1. A new life

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Solo tenía ganas de llegar a casa. Por fin se había acabado todo. Sin embargo, él solo sentía que todo estaba empezando de nuevo. Tenía que hacerse a la idea de que a partir de ahora le tocaba volver a estar solo, le tocaba volver a acostumbrarse a hacerse la comida, a plancharse la ropa, a limpiar la casa...  Pero todo aquello no era lo que más le preocupaba, lo peor para él era la causa de aquella ruptura y todo el daño que esto estaba causando a las personas a las que quería.

En ese momento sonó el teléfono y tuvo que dejar de lado por un rato sus pensamientos para coger aquel maldito aparato, no sin antes secarse algunas lágrimas que ya había hecho acto de presencia por su cara y que trastocaban su imagen de hombre duro que él mismo había construido por miedo a que se descubriera su verdadero yo.

-¿Mamá?

-Albert, ¿cómo estás? Tu padre y yo nos hemos enterado de como ha ido el juicio pero queríamos saber como te sientes.

-Mamá estoy bien, de verdad -mentía- quiero que estéis tranquilos, todo me va a ir bien a partir de ahora.

Silencio.

-Bueno mamá te dejo que estoy haciendo la cena y si no se me va a quemar -volvía a mentir, ni siquiera tenía pensado cenar, al menos por el momento- Ya hablamos, ¿vale?

-Hijo... se que no estás bien por mucho que me quieras demostrar lo contrario, para algo soy tu madre. Pero si no quieres hablar del tema ahora lo comprendo, solo quiero que sepas que estamos contigo tanto tu padre como yo, ¿vale?

-Sí mamá, hasta mañana.

-Hasta mañana cielo. Te queremos.

-Y yo a vosotros. Adéu.

Y colgó. Y se derrumbó... otra vez. Podía soportar estar hecho una mierda, pero no podía sentir como los de su alrededor lo notaban, eso era una mierda.

No sabía cuanto tiempo había estado llorando pero de repente paró. De repente un recuerdo fugaz se había cruzado por su mente y se dirigió a su habitación para buscar algo. Algo que llevaba demasiado tiempo allí, más del que pudiera recordar.

Rebuscó entre un montón de cajas viejas que tenía guardadas encima de su armario hasta que la encontró, era una vieja pulsera de color morado y con unas letras naranjas en las que ponía "ÍDEM". Y sonrió al verla, pero no era una sonrisa de felicidad, era una sonrisa de nostalgia, de pena. Aquel objeto le recordaba una de las mejores épocas de su vida y a la vez una de las peores, pero sobre todo le recordaba a esa persona... !Quién pudiera volver atrás! Pero era demasiado tarde, habían pasado 15 años de ello y no había vuelta atrás.

De repente otra llamada. Albert tuvo cuidado de guardar su tesoro particular en su sitio y volvió al salón para responder a la llamada. Esta vez se trataba de Inés, un chica que había conocido en el instituto y de la que se había hecho amigo con facilidad. Todos en aquella época pensaban que estaban liados, pero muchos no entendían que Albert no era del gusto de Inés, ni él ni cualquier otro chico. Pese a comentarios y demás, Inés y él continuaron siendo muy amigos con el paso de los años, amistad que Albert agradecía, pues era la única de verdad que conservaba en el tiempo.

-¿Sí? ¿Inés?

-Emm, hola Albert -él se dio cuenta en seguida que estaba muy nerviosa- Solo quería saber si estás bien, ya sabes, esto del divorcio se que es una mierda pero espero que estés lo mejor posible dadas las circunstancias.

-Sí, Inés, tranquila. Lo estoy llevando bien después de todo, no te preocupes -la verdad es que no sonaba muy convincente.

-Tu madre me dijo que dirías eso, también me dijo que no te creyera. Y sí, ha sido idea suya que te llamara. Yo no quería porque conociéndote sé que quieres estar solo ahora mismo, per bueno aquí estoy a si que saca toda la mierda naranjito.

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