EL CREADOR
Una bóveda oscura era lo único alrededor de Francis, esa bóveda y una interminable escalinata con peldaños que desaparecían apenas apoyando el pie sobre ellos, siempre manteniendo el paso hacia adelante. Imposible volver si se sentía inseguro de su avance, y era imposible más por un juego de su mente que por que de verdad fuera imposible.
Todo había iniciado en ese huerto de antes, donde conoció a Mariela, donde se enamoró de ella; lastimosamente, también donde por última vez la vio. Juego del destino fraguado por el Creador. A partir de entonces, todo se volvió pasado y olvido con la escalinata en medio de la oscuridad, con la pequeña luminosidad de una puerta ofreciendo una salida al final del camino, la única salida de ese calvario. Todo entonces había desaparecido tan de repente, tan súbitamente como seguían desapareciendo los escalones después de posar su pie sobre ellos.
Y cuan acertado resulta decir «su mente», la mente de Francis, pues el creador era otra realidad, una conciencia nebulosa y dictadora que manejaba los hilos de su existencia. Si al Creador le placía aparecer de repente un frondoso prado alrededor de las escalinatas, este aparecía, ante el desconcierto del agobiado hombre que caminaba eternamente hacia arriba; después de todo, Él era el Creador. Siempre intransigente, mantenía su mirada infinita sobre Francis, lo veía desesperarse, lo veía hacer rabietas, gritar dolorosamente, incluso lo veía suplicante, pidiendo clemencia ante su indiferente mirada infinita.
Así de infinito era también su juego: recreaba en su divertido proceder, una escena de naufragio en medio del mar tempestuoso, y Francis se veía contrariado, cómo no estarlo al pasar tan de pronto de aquella bóveda negra a un inhóspito lugar, donde reinaban las tormentas y el agua también infinita, todo infinito, inmensamente vacío, solo él existía en medio de todo ello; una cumbre, rodeada de montañas hasta el horizonte, donde no había más que montañas y un cielo sin nubes. Así pasaba el tiempo, de un lugar a otro y nada tenía fin, ni siquiera la voluntad de castigo del Creador. A veces ni siquiera la inquebrantable voluntad de Francis por continuar, de alcanzar esa puerta al final del camino, se preguntaba a cada instante si en verdad llegaría a ella. Y cómo no preguntárselo, estaba cansado, tenía que cansarse, si también eso era propósito del Creador, siempre presente en todo.
-¿Por qué no me liberas de una vez? -Cuestionaba Francis al Creador-. Y si he de caer, ¿qué más da estar en el abismo que estar aquí, luchando en vano por llegar a esa salida de la que incluso Tú me alejas?
A sus furibundos reclamos, solo una voz se llegó a escuchar:
-Continúa subiendo.
Un mandato que en sus condiciones de nada le servía acatar o desacatar; tenía que seguir subiendo las escalinatas, pues el tiempo no se detenía, y a pesar de que aparecía brevemente en la nieve de algún lugar deshabitado, o en las calles de un pueblo en ruinas, no era más que una tregua tras la cual el Creador estallaba en carcajadas maléficas y lo devolvía a su realidad de oscuridad y peldaños.
-¿Pero qué diablos? -Exclamó Francis, sin dejar de subir los escalones-. ¿Qué clase de dios eres? Las personas tenemos depositadas nuestras esperanzas de salvación, nuestra fe, en un Dios Todopoderoso, justo y bondadoso, ¡misericordioso!, pero tú no puedes ser ese Dios, no puedes serlo si eres capaz de hacerme sufrir de este modo, ¿eres acaso algún maldito demonio?
En ese preciso momento, los escalones desaparecieron de nuevo y la habitación se tornó en una pieza oscura con una bombilla oscilante que iluminaba la superficie de una mesa y una silla; todo había ocurrido en un solo parpadeo, parecía un juego, para el Creador realmente representaba solo un juego.
-Toma asiento -dijo una voz en medio de la oscuridad. La bombilla no alcanzaba a iluminar completamente aquel cuarto del que no se apreciaba nada, más que aquella mesa y la silla.
-¿Qué más quieres de mí? ¡Me has separado de la mujer que amaba!
-Toma asiento -insistió la voz.
Sin tener más alternativa, Francis se sentó en la silla delante de la mesa.
-Muy bien, vas mejorando -añadió la voz sarcásticamente-, ya que deseas saber quién soy, te lo diré: soy el Creador de todas las cosas, el que ha habitado este espacio desde antes de la creación misma, el que tiene control sobre este universo nebuloso de ideas, y tú eres mi invitado y serás castigado perpetuamente en esta realidad.
-¿Qué pavadas estás diciendo?
-Mantén cuidado sobre tu lengua -increpó el Creador-, más en este sitio, el templo mío, si es que no deseas caer a un pozo con cocodrilos, o ser devorado poco a poco por asquerosas ratas que coman de tus entrañas, o simplemente conocer el infierno, el infierno de mi furia. Agradece mi bondad para contigo, ¿verdad que sí soy Todopoderoso, bondadoso y misericordioso? ¿Ya ha cambiado tu opinión después de escuchar de lo que soy capaz al desatar mi ira? Respecto a lo de la mujer que amabas. Lo lamento mucho, ¿ya te he dicho que serás castigado perpetuamente?
-¿Y qué males he cometido? ¡Ya he dicho que Dios es misericordioso, pero sin duda también es justo! ¡Devuélveme a Mariela! Si yo pago con esto, ¿por qué pues le haces daño a ella? ¡Tú no eres Dios!
-Soy tu Creador -aseveró- y serás y harás lo que yo desee, si quiero que seas un grano de arena extraviado en el cosmos, eso serás, ¿no comprendes la maravilla de vida que te concedo al tener una mente que piensa y juzga? ¿Cómo hablarías conmigo, si yo mismo no te lo concediera? ¿Ya lo has pensado? Puedo devolverte a las escalinatas, para ver si puedes llegar a la puerta de arriba. Te aseguro que será una grata sorpresa, pero primero debes llegar. Y si eso es lo que deseas...
-¡No! Está bien... Se hará tu voluntad... Si acaso no ya se cumple -dijo Francis, mascullando las últimas frases.
-Eres entendido.
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EL CREADOR
FantasyLa mente humana es una creación constante, una marea nebulosa de ideas en que se consagran personajes y sucesos fantásticos de los que a veces únicamente nosotros somos testigos desde su nacimiento.