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Las siguientes semanas, bastantes a decir verdad, transcurrieron con cierta atmósfera rosa y perfumada. Algo densa y un poco perspicaz; sutilmente sensual.

Harry podía notar un cambio en su relación con el pequeño chico de labios rosados. No era muy difícil de apreciar, puesto que las miradas perdidas de Louis en los labios de Harry, o los constantes rubores de sus mejillas más furiosos que nunca, o la manera torpe y algo descarada en que Louis intentaba llamar la atención de Harry; Era simplemente demasiado adorable para ignorarlo.

Era realmente fascinante como Louis se relamía los labios cuando Harry salía de la ducha y se paseaba por el departamento, envuelto solamente en una pequeña toalla. Era simplemente cautivador cuando Louis intentaba profundizar los besos que se daban en sus noches de mimos y caricias; y finalmente, era demasiado irresistible ver como el pequeño se esforzaba por obtener alguna caricia elevada de tono por parte de Harry cuando ambos iban a dormir.

Y Harry; Dios. Harry estaba completamente a merced de Louis, tanto así que llegaba a ser gracioso. Lo que en algún momento fue su moderno y varonil departamento de soltero, actualmente podría ser fácilmente confundido con la habitación de un bebé; De acuerdo no tan exagerado pero sí, definitivamente el cuarto de un bebé. Con cortinas color celeste pastel, adornos florales y almohadones rosados repartidos en los sofás. Blancos libreros tallados en un perfecto estilo victoriano, todos llenos de incontables libros. La cocina americana con delicados especieros de porcelana que contenían todos los tipos de té que Louis solía tomar. Todo el lugar siempre oliendo a vainilla y fresa... Y Harry simplemente lo adoraba porque era la huella de Louis, era su forma de hacer ese lugar su hogar, el hogar de ambos.

Definitivamente la persona más agradecida con la unión de aquella pareja fue la mismísima directora de las residencias, ya que un enorme peso desapareció de sus hombros cuando Harry le dijo que su mudanza con Louis sería permanente y definitiva. Y sería mentira si ella dijera que no se lo esperaba... ya que quizás y solamente quizás, colocó a Louis con Harry sabiendo que el mayor no podría echar a ese pequeño de su departamento, pero ese era un secreto entre ella y su almohada.

Ya estaban en pleno otoño, faltando pocas semanas para invierno y tanto Harry como Louis estaban preparándose para pasar su primera navidad juntos. Exagerando con algunas compras y Louis quizás un poco demasiado emocionado con la idea de hacer galletas navideñas.

Los exámenes de final de semestre estaban cerca y ambos se la pasaban la mayor parte del día estudiando. Y guardando cada tiempo libre para poder acurrucarse en el otro y obtener tantos besos como energía les fuese necesario.

Como los profesores no estaban avanzando en los temarios académicos, Louis optaba por estudiar en el departamento, manteniéndose seguro y protegido de aquellas malintencionadas personas que podría toparse si iba a la biblioteca solo. Puesto que no quería interrumpir a Harry de sus estudios para que lo acompañase.

Harry por su parte tenía que estar constantemente yendo a la facultad de su carrera; al estar en cuarto año, la mayoría de sus exámenes eran proyectos evaluativos e informes, por lo que siempre tenía que estar buscando una opinión académica. Sería realmente frustrante si no fuera porque siempre al llegar a casa, Louis lo recibía con una hermosa y enorme sonrisa inocente. Con sus mejillas ruborizadas y una chispa de pasión en sus ojos, incitándolo a lanzarse sobre él y devorarle la boca con un beso hambriento.

Justo como en ese preciso instante; Con Louis sentado en el regazo de Harry, sus níveas manitos acunando las mejillas del mayor mientras sus labios dejaban un camino de besos por todo su rostro.

Harry sonreía simplemente idiotizado, derritiéndose como caramelo al fuego con la actitud traviesa y extremadamente dulce del menor. Rodeándolo con sus brazos y pegándolo lo máximo posible a su torso.

softness boy; larry adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora