una mujer engañosa llamada Sakura (que además era fea).

Ambos tenían una obsesión con una casi molesta amistad con un traidor.

Y Sai sólo notó que algo en él había cambiado cuando falló en su misión simplemente por esto, por ellos.

Por ver hasta dónde llegaban sus lazos con la persona que él debía matar.

Sí... Cuando se unió al Equipo Kakashi fue que realmente empezó a llamarse Sai.

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​Naruto era algo especial.

Era explosivo, sonriente, exhalaba energía, buena voluntad e ingenuidad. Naruto era un optimista de primera generación y tenía una voluntad inquebrantable. Se esforzaba, gritaba y lloraba sin misterio.

Naruto le ayudó a recordar el final de su libro.

Y, cuando lo miraba, Sai no podía evitar pensar que era su opuesto.