Capítulo Uno

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Me despierto, una mañana muy normal y lo único que veo es el tenue color amarillo pálido del techo. Hace poco más de un mes cumplí quince años, pero jamás nadie lo recuerda.
Me levanto y me siento en la orilla de mi pequeña cama individual en la que me acuesto todas las noches soñando con que algún día vuelva a pasar lo mismo que alguna vez sucedió...

Son las siete cincuenta de la mañana, me levanto muy exaltado de la cama mientras me maldigo por no haber escuchado mi alarma.
-¡Hijo, te quedaste dormido!- me dice mi madre.
-No, ¿en serio? Creía que apenas eran las seis y media- le respondo irónicamente.
-Ya, yo no tengo la culpa, Freddy.
-Odio que me digan "Freddy", eso lo aceptaba cuando era pequeño; pero sabes que siempre lo odie. Llámame por mi primer nombre, ¡EDUARDO!
Y es lo último que le grito a mi madre desde la habitación antes de entrar en la regadera.
Salgo unos minutos después y ya está mi desayuno, pero me voy directo hacia la puerta y salgo directo mientras mi madre me maldice por dejarle el desayuno, de nuevo. Bajo dos pisos de escaleras del pequeño edificio gris y salgo por el zaguán.
Corro hacia el autobús de las ocho que está apunto de salir. Subo y le entrego el dinero exacto al conductor; siempre son el mismo tipo de conductor: un tipo gordo o con sobrepeso, con cara de pocos amigos, su corbata roja y un pantalón negro percudido.
El camión arranca casi vacío, como siempre, y yo me siento en el primer asiento disponible más cercano a la puerta.
Me pongo los audífonos y suena "Talking to the Moon, es una canción triste, pero tan bonita que me encanta; saco mi libro de la mochila y miro mi ejemplar de "La Noche de Tlatelolco", es una crónica de lo sucedido en en 68 y la verdad me da mucha tristeza ver que tantas personas murieran por un estúpido capricho política. Comienzo a leer y después de quince minutos miro hacia la ventana y observo a un señor vendiendo sus tamales, una señora caminando con su hijo de la mano, una pareja de novios y la misma fuente apagada desde hace un mes y que según el gobierno está en "remodelación".
Faltan dos calles para que llegue a la escuela y eso me devuelve a la realidad, a pesar de ser el regreso de vacaciones de navidad, me siento tan mierda, debía estar temprano para llegar a la presentación de Frida, ella quería que estuviera allí para que la hiciera sentir más segura, aunque aún sin mí es una chica muy segura de sí misma y de lo que piensa, dice y hace. Bajo corriendo del autobús y guardo corriendo los audífonos y mi celular en la sudadera. Subo a toda prisa los escalones hacia la sala de proyecciones y entro un poco desesperado esperando que Frida no haya empezado y creo que para mi suerte, no.
El señor Cortés me dice que pase aunque tengo retardo y me siento en mi habitual silla del fondo.
La exposición comienza pocos minutos más tarde y miro de reojo a mi amiga que me mira nerviosa y yo le digo con los labios "suerte".
No dura más de 30 minutos hablando del suicidio en adolescentes, todo esto me trae muy malos recuerdos, pero a pesar de esto la presto mucha atención y cuando termina le aplaudo con mucho entusiasmo. Creo que lo hago por dos cosas: 1) porque todo fue muy interesante y, 2) es mi única amiga (ignorando a Diego, Alejandra y Emma, pero ellas sólo me buscan para hacer desastre y él es el único amigo hombre que he tenido).
Todas las clases son muy aburridas, en algunas incluso me pongo a escuchar música y anotar simultáneamente todo sin que el profesor lo note.
Lo único bueno del día es cuando observo detenidamente a Rodrigo, aunque todo mundo lo conoce como Rod; suele ser muy hiperactivo y molestar a los demás, pero aún así lo considero como una persona inteligente, atractiva, tierna y sobre todo guapo. Es un poco tonto, pero es muy difícil que te gusten dos personas, porque creo que también Naomi también es muy linda, inteligente y bla, bla, bla... No suelo ser muy romántico, pero esas dos personas sacan todas las cursilerías yo todas esas estupideces del amor.
Aunque todo es muy irónico, porque después de decirle a mis padres que era bisexual, o por lo menos así lo consideraba, todo se transformo en una vida complicada, estresante y estúpida.
Jamás creí que me pudieran gustar dos personas al mismo tiempo, pero aquí estoy, sufriendo por dos personas que jamás me van a poder corresponder.
Algo me saca de mi ensueño, mierda, el profesor de física está cuestionándome algo sobre gravitación universal que ni entendí.
-¿Entonces joven Alfredo?
-¿Qué? ¿De qué hablamos?
Se oyen muchas risas de mus compañeros, al tiempo que el profesor Antonio comienza a callarlos.
-¿Entonces joven?
-Disculpe profesor, no le he estado poniendo atención.
-Bueno jóvenes la gravitación universal...
Y él sigue hablando mientras yo vuelvo a ponerme los audífonos y vuelvo a observar al estúpido y sensual de Rod. Tiene unos ojos no muy grandes, pero unas pestañas hermosas, una sonrisa genial que me mata y un abdomen que ¡uf! Jamás ha notado cómo lo miro cuando se cambia en educación física o la vez que fui con él y otro compañero a su casa. Pero dejé de "hablarle" y todo se fue al carajo. Llevo un año, aproximadamente así.
Sé que no debería pensar en él de esa forma y mucho menos sabiendo que tiene novia. Pero por mas que intento no tenerlo en mi cabeza, más se aparece, hasta en mis sueños.
Termina la clase de física y le sigue la de matemáticas, ese profesor es muy bueno y suelo prestarle más atención que a los demás. Entra en el salón y pregunta cómo nos fue a todos en vacaciones, que si salimos, etc. Algunos de mis compañeros alzan la mano y relatan sus viajes a Europa, otros a diferentes partes de América y algunos más a playas o destinos nacionales. Yo sólo fui con mi tía y mis muchos primos políticos a su casa del Estado de México.
Después de esto comienza a explicar un tema nuevo sobre ecuaciones, "esquis" y otras cosas, de las cuales capto casi todas.
Esta era la última clase así, que al sonar el timbre todos se levantan, recojen sus cosas y se van; mientras recojo la basura del salón como es mi costumbre, veo cómo Naomi sale con sus amigas y Rod se va del salón tomado de la mano con Catalina, su novia.
Termino de levantar la basura, tirarla, tomo mi mochila y salgo de la escuela un poco apaciguado. No debería de afectarme tanto el que Rod y Naomi no me hablaran o algo así, pero no sé, lo hacen sin saberlo.
Subo de nuevo al autobús y veo que ya son las ocho y cuarto, me pongo los audífonos e intento leer un poco, pero la luz es muy tenue para alcanzar a distinguir las letras.
Así que miro por la ventana y veo cómo pasamos varías calles pequeñas; la mayoría de las adyacentes a la avenida son estrechas y obscuras, sin embargo las paralelas son un poco más anchas. Miro cómo el señor de la paletería cierra la cortina y un borracho se tambalea cerca de él.
No falta mucho más de una cuadra para que se vea ese pequeño edificio en el que he vivido casi toda mi vida, así que me levanto del asiento y toco el timbre, el conductor abre la puerta y desciendo; camino unos metros de regreso, abro el zaguán, subo las escaleras y entro a mi casa. Reviso si hay alguien, pero nada. Mi madre debe de seguir trabajando y mi padre también, así que me voy al cuarto en el que dormimos los tres y conecto mi MP3 al auricular y comienza a sonar mi música a un volumen medio-alto.
Me tiro en la cama y reviso mi teléfono para ver si tengo algún mensaje de WhatsApp; pero nada, suelo ser yo quien manda mensajes para chatear con alguien así que mejor me pongo a leer un rato.
Me distraigo después de que suena la puerta del departamento y salgo a revisar quién es, aunque es algo muy lógico. Es mi madre y entra diciendo:
-¡Alfredo, ya llegué!
-Creo que es muy notorio.
-No me contestes así, eh.
-Bueno, ¿qué tal te fue?
-Nada más de lo normal, mi jefe está de pesado otra vez, mucho trabajo y pues ya.
Y eso es lo único que hablamos hasta que me grita para decirme que ya está la cena. Hay ensalada rusa con pollo, me siento y comemos con mi música de fondo, pero sin decirnos nada. Y Alberto entra por la puerta unos minutos después:
-Ya llegué y tengo mucha hambre.
-Siéntate, deja te sirvo.
Se sienta junto a mi madre y me paro a saludarlo, noto el olor a alcohol que quizo esconder con enjuague bucal. Y eso cambia mi cara, odio que se beba; no es de las personas que se ponga borracho hasta no recordar nada, pero odio que al tomar se vuelva muy intolerante y eso que mi padre es de las personas más tolerantes que conozco, porque siempre terminamos discutiendo.
-¿Qué tal te fue?
-Bien, vengo muy cansado y me duele mucho el pie-responde cortante mientras se vuelve a llenar la boca.
Ya casi acabo de cenar, sólo tengo que aguantar unos minutos más y creo que me podré ir a acostar.
Mi madre regresa con un plato grande y bien servido justo cuando acabo de terminar.
Me levanto, llevo mi plato a la cocina, lo lavo y regreso al comedor-sala.
-Me voy al cuarto.
-Ven acá, deja que tu papá termine y te puedes ir.
Dice justo lo que no quería escuchar. Le hago discretamente la señal de que ya está tomado, pero lo niega con la cabeza y hace que me siente.
-¿Por qué nos evitas, eh?
-No los evito, sólo quería ir a leer un rato.
-Yo no me creo eso, de seguro vas a ir a hablar con algún chavo, con eso de que también te gustan.
Sabe por dónde me duele, sabe que odio que no lo acepten, que crean que es malo. Pero aún sabiendo todo eso, me lo dice.
-Claro que no papá, sólo quiero ir a dormir.
-Ajá, sabes que no estoy de acuerdo con tus tendencias y mucho menos voy a propiciarlas.
-Pero no estás propiciando nada, sólo quiero ir a leer. Díganme, ¿por qué creen que es malo?
-No es que creamos que sea malo- dice mi mamá.
-Sólo que va en contra de la naturaleza humana -apoya mi padre.
-Y sabes que todo lo que va en contra de la naturaleza es malo -finaliza mi madre.
Ellos solos se contradicen, pero no les voy reclamar nada. Mejor me quedo callado y no les digo lo que creo, es más fácil que escuchen lo que quieren a que escuchen lo que pienso.
-Está bien, ya sé que está mal.
-No, no está mal, sólo va en contra de la naturaleza.
-Ajá, voy a cambiarla de canción- digo y me levanto.
-¡Te quedas! ¡Te estoy diciendo pero eres necio!
-Sólo quería cambiarlo de canción.
-Ya, ¡cállate!
-Alfredo, no contradigas a tu papá.
-Está bien.
-¡No! ¡No está bien! ¡Siempre haces lo que quieres! ¡Jamás nos escuchas! ¡Nunca haces lo que se te dice!
Agacho la cabeza.
-¡¿Me estás escuchando?!
-Sí.
-Bueno y ya cállate, sólo te gusta molestarnos a mi y a tu madre.
-No quiero molestar.
Saco mi teléfono porque vibra, pero sólo es una promoción de la telefónica.
-Mejor te voy a quitar el celular, a ver si así ya te estás en paz.
-Pero no he tocado el teléfono más de un minuto.
-Siempre te la pasas ahí pegado- dice mi mamá.
-Pero...
-Pero nada, siempre estás ahí pegado y no convives con nosotros. Te lo voy a dejar, pero ya déjalo.
-Ok, ya me voy a acostar mi papá ya acabó.
-Ya duérmete y me dejas el celular abajo, si te lo subes te lo castigo.
-Ya lo sé, siempre me lo dices.
-No me digas eso- me suelta una bofetada.
-Perdón
-No, nada de perdón. Sólo no me contestes mal y cambia tu actitud tan negativa.
-¡No quiero que le contestes a tu mamá!
-Ok, ¿ya me puedo ir?
-Ya vete.
Camino lo más rápido que puedo al cuarto, me sube a la litera, me pongo los audífonos del MP3 y comienzo a llorar. Odio llorar. Me siento tan débil, debería no ser tan sentimental, me odio a mi mismo por ser tan estúpido.
Y otra vez no me duermo hasta las cuatro y media.

Una persona, Dos CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora