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Ardor, es lo que siento sobre el pellejo de mi espalda. Eso y un espantoso gemido atascado en mi garganta que pugna por salir.
Volteó y lo veo parado detrás de mí portando un cinturón con una enorme hebilla manchada de sangre.
Intento correr pero me golpea en la pierna con demasiada fuerza y me caigo.
Con ojos bañados en lágrimas le ruego que se detenga, él continúa pegandome mientras estoy en el piso, ya no con el cinto sino dandome patadas. Cuando se detiene, me toma por el cuello dejandome casi sin poder respirar.
- Puta de mierda, ojalá te pudras s- dice Marcos con la cara roja de ira. Pero se detiene rotundamente... y me mira como si estuviese arrepentido de lo que acaba de hacer.- Disculpame mi amor, no se que me pasó. Te pido que me perdones, no lo voy a volver a hacer.

Lo perdono...( como tantas veces) y se va a dormir.
Me quedo en la cocina viendo caer mis lágrimas sobre los platos recien lavados.
- "Por suerte Leila no escuchó"- susurro para mis adrentos.
Leila es mi hija, tiene 8 años.
No es hija de Marcos, sino de una relación anterior. Augusto era su nombre, nos dejó cuando Lei tenía 2 años, yo 18.
A Marcos lo conozco desde que tengo memoria. Es el sobrino de una amiga de mamá. Ambos frecuentabamos las reuniones de ambas.
Un día nos vimos en un boliche, me llevó a bailar a la pista, charlamos , bebimos un poco y pasamos números. A partir de ese momento. Nos volvimos inseparables. Comenzamos a salír y luego de un par de meses ya eramos novios oficialmente.
La relación fue maravillosa.
Para Leila se volvió su papá del corazón.
Luego de dos años nos vinimos los tres a vivir aquí.
Los primeros 4 meses fueron hermosos, pero no nos dimos cuenta de que el infierno llegaría en poco tiempo.
Todo comenzó una noche. Mis amigas me habían invitado a salir a bailar, yo acepté. Cuando le avisé a Marcos su rostro cambió completamente, me dijo que él estaba por salir con sus amigos y yo debía quedarme a cuidar la casa ya que Leila quedaría sola y ese era mi deber como mujer.
Me opuse. Comenzamos a discutir.
De pronto, repentinamente, me golpeó en la boca a puño cerrado, me largué a llorar al instante sintiendo en mi boca un enorme buche con sabor a sangre.
Él se dio cuenta de lo que había hecho, me abrasó, me consoló, prometió no hacerlo nunca más ( obviamente le creí) y me dejó ir a bailar.

Esa escena se repitió ( y aun se repite) varias veces. Le aviso que salgi, se enoja, discutimos, me pega, me pide disculpas y yo lo perdono como una ilusa.
Noto que entra algo de luz en la cocina y salgo al patio para poder apreciar mejor el único regalo que puedo recibir en momentos tan desesperante s como estos, la salida de la luna, es magnífico espectáculo que nos brinda la naturaleza y muy pocos solemos apreciar.
Dejo que su flamante luz ilumine mi rostro mojado en lágrimas, siento como una suave brisa me acaricia.
Ella es la única que me ve llorar en las noches de soledad.
Es demasiado tarde. Entro a la cocina a terminar de lavar los platos, no valla a ser que Marcos o Leila se levanten por la noche y encuentren todo sucio. Luego me voy a dormir.

Mil Noches Bajo La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora