Creepypasta: ❤ Pastelitos ❤

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Segunda Parte

Dejando en el suelo el cráneo de Gilda, la poni rosada agarró un escalpelo con su pezuña y caminó hacia el costado derecho de Rainbow Dash. Sin titubear, posó la hoja una pulgada por encima de la Marca de Belleza e inició un corte circular a su alrededor. Dash gritó adolorida y trató de zafarse, pero las correas la mantuvieron quieta. Terminada la incisión, Pinkie tomó un cuchillo de hoja curva de la bandeja. Haciendo una mueca de concentración, fue introduciendo el cuchillo y retirando la piel del músculo. Dash apretó los dientes y entre lágrimas observó cómo era despellejada. Pinkie se dirigió al otro lado de la poni y repitió el proceso. Una vez que había finalizado, sostuvo ambas Marcas de Belleza enfrente de su amiga y comenzó a maniobrarlas como si fuesen pompones. Dash sólo gimoteó. Sus muslos ardían como nada que hubiese sentido antes.

Haciendo los parches de piel a un lado, Pinkie tomó un enorme cuchillo de carnicero y se colocó detrás de la pegaso azul.

-Espero que no te importe, pero creo que estirarás el ala. -Se rio. Tomó el ala izquierda con su boca y se entretuvo con ella por unos cuantos segundos, jalándola para que el dolor agudo avivara el fuego en los muslos de Dash. Luego, tensando el ala, batió la hoja con firmeza sobre su base; instantáneamente, Dash gritó y apartó su extremidad. El movimiento hizo que le fallase la puntería a Pinkie. Trató de dar en el blanco de nuevo pero falló, e hizo un corte profundo en la espalda de Dash.

-Dash, te tienes que quedar quieta o seguiré fallando -le advirtió Pinkie mientras su amiga aullaba.

Hizo otro intento, y dio en el blanco. Una y otra vez. Sangre salpicaba por los aires, pero pronto se dio cuenta de que no llegaría a nada. El cuchillo no atravesaba el hueso.

-Olvidé afilarlo, supongo... Usaré algo más -dijo Pinkie con toda naturalidad tirando el cuchillo por encima de su hombro, clavando la hoja en la mesa. Entre el velo de dolor y lágrimas, Dash escuchó el sonido de una caja de metal abriéndose y cerrándose.

-¡Lo tengo!

Pinkie colocó la sierra en la piel machacada de su último corte. Parada sobre sus patas traseras, aserró el ala con sus pesuñas frontales; la hoja se hundió sin esfuerzo en la piel y el hueso. La sensación de los dientes de la sierra triturando su espalda hizo que Dash quisiese vomitar. Miró entumecida cómo su ala voló por su rostro y aterrizó lentamente sobre la mesa. Pinkie se posicionó enfrente de la otra ala y comenzó a aserrar. Cansada de luchar, Dash no opuso resistencia esta vez y se concentró en retener sus gritos de agonía. Abruptamente, Pinkie detuvo el aserrado. Apenas iba por la mitad, el ala prendía de un trozo de carne.

-Oye Dash -dijo Pinkie-, ¡piensa rápido!

De improviso, Pinkie jaló el ala tan fuerte como pudo. El hueso se quebró pero la piel azul de la poni se sostuvo, luego se rasgó. Su fuerte jalón arrancó una buena parte de la piel de Dash desde su espalda hasta su cola. Su cuerpo se estremeció ante el inesperado traumatismo. En lo que su pelvis se tensaba, Dash sintió un líquido tibio deslizarse entre sus piernas, y su ruidosa e interminable sinfonía de dolor llenó la habitación. Incapaz de recuperar el aliento, se desmayó.

Despertó jadeando. Un hilo de orina se colaba por sus fosas nasales. Mientras se volvía más consciente de su entorno, notó a una muy decepcionada Pinkie Pie retirando una enorme jeringa de adrenalina de su pecho. Pisoteando el suelo con sus casos, la frustrada Pinkie Pie agredió a su víctima indefensa:

-¿Acaso nadie te ha enseñado modales? Es de muy mala educación quedarse dormido cuando alguien te invita a pasar un tiempo con él. ¿Qué te parecería que yo fuese a tu casa y me quedase dormida? «Oh, lo siento Dash, eres tan aburrida que creo que tomaré una siesta». ¿Acaso crees que me gusta hacer esto por mi cuenta? Te comenté lo emocionada que estaba cuando me di cuenta de que serías la siguiente. Me puse tan feliz de tener a una amiga aquí para variar. Pero NOOO, tenías que pasarte de desconsiderada. Sabes, pensé que eras fuerte. Pensé que podrías soportar cualquier cosa. ¡He tenido potrillos que han resistido más que tú! ¿Acaso tengo que mimarte?, ¿ah? ¿Así es como quieres que te recuerde, como una bebé?

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