Entre un mar de lágrimas y pensamientos quebrados por el mismo dolor, mi mente estaba confundida. Qué hacer o no, preguntas sin salida y ninguna conclusión.
Yo estaba en tratamiento psiquiátrico debido a epilepsias que provocaban que tuviera alucinaciones y entrara en ataques de pánico y ansiedad.
Alguna ocasión mi madre había descubierto que tenía cicatrices en las muñecas, así que me mandaron antidepresivos, lo cuales no tomaba; innecesario y una mentira.
Esa noche, entre llanto, tomé todas las píldoras del frasco, antidepresivos y anti epilépticos, tenía que morirme, lo sabía.
Los ingerí, y me recosté sobre mi cama, la cabeza me daba vueltas y a los minutos un fuerte dolor, pero aliviante, inundaba mi ser.
El estómago, mi cabeza, todo daba vueltas mientras tenía una sensación incontrolable de dormir, cansancio, ni siquiera podía moverme.
Mientras todo esto sucedía pensé:
"Ahora todo se ha acabado.
No más molestias para nadie, no más dolor, no más nada.
Lo siento, debí de haber sido fuerte, pero no lo soy.
Madres, quería escribirles una carta, pero mis letras no fluyen y la tinta se ha acabado.
Perdón, pero ahora seré libre y no sentiré más tristeza culminante.
Tanto sufrimiento a esta corta edad.
Es duro, pero llegó la hora de dormir eternamente"
Al terminar, quedé sin consciencia. Sabía que ya no iba a despertar.
Sonó la alarma.
Mierda.
Desperté y todo era mierda, una grandísima mierda, todo era estúpido ¿por qué carajos seguía respirando?
Me levanté de mi cama, estaba totalmente mareada, con náuseas, dolor en todo mi cuerpo. A penas podía caminar.
Mi madre se dio cuenta de que había tardado mucho en pararme y se levantó.
Me vio de pie y comenzó a gritarme.
Yo resistí, trataba de hacerlo.
Me presenté ese día a el colegio.
Sólo quería llorar, sólo quería morir en ese mismo instante.
Mis amigos, mi amiga, nadie notaba mi presencia y dolor. Ignorada por completo y derrumbada.
No quería hacer nada, pero también era estúpida.
En mi mente pasaban miles de pensamientos cuestionando el por qué carajos no había muerto.
Claro, mierda. ¿Eres estúpida Mónica?
Obviamente no había muerto porque tenía que tomar todo con alcohol.
Me sentía más estúpida.
Sólo pensaba:
"Mierda, no haces nada bien. Ni siquiera puedes matarte."
Aquella semana, supongo que debido a todo lo que ingerí, moría de sueño todo el tiempo, dolor en todas partes de mi ser y un agonía que jamás había sentido tan intensificada como en esos momentos.
Estúpidamente, tratando de consolar mi idiotez, me dije a mí misma que no había muerto porque tenía una oportunidad más de continuar, que nada se había acabado aún, que aún habían cosas bellas que se podían rescatar, y sobre todo, que yo podía salvarme.
Todo eso no fue más que una vil mentira, todo se hizo cada vez peor y aquellas noches de insomnio y cicatrices, sólo fueron algo que no detonó nada, ya nada tenía sentido, ya nada importaba.
Dejé de comer, estándares de belleza y muerte. Yo era gorda, así me veía, así me veo, por lo tanto opté por querer morir de la mejor forma posible, lentamente.
Al menos moriría bella.
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Punto y coma
Non-FictionSoy Mónica. Traté de suicidarme 3 veces. No lo conseguí. Ahora trato de comenzar de nuevo con mi vida. Sólo queda averiguar si no muero en el intento.