Bella
Ver la florería de Josephine me produjo alegría y tristeza en partes iguales. Quería acercarme, saludarla y abrazarla. Beber té como en los viejos tiempos y conversar sobre las últimas películas en la cartelera de cine. Ella me dio el escape que necesitaba de mi padre. Me dio un propósito.
Pero ya nada era como antes. Yo solo era una sombra de mí misma. Atrapada con un hombre que me había secuestrado y me aterraba. No quería exponer a Josephine ni condenar su vida a una persecución. Lo correcto era mantenerme alejada y dejar atrás el pasado.
La pequeña Bella que ella conocía dejó de existir.
Ahora estaba sola.
Regresé al auto sin mirar atrás. Mi corazón se rompía con cada paso, pero tenía que seguir adelante. La única manera de ganar una guerra era sin debilidades. Sin nada que perder. Odiaba que me hubieran arrebatado la poca alegría que tenía. Fui chantajeada, degradada, humillada. Le había dado a Aleksi lo que quería, pero todavía me sentía desesperada. El chip en mi cuerpo era como un arma invisible apuntando mi cabeza. No era la libertad que buscaba. Mi vida ya no era mía.
—¿Señorita? —La voz de Viktor me hizo regresar a la realidad y lo miré aturdida.
—Sácame de aquí—susurré—. Sácame de aquí.
Me abrió la puerta sin cuestionar y me ayudó a entrar. Sentía los ojos hinchados y el alma en trizas. No fue hasta que me miré a través del espejo retrovisor noté que estaba llorando ruidosamente. ¿Cómo ocultaría esa tristeza? No tenía importancia. Nadie se preocupaba por mí. Era yo contra el mundo. Siempre fue así.
Cuando Viktor estacionó, comprobé que cualquier signo de angustia había desaparecido y me apliqué otra capa de labial. Ignoré su mirada interrogante y salí a mi encuentro con Cassie en el centro comercial. Si había una persona en la faz de esta tierra que podía animarme era ella. Su cabello rojo estaba recogido en un moño desordenado, sus mejillas sonrojadas por el frío exterior. Acomodó la bufanda alrededor de su cuello antes de acercarse con una sonrisa. El cachorro en sus brazos ladró al verme y chillé de emoción. Viktor a mi lado observaba el reloj en su muñeca. Pobre hombre. El día recién había empezado.
—¡Cassie!
Corrí a su encuentro y nos abrazamos fuertemente sin aplastar a Cookie. La adorable criatura sacudía la colita compartiendo la misma alegría. Cassie lo dejó al suelo y empezó a saltarme. Era tan lindo. De repente una idea divertida pasó por mi mente. ¿Qué pensaría Aleksi si adoptaba un cachorro? Me puso el chip porque a su extraña y retorcida manera no quería verme deprimida y sola en la mansión. Un perro sería la compañía perfecta.
—Cuando me llamaste creí que se trataba de una broma —dijo Cassie en tono de incredulidad y miró a Viktor detrás de mi espalda que se encontraba atento en una esquina—. ¿Cómo lo convenciste?
El nudo me apretó la garganta y sonreír fue el acto más falso. Se me puso la piel de gallina al pensar en el bisturí del médico cuando me puso el chip. Mi nuca latió de dolor y por un segundo todo se desvaneció. Aleksi era un hijo de puta malvado, pero siempre se aseguraba de superarse. Lo que me hizo era inhumano. Estaba tan decepcionada, aunque no debería. Era estúpido esperar algo bueno de él.
—Tengo ganas de tomar crema batida—Le sonreí a Cassie mientras me agachaba y rascaba las orejitas de Cookie. El cachorro me lamió las manos—. Hay una cafetería aquí. Quiero estar sentada para contarte todo. Es muy abrumador.
Su sonrisa se desvaneció lentamente y me miró con los ojos entrecerrados.
—¿Estás bien? —preguntó y se corrigió de inmediato—. Claro que no. ¿Quién lo estaría con Aleksi Kozlov?

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Cautivos [En Librerías]
General FictionEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679