Abriendo puertas

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En ese momento desperté, desperté de un largo sueño demasiado real. Por fin  recuperé la cordura de la que su ausencia me había estado cegando todo este tiempo, me di cuenta que ya no me quedaba nada aquí, todo lo que alguna vez tuvo que ver conmigo está ya en otro lugar, solo me queda mi mochila, mi ropa y ese montón de seres que se pasan el día persiguiéndome, a mi, y a todo lo que brille, haga ruido o se mueva.

Es por esa razón por la que ya no puedo más, no puedo seguir sola en este mundo, no de esta manera, no cuando sobre mi conciencia caen el peso de tantas muertes y tantas tragedias.

Es por eso que tengo este bote de pastillas en la mano, uno de los pocos que quedaba en la farmacia ya casi vacía, y que, después de unos minutos, quedará vacío también.

Espero tener la suficiente fuerza de voluntad, por muy irónico que suene, para esto necesito fuerza de voluntad y no para seguir viviendo, pero es que esto es tan fácil...sólo vaciar el frasco en mi boca y añadir un poco de agua, ...y vivir es tan difícil.

Estoy cansada, quizás a haya llegado mi fin, un final tranquilo y silencioso, sin causar mas daños.

Una y dos pastillas introduzco en mi boca, un poco de agua y las trago fácilmente, cuando voy a introducir la tercera, el sonido de esos seres que me persiguen empieza a llegar a mis oídos, están lejos, quizá me desmaye antes de que lleguen hasta aquí. Me dispongo de nuevo a ponerme la pastilla en la boca, pero el ruido estridente de unos disparos me sobresalta, me giro y veo, a una larga distancia, un grupo de tres personas acercándose a mi, me pongo de pie y guardo el bote de tranquilizantes. No se que hacer, huir, tratar de esconderme, o simplemente quedarme aquí, quieta, porque es lo único que el efecto de las patillas me permite hacer.

En poco tiempo puedo verlos mejor, desde la distancia, creo reconocer a alguien, una de esas tres personas me resulta familiar, cuando se acerca más a mi, más aumenta mi asombro, no puede ser, él ya está muerto, yo lo dejé sobre aquella mesa, no respiraba, no se movía, y yo no tenia el valor de evitar que se transformara en una de esas cosas, no podía ser yo, la que acabase definitivamente con su existencia, así que me alejé de ese lugar, huí, como hago siempre, tratando vanamente de olvidarlo todo.

Pero nada daba resultado, ya solo había oscuridad, y todas mis puertas estaban cerradas con llave. Cada persona que perdí se llevó una llave, solo quedaba cerrar la mía, mi pequeña y entre abierta puerta. Las personas que se acercaban a mi cada vez estaban a menos distancia, y mas claro podía verlos, no puede ser él, pero lo es, lo reconocería en cualquier sitio y de cualquier forma. Antes de que me de cuenta han llegado hasta mi, y él está abrazándome.

Quizás no todas las puertas estuviesen cerradas, quizás, sólo quizás, debería haber mirado mejor. Así que voy a pasar un poco más de tiempo, aquí, intentando abrirlas.

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