Blue Rose.

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En mi escuela solía haber un invernadero, este tenía un árbol rodeado de flores... No era muy grande pero sí bastante fuerte, tanto como para soportar el peso de una persona en un columpio.

Yo era la que cuidaba toda la flora del lugar, cada semana llegaba con nuevas semillas para plantar, también era donde exponía mis propias creaciones. Solo yo podía verlas.

Así es... Yo lo veía como una especie de arte, aun que el resto piensa que era una locura. Aquellos que se burlaban de mi o de lo que hacía terminaban siendo mi inspiración.

Ellos eran el arte.

Fue luego de dos meses cuando las cosas se complicaron, el mal olor se llegaba a esparcir por todo el recinto. Algunas personas sospecharon que vendría del invernadero, aunque al investigar lo único que se veían eran las hermosas flores que yo había plantado. Esos idiotas intentaron sabotear todo lo que yo había creado. Pero no importa...

Me encargué de todos ellos.

Aun así creo que eso empeoró todo, los alumnos comenzaban a rumorear sobre mí, incluso los profesores... Todos me creían culpable de las desapariciones, todos me tenían miedo.

¿Me importaba? No, no le tenía miedo a las acusaciones ni a las burlas... Mientras más gente se metía conmigo, mejor. Cada día lograba unir a alguien más a mi perfecta escultura, aunque algo le faltaba... No importaba a cuantas personas  llevara a mi invernadero, no lograba encontrar a un ser humano tan perfecto como para estar en el centro de todo el resto.

Nadie era digno de lo que yo hacía.

Un buen día, mientras yo iba dispuesta a plantar nuevas flores, vi a un par de niñas jugando en el árbol. Una en el columpio, mientras la otra hurgaba entre las plantas.

– ¿Necesitan algo? –Ambas se sobresaltaron al escucharme hablar.

Ninguna decía nada, la más alta se acercó rápidamente a la otra para tomarle la mano.

–¿Son hermanas? –Pregunté nuevamente, ambas asintieron. –¿Quieren jugar?

Ninguna respondió, solo cruzaron miradas realmente asustadas. Me acerque a ellas, tomé a la alta del brazo para que fuera ella quien estuviera en el columpio esa vez. Di un suave empujón.

–¿Y sus nombres?

–Ella es Elena, la menor... Yo soy Amy.

Solo habían pasado unos minutos, ya me estaba hartando de este par... Saqué las tijeras de mi bolsillo, aquellas que siempre guardaba para mis invitados. No alcancé ni a rozar su cuello cuando sentí un sonido extraño por detrás, me giré para ver a la más pequeña de ambas con una pistola apuntándome.

–No deberías andar con esas cosas en la escuela...

–Y tú no deberías matar a los estudiantes en la escuela. –Debo admitir que su comentario si me sorprendió un poco, ¿Yo, matando alumnos?

–Yo no he matado a nadie, solo los volví algo más... Hermoso.

–Estás loca. –La que habló esta vez fue la mayor. –Mi padre vienen en camino.

Solo sonreí, en un rápido movimiento logré ponerla frente a mí, agarrándola del pelo.

–Suelta el arma, pequeña. –Posé la punta de las tijeras en el cuello de Amy. –O ella se queda conmigo.

Niñas, siempre tan débiles. Elena tiró la pistola rápidamente, acción de la que me aproveché, degollando a la mayor.

Mientras la otra corría y lloriqueaba por su hermana, tomé el arma para luego ir rápidamente a recoger unas cuantas flores.

Elena me miraba aterrorizada, mientras depositaba unas cuantas rosas sobre el cuerpo de la difunta, hasta cubrirlo por completo.

Las puertas del invernadero se abrieron de golpe, varios hombres armados comenzaron a rodearme, la niña se acercó corriendo al que al parecer era su padre.

–Vaya, no esperaba tantas visitas. –Dije riendo.

–Se acabó, donde tienes a mi hija, ¡Entrégala! –Gritó el "Jefe y padre"

–¿Tu Hija? – Hice una pequeña pausa, corrí las rosas con el pie. –Ella pertenece aquí ahora...

Todo quedó en silencio.

No sé qué pasó después, tal vez solo era por la presión del momento, pero algo logró hacer "Click" en mi cabeza. En ese momento entendí porque no podía encontrar a nadie tan perfecto para terminar mi obra maestra... Aquello que le faltaba era yo, la creadora. El único ser humano que podía entender al cien porciento lo que yo quería.

Saqué la pistola y la llevé directo a mi cabeza, nadie decía nada... O al menos yo no podía escuchar nada.

"Me gustan las rosas azules..." Fue lo único que dije, vi que algunos intentaron abalanzarse y detenerme, pero era tarde.

Jalé el gatillo.

Mi cuerpo inerte estaba rodeado de otros miles de alumnos cubiertos por flores.

Mi escultura estaba completa, yo era el centro de la misma.

Yo era el arte.

Blue Rose.Where stories live. Discover now