Hasta pronto...

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Era víspera de Navidad y desde la ventana se podía observar un blanco paisaje, lleno de luces y colores, adornos por doquier, un imagen de ensueño. En una grande pero no exagerada casa se miraba a una pequeña de tez blanca, cabellera negra y ojos color esmeralda, con una extraña pero divertida personalidad heredada de sus padres, Nozomi es diligente, dedicada, animada y amorosa, se podría decir que es el retrato viviente de ambos.

-¡Papi! ¡Papi! ¡Cuéntame de nuevo esa historia! –Abrazando a su oso favorito gritaba y corría hacia el sofá donde estaba su padre, se paró en la orilla y dejándose caer de forma pesada lo abrazó.-

-¡Nozomi te he dicho que no hagas eso, nanodayo! –Reprendió con rapidez la imprudencia de la pequeña. Suspiró y dándose por vencido a su tierna mirada no pudo hacer más que cobijarla entre sus brazos.- ¿Quieres escucharla de nuevo? –Dijo al comenzar a acariciar las largas y oscuras hebras de su pequeña, su forma de hablar, sus imprudencias y despistes definitivamente los había heredado de su madre, pero de alguna forma le alegraba que fuera así, tan alegra y disparatada.-

¡Sí, quiero escucharla, nanodayo! –Afirmó con entusiasmo para luego soltar un tierna risilla, antes de que su padre comenzara el relato repartió unos cuantos besos en sus mejillas.-

Entonces pon mucha atención. –Expresó de forma suave pero demandante porque con la energía que esa niña tenía era casi imposible que se mantuviese tranquila por mucho tiempo.-

Todo sucedió hace diez años, luego de salir de la Secundaria Teiko entré a la Preparatoria Shutoku donde conocí a tu mamá. Y como era esperarse ingresé rápidamente al equipo de baloncesto y no como cualquier jugador, sino como la nueva estrella. –Mencionó con orgullo.-

¿Entonces eras muy famoso? -Cuestionó con inocencia y astucia mientras se acomodaba en su regazo.-

No exactamente, pero si era muy conocido -Interrumpió su relato para responder a la interrogante de la pequeña.- Ahora bien, en la primera reunión de los nuevos miembros vi por primera vez a Takao, al principio él no me soportaba, ni yo a él pero a medida que pasábamos tiempo juntos en los entrenamientos, poco a poco comenzamos a llevarnos mejor y a mejorar nuestra relación como compañeros, nuestro rendimiento en las prácticas era perfecto, por mi parte jamás tuve problemas con mis estudios aunque no puedo decir lo mismo de tu padre que cada vez que se acercaba el período de exámenes le daba por fastidiarme –De forma inconsciente se rió con suavidad al recordar las mil formas que Takao buscaba chantajearlo con tal de que le prestara su lápiz de la suerte.-

-Sin poder evitarlo la pequeña soltó una suave risa.- Según dijo el tío Kuroko papá se parecía mucho al tío Kise cuando tenían exámenes, ¿Verdad?

Diría que se parecían demasiado, eran igual de escandalosos y molestos, pero muy buenas personas -Suspiró con resignación pues si alguien podía asegurar eso era él mismo.- Siempre intentaba chantajearme, fue así durante un tiempo hasta que finalmente el primer torneo interescolar comenzó. Ahí donde perdimos por primera vez contra el tío Kuroko y aunque me sentía realmente mal tú papá siempre estuvo ahí para apoyarme y animarme con sus irreverentes ocurrencias. Nuestra relación se puede decir que era normal pero después de nuestra segundo derrota en la Copa de Invierno quedé devastado por ser incapaz de brindarle a Takao la felicidad de ganar un torneo, en esa ocasión ambos lloramos y aunque buscábamos consolarnos era realmente difícil. En ese entonces sabía que él era una de las personas más importantes y valiosas de mi vida, me negaba a aceptarlo pero estaba consciente de que lo que sentía por él no era simple amistad, era algo más profundo y único. Ese mismo año con el inicio del invierno, después de pensarlo mucho tomé la que hasta ahora considero la mejor decisión de mi vida que fue pedirle que saliera conmigo, esperaba que se negara o reaccionara de forma extraña pero lo único que hizo fue lanzarse de forma imprudente a mis brazos y llorar como si se tratara de un niño pequeño. –Se echó a reír para después besar la cabeza de la pequeña pelinegra que con infinita atención escuchaba el relato, imaginaba como era que ambos siendo tan diferente tenían una buena relación.-

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