"Para que la lluvia caiga del cielo
tendrán los humanos que entrar en razón,
no han de cesar la sequía y el duelo
hasta que se rompa un inocente corazón."
Enmarcada en enormes letras doradas, se podía leer esta inscripción en la entrada al museo del agua. Contaba la leyenda que el verso había aparecido marcado de diversas maneras y en casi todos los idiomas alrededor de todo el planeta, tras la primera lluvia ácida y la última de agua, nadie sabía exactamente que significaba o que sacar de sus palabras.
Antes, según contaban los mayores, había vegetación por todas partes, animales de bellos colores, había zonas por donde el agua corría llamados ríos y daban a océanos, los cuales no eran tóxicos y te podías sumergir. Las personas no tenían el aspecto que tenemos, dicen que la piel era suave y con un color no áspero, los labios no dolían y el cabello y las uñas no se caían tan seguido. Inclusive te podías echar agua encima para eliminar los olores que nos atormentan. Todos se sentían dueños del agua y hacían con ella lo que querían.
Empezó a escasear y luego simplemente desapareció.
Los científicos intentaron reemplazarla a toda costa pero el precio fueron tóxicos y enfermedades mortíferas y luego todo se fue en decadencia, vivimos un largo tiempo en la miseria desde entonces y pareciera que a nadie le importaba, pero a mi me desgarraba el alma recordar esa trágica historia, me daba ira pensar en todo lo perdido.
Aquella tarde, como usualmente lo hacía, me encontraba en el museo embobado viendo las fotografías cuando la de un enorme animal llamado "ballena" llamó mi atención, se le habían corrido los colores, estaba ¿viscosa? Era como si le hubiera caído un líquido más fluido que el aceite.
Sentí frescas mis manos y me entró bastante curiosidad, saqué de mi mochila mi botella de Hidroqua, hidrógeno con otras cosas que formaban una sustancia viscosa, lo más cercano al agua que los científicos habían podido crear, daba frescura pero si tomabas más de 400 ml al día nuestro organismo podía sufrir graves daños llegando incluso a la muerte. Lo comparé con el de la fotografía y no, no era Hidroqua.
Extrañado la coloqué en su lugar y guardé mi botella, vislumbre un movimiento rápido por el rabillo del ojo, algo se escondió tras las columnas, me acerqué cauteloso y cuando avancé lo suficiente la vi: Una chica de baja estatura tan perfecta que me vi obligado a tallarme los ojos para comprobar que no estaba soñando, que ella era real.
Medía menos de un metro sesenta y tenía un cabello tan negro que daba la impresión de ser púrpura o azul, le caía sedoso hasta la cintura, brillante, hermoso, recordaba una de las fotografías del museo donde se retrataba al agua cayendo por una montaña. Sus ojos eran grises de mirada transparente y triste, sus uñas largas y rositas, piel suave a simple vista, un poco pálida y unos labios rosas, casi rojos, en perfecto estado, sin ninguna grieta.
Pensé que no podía ser real, debía estar dormido o loco puesto que nadie podía conservarse así debido a la sequía. Ambos nos quedamos observándonos por unos minutos hasta que me atreví a hablarle.
- ¿Me espiabas?
Mi voz salió rugosa y áspera. Ella abrió ligeramente la boca y de su garganta surgió una voz dulce y cristalina.
- No.
- ¿Cómo te llamas? -Pregunté.
- Hydor.
- Yo soy Aarón.
- Mucho gusto. -Dijo ella como si estuviera cuestinonandose en su mente si realmente era un gusto el conocerme.- Bonito nombre.
- Igual y gracias, ¿qué haces aquí?
- Me escondo.
- ¿De quién?
- De todos.
- Eso no tiene sentido.
- No, ¿puedo hospedarme contigo?
- Mi madre no me lo permitirá, - ¿Esta chica está loca? pensé para mis adentros.- además ni siquiera te conozco.
- Escondeme. -Dijo ella suplicante.- Por favor.
- De acuerdo.
Una extraña me acababa de pedir que la llevará a mi casa y yo le había contestado que sí sin mucho preámbulo , ¿qué rayos me estaba pasando? Mi mente me estaba gritando que me iba a meter en demasiados problemas y a la vez trabajaba desesperadamente en idear planes para meterla a mi casa sin que mi madre se enterara.
Volteé para volver a observarla, traía una falda larga de tela azul apenas levemente desteñida, una blusa que podía haber sido blanca pero estaba sucia por el polvo, unos zapatos de piso en la misma condición y pulseras de cristales brillantes. Me puse a analizar mi situación y a pensar quién demonios era esa chica mientras ella miraba nerviosamente hacía el suelo, mi madre en esos momentos debía estar haciendo el abasto.
¿Quieres saber que comíamos? Unas masas insípidas que supuestamente contenían los nutrientes que necesitamos, pero en realidad ayudaban a la gente a soportar los dolores de la resequedad y empezaba a sospechar que a morir más rápido. Si partíamos de inmediato podíamos llegar a mi casa antes de que mi madre llegará.
- ¿Y bien? -pregunto ella con voz temblorosa.- ¿Me vas a ayudar?
Su voz me sacó de mi estupor y decidí que quedarme mirándola no la iba a hacer desaparecer ni la iba a ayudar a esconderse de lo que fuera que ella temía.
- Vamonos.
- Pero no puedo salir así, notarán que soy diferente.
Me permití volver a mirarla, si las personas la veían probablemente la creerían un fenómeno y no quería averiguar que pasaría, definitivamente no era normal, ella lo acababa de aceptar, pero no iba a dejarla a merced de las personas, la sequía había arrancado lo poco de humanidad que teníamos haciendo a la gente insensible. Volteé a mi alrededor, había una mesa con unas esculturas de animales de antes de la sequía en miniatura y debajo de estas había un mantel gris. Caminé hacía ahí y retiré con cuidado las figuras, tomé el mantel y se lo lancé.
-Toma cúbrete con esto.
Volví a colocar las figuras sobre la mesa, pensé en que después regresaría el mantel, de todos modos nadie frecuentaba ese lugar. De mi mochila saqué un gorro y también le ordené que se lo pusiera, ella lo hizo sin problemas. Aún debajo de el gorro y la descolorida tela ella se veía bastante bonita, deseche inmediatamente ese pensamiento y me dí un pellizco sin que ella lo notará para volver a asegurarme que no estaba soñando y no, seguía despierto.
-Vamonos antes de que mi madre llegué.
Ella dijo lo que a mi parecer fue un gracias y, para sorpresa de mi ya sumamente sorprendido y confundido cerebro, tomó mi mano. Sentí vida entre sus dedos.
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Hydor
Teen Fiction¿Qué pasaría si después de años de larga sequía conoces a una chica con características diferentes al del resto de las personas que conoces? ¿Qué si descubres que puede no ser precisamente humana? ¿Sería grave si te enamoras de ella y luego descubre...