12. Siempre

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Albert y Pablo tuvieron una vida prácticamente perfecta juntos. Desde que el catalán se había ido a vivir a Madrid su felicidad se había multiplicado por mil, podía ver a los amigos, hacer mil planes con Pablo... Además, casi todos los fines de semana acababan yendo a Barcelona con sus padres y su hija, y la verdad es que se le caía la baba viendo a Pablo tan suelto con los suyos. Poco a poco el madrileño se había ganado el cariño de sus padres y bueno... el de Daniela ya lo tenía pero se fue agrandando con el tiempo.

No sabían como pero casi todos los años había una celebración importante que celebrar. Primero llegó la noticia de la boda de Edu con Mery (esta vez consiguieron que no los metieran en la cárcel en la despedida de soltero aunque el malagueño volvió a sentir la tortura de quedarse en bolas en un balcón, y esta vez en medio de la Gran Vía), luego tocó celebrar la elección de Pedro como Secretario General del PSOE, más tarde la boda de Inés en Barcelona y así una celebración tras otra hasta que...

- Papá, ¿podemos hablar a solas un momento?

- Claro Dani, dime.

- A ver como te lo digo sin que te de un ataque.

- Bueno diciendo eso no me ayudas mucho la verdad. ¿Pasa algo malo?

- No... si no es malo... creo.

- ¿Cómo que creo?

- Yo ya tengo 28 años.

- Sí, soy consciente de ello.

- Y con 28 años pues ya te planteas las cosas, ¿no?

- No sé a donde quieres llegar con eso.

- Pues papá que... que hace unas semanas que estoy rara.

- ¿Estás enferma? ¿Has ido al médico? -dijo él visiblemente alterado.

- Papá... tranquilo, y sí he ido al médico.

- ¿Y?

- ¿Te lo voy a tener que explicas todo? ¿No crees que te he dado ya bastantes pistas?

- ¿Pistas de qué? Oh... espera...

- Bueno parece que ya lo vas cogiendo.

- No... ¿De verdad? No... no puede ser.

- ¿Estás bien? Te estás poniendo muy blanco, ven siéntate -le dijo acercándole una silla.

- Pero si eres mi niña, no... no puede ser.

- Papá, tu niña ha crecido.

- ¿Qué pasa aquí? -preguntó Pablo que había ido a la cocina a por más agua.

- Tu marido, que le ha dado un telele.

- No puede ser...

- Papá deja de repetir eso y dime algo.

- ¿No puede ser el qué?

- Pablo -y le agarró las manos- Tú siempre has sido como un padre para mí y esto también me hace mucha ilusión compartirlo contigo: voy a ser mamá.

- ¡¿Qué!? ¡Enhorabuena bonita! -y se abalanzó sobre ella- Qué alegría me has dado, que voy a ser abuelo, aunque aún sea demasiado joven para ello pero bueno.

- No puede ser...

- Albert, deja de decir eso y dale la enhorabuena a tu hija, ¿no?

- Eh... sí, sí, enhorabuena hija -le abrazó- Es que, ya sabéis que me pongo muy dramático con estas cosas y no me lo esperaba y claro...

- Sí, la verdad es que siempre has sido un dramas -le picó Pablo.

- Pero bueno que estoy muy contento eh hija... ¡qué voy a ser abuelo! Y esto... ¿y eso cómo ha sido?

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