El Fin

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El despertador sonó marcando las siete y media de la mañana. El ambiente estaba frío y oscuro como siempre.
¡Cómo anhelaba tener alguna abertura en la habitación por donde entren los rayos de sol en las mañanas, así no tendríamos que usar esta fría luz artificial!
Un temblor se sintió por toda la habitación. ¿Un terremoto? No, eso no sucedía desde hace unos ochocientos años.
¿Entonces que era? Simple, el retumbar de las pisadas de nuestro Tiranosaurio-rex, y otro dinosaurio más.
Salí corriendo de mi habitación por los cuadrados pasillos de metal. Se podía sentir a la humedad escapándose por las agrietadas paredes que dejaban a la vista la oscuridad que trataban de cubrir con sus brillantes y fríos cuerpos.
El olor a tierra mojada se hacía menos intenso conforme me acercaba a la superficie. Subí los veintitrés escalones que me separaban de la naturaleza, y ahí estaba; tan bella como siempre, con sus millones de árboles de diferentes tipos y los animales que se abastecían de la gran variedad de plantas que el bosque les brindaba.

Escuché el sonido de el aire siendo batido por unas grandes alas. Moví mi vista hacia el cielo y pude notar a mis padres llegando en su Pterodáctilo.
Hoy era un gran día ya que a mis dieciséis años podía poseer un dinosaurio, sabiendo las responsabilidades que eso conllevaba. Mi regalo estaba jugando con nuestro Tiranosaurio-rex, un velociraptor jóven, de aproximadamente unos cinco años, - un poco más del tiempo en que tardaban en adiestrarlo - el cual todavía no llegaba a alcanzar su altura máxima. - la cual era de casi dos metros de altura - Pero antes de ir a buscarlo, mi madre me llamó con un silbido, un tono característico de ella.

-Felicidades hijo mío, lo mereces por todo tu esfuerzo - me dijo mi padre, quien se encontraba a su lado, mirándome con orgullo, y dándome unas palmadas en la espalda luego de haberme acercado a ellos.

-No puedo creer que mi pequeño ya tenga dieciséis años - Dijo mi madre, secándose una lágrima que se le había escapado de la felicidad y la emoción. - Parece que fue ayer cuando te tuve por primera vez en mis brazos.

Les dí las gracias, los abracé, y me dirigí a Ashton, - Así es como pensaba llamar al velociraptor - me acerqué despacio hacia él para que no se asustara, y una vez estuve frente a él, le acaricié la frente para que me tenga confianza.
Se acostó, dejándome subir en él y luego de haberme sujetado bien y haber dicho "a la escuela", partimos como un rayo por los caminos de tierra seca en los que se podía distinguir fácilmente las diferentes huellas de dinosaurios.

Aquel día, me habían contado de que aquellos reptiles aparecieron millones de años antes que nosotros, y que nuestra raza tuvo que aprender a convivir con la suya para poder sobrevivir.
Es por eso que nuestras viviendas, la escuela, el supermercado y todo lo demás se encontraba bajo tierra. Porque una sola pisada de un dinosaurio destrozaría completamente una casa sobre la superficie, un pequeño temblor provocado por un grupo de los grandes reptiles corriendo destrozaría miles de ventanas. Y también temíamos por nuestra seguridad al quedar expuestos a los carnívoros.
Es por esto y muchas cosas más que el hombre se animó a domar a estos animales, facilitando nuestro transporte y nuestra seguridad, ya que algunos túneles no estaban conectados y había que ingresar a ellos por arriba, poniendo en riesgo nuestra vida.

Miré al cielo una vez más. Hace unas semanas habían dado la noticia de que se estaba propagando una enfermedad mortal, y que los científicos que buscaban desesperadamente una cura morían contagiados a la semana. Por los canales de noticias advertían de que era tan poderosa que podría también llegar a infectar a los dinosaurios.
¿Podría ser cierto?
Y, si toda la vida en la Tierra llegase a extinguirse en un par de meses y en algunos millones de años se repoblase nuevamente con una especie similar a nosotros los humanos, espero que sepan estar en paz con la naturaleza como nosotros lo hicimos, que la domen pero que no la destrozen, y que si nosotros pudimos vivir en túneles y montados a grandes dinosaurios, que ellos puedan vivir en la superficie sin ser derrotados por otra especie.

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