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Había recibido una llamada de la señora algo anciana que vivía enfrente; vecina que le ayudaba a cuidar a Jack, quien tenía fiebre y la señora Johnson no sabia que hacer.
Sophie llegó apurada a la casa de la señora Johnson. Le preguntó si le había dado algún antibiótico y la señora, con arrugas y el cabello ya descolorido por la edad, dijo que no.
Sophie se despidió de la señora y se dirigió corriendo al hospital; no estaba lejos de casa pero con un niño de 5 años en brazos sí que era complicado.
—listo, Jack, llegamos —susurró la chica cuando llegó al área de urgencia del hospital.
Le hicieron un breve chequeo al pequeño mientas Sophie luchaba por no llorar, él no era un niño que se enfermase mucho y ella no tenía idea de cómo pagar el medicamento.
—¿Sophie Norton?
—Soy yo —dijo y se aproximó al medico —. ¿Está bien? ¿Qué tiene?
—Es una enfermedad viral; no estoy muy seguro de qué, pero no parece ser una simple gripe. Tendrá que quedarse en observación unos días.
A ella eso la aterraba completamente. Tendría que buscarse otro trabajo, con dos y aún le faltaba plata para todo. La única ventaja era que la casa de sus padres era suya y no había que pagar renta.
Los siguientes días fueron muy duros; su jefa en el restaurante se enteró de la situación y esta le dijo que la ayudaría pagándole esos días aunque no fuera.
El primer día fue todo bastante normal, aunque igual de pesado. Los estudios aún no salían y ella había pasado toda la mañana y gran parte de la noche en el hospital.
Max estaba algo extrañado ya que Sophie nunca había faltado a la universidad, estaba decidido a saber que le pasaba.
Decidió esa tarde pasarse por el restaurante; así, unas horas más tarde se dirigía a ese lugar.
A decir verdad era un lugar bonito, pero por la tarde no lucía tan interesante como por la noche. Se acercó a la recepcionista.
—Hola; quisiera hablar con tu gerente —dijo lleno de confianza, pero la chica se pudo un poco nerviosa.
—¿Necesitas algo?
—¿Conoces a una chica llamada...Sophie?
La chica de nombre Isabella se había puesto algo nerviosa; todas en ese restaurant sabían lo complicada que era la vida de Sophie y también lo riesgoso que podía ser darle información sobre ella a cualquier extraño. Se puso de pie y fue a llamar a Margaret Thompson la jefa y dueña del restaurante. Era una mujer que imponía su presencia a pesar de no ser muy alta; era pelirroja y se veía joven pero también muy inteligente y se notaba a leguas que Max tendría dificultades para obtener información de esa mujer.
—¿Qué necesitabas? ¿para qué me hiciste llamar? —dijo la mujer haciendo contacto visual directo con Max.
—¿Me puede decir dónde vive una chica llamada Sophie? ¿alguna información que sepa de su paradero?, por favor.
La mujer lo miró por un buen rato y sonrío.
—¿Y por qué habría de hacerlo? —la cara se le cayó al joven, no sabía qué decir ante eso.
—Porque soy su novio…o bueno, algo así. Por favor.
La mujer río, supuso que el chico era un amigo que la pretendía y como Sophie no daba muchos detalles de este estilo sobre su vida se fío del joven.
La señora sabía que Sophie no daba datos de nada a nadie; y por esa razón no le pareció extraño que el joven no supiera dónde vivía.
Le dio la calle y el número de la residencia. Max estaba algo extrañado y aliviado al mismo tiempo, «¿tan así le da datos de sus trabajadores a personas? Qué irresponsable» pero gracias a esto ahora sabía dónde buscarla así que decidió no darle más vueltas al asunto.
—Gracias.
Fue corriendo buscando la dirección que la señora le había dado. Cuando llegó se sorprendió bastante pues la casa era ostentosa. ¿Quién con una casa así tendría que trabajar?
Tocó el timbre varias veces pero nadie abría; en realidad ni se notaba movimiento en la casa, pero espero un rato. Pasó una hora y media y estaba a punto de irse, tocó el timbre una vez más y ya se dirigía a casa; estaba convencido de que la mujer le había dado otra dirección. Entonces la vio, iba en bicicleta y llegaba a donde el estaba.
—¡Sophie! —gritó y la chica casi frenó en seco.
—¿Maxwell? ¿Qué carajos haces aquí? ¡¿quién te ha dado mi dirección?! —la chica comenzaba a entrar en pánico.
—Hey tranqui…—el joven no pudo terminar la oración porque la chica ya lo estaba empujando.
—¡¿Quién te ha dado mi maldita dirección?!
—Tu jefa.
—¡¿Te estás burlando de mí, imbecil?! —dijo gritando, con los nervios de punta y al punto de las lagrimas.
—No, no. Me lo ha dado tu jefa, la del restaurante...—dijo un poco alterado por su reacción.

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⏰ Última actualización: May 16, 2016 ⏰

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Cicatrices Y RecuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora