Capítulo 1

31 2 0
                                        

En la mañana María Isabel salió de la casa hasta el portón que conducía a la calle de mano de su esposo Alejandro para despedirlo a su trabajo, el se despidió de ella y de costumbre le obsequió una rosa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En la mañana María Isabel salió de la casa hasta el portón que conducía a la calle de mano de su esposo Alejandro para despedirlo a su trabajo, el se despidió de ella y de costumbre le obsequió una rosa. Ella le agradeció con una dulce y bella sonrisa que termina bastante por alegrarlo por todo el día y le daba energía para lo difícil y duro que podía ser su trabajo. María Isabel después de despedirla y el marchandose en su auto, retornaba a la casa a ocuparse de sus quehaceres que, por lo regular, eran pocos, porque, como tenía dos sirvientes a su servicio solo tenía que dar órdenes.

En todo el camino iba oliendo y tocando la rosa y esto animaba su espíritu y, al igual que él, mantenía alegre todo el día hasta que pudieran verse en la tarde de nuevo cuando él regresara a la casa a comer.

Una mañana, después de haber despedido a su esposo y retornar a la casa, le pidió a Dora, quién era la sirvienta, que colocará agua fresca en la regadera para regar las flores que cuidaba como si fuesen su propia vida. La pegaba y a la vez le cantaba apasionadamente como para reanimarlas y darles vida a través de su canto, las tocaba una por una y limpiaba las ramas y las flores secas que ya no servían. El timbre sonó y Dora, quien estaba aseando los muebles de la sala, al escuchar el sonido del aparato dejó lo que hacia para ir de inmediato a abrir la puerta. Era Virginia la amiga de María Isabel, quién vino a visitarla.

-¡Hola Dora!; ¿está la señora en la casa?

- Si..., pero no se quedé usted parada hay en la puerta, adelante que enseguida le aviso a la señora que está en el jardín, que usted esta aquí.

-Deja que yo voy, después de todo conozco la casa como si fuera mía.

Virginia pasó por la sala para llegar al jardín que se encontraba en la parte oeste de la casa. En este momento María Isabel transplantaba unas flores y estaba terminando de tapar el hueco en la tierra, después de tapar el hoyo tomó la regadera, para mojar el lugar donde había terminado de trasplantar las flores, cuando escuchó una voz detrás de ella que la llamó:

-María Isabel ¡Hola! Dijo Virginia levantando los brazos.

Esta se volteó para ver quién era, cuando se dió cuenta que era su amiga Virginia, soltó la regadera y pasó sus manos por toda su frente para secar el sudor de su cara. Le dijo a Virginia que aguadara un momento que enseguida iba para allá. Se quitó los guantes que cubría sus manos y los dejó al lado de los otros utensilios.

Caminó hasta donde ella estaba y, al llegar donde ella se dieron un fuerte abrazo como dos amigas inseparables.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 15, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Casa Del LagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora