Se miró al espejo buscando alguna imperfección.

«Mi hija» pensó la madre de Elizabeth. «¿Qué he hecho mal?»

Había considerado que solo era una etapa pero ¡ya tenía cuatro años! ¿Cuántas etapas más iban a haber hasta que llegara a la pubertad?

Miró una última vez su largo cabello rubio, su rostro perfectamente maquillado, el pensamiento de su hija llegó, junto con un disgusto instalado en su rostro. Finalmente, salió del baño. Cuando llegó a la sala del comedor, observó los únicos utensilios para un par de personas. Maldijo por haber sido tan estúpida y haberse enamorado del peor hombre. Fingió su, ya común, actitud de buena madre y se dirigió al jardín delantero.

-Elizabeth, hora de la cena-. Miró a la niña, y se arrepintió con mucho más rencor, haberse abierto de piernas para ese bastardo, que por hoy, brillaba por su ausencia.

Elizabeth ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora