El padre Bernabé es español y siempre nos habla de su pueblo, que es Alpedrete, aunque algunos niños del poblado dicen Alpedete, y él se enfada porque dice que eso suena muy mal, pero ninguno de nosotros entendemos lo que quiere decir. También nos cuenta cosas de su familia, sobre todo de su hermano Germán, del que dice que es muy importante porque dirige un club de fútbol en su país, y por eso nos ha enseñado las reglas y todos los días que podemos jugamos en el campo. El padre Bernabé nos explica que el campo no es el campo, y siempre nos lía, porque según él el campo es un sitio de hierba muy cuidada con mu-
chos asientos por todos lados, levantados hasta casi las nubes, donde la gente se sienta para ver jugar. Tampoco los porteros son los porteros, porque yo creo que los porteros son los que se tiran para parar los balones, pero él nos dice que los porteros van con pantalón largo y a quien paran es a la gente para ver si tienen la entrada, con lo que nos lía más, porque yo creía que la entrada era lo que hacían los defensas a los delanteros. La verdad es que en su país, que es España, el fútbol debe de ser muy raro, aunque él nos dice que el juego es igual que aquí, y que lo único que cambia es lo que no es el juego, o sea, el fútbol, y aquí ya aca- bamos de hablar porque ya sí que no le entiende nadie.
Pues, como he dicho, tenemos mucho campo alrededor de la aldea, y un poco de campo es el campo, en el que hemos señalado con piedras unas líneas para no salirnos mientras jugamos, y otras líneas, estas señaladas con bananas, para que el portero sepa hasta dónde puede tocar la pelota con las manos; y también hemos puesto unos troncos de árbol atados con lianas, que son
las porterías, y yo soy el especialista en colar el balón por entre los troncos de árbol. Mgongo, que es un chico al que le falta una pierna porque un cocodrilo le atacó hace años junto al río, guarda el silbato en una caja, y cuando jugamos el partido se coloca encima de un montículo de madera situado hacia la mitad del campo, y dirige el en- cuentro. Pita mucho cuando los contrarios se acercan a mí, pero no por ser mi amigo, sino porque yo los vuelvo locos con mis cabriolas y no tienen más remedio que ponerme zancadillas para pararme. Así que yo, poco a poco, o sea, falta a falta, voy avanzando hacia la portería contraria, y dice el padre Bernabé que de cada tres veces que llego en una consigo gol.
He contado un poco de mi vida, de mi familia y de mis amigos. Como puede comprobarse el fútbol es lo que más me gusta, pero también en la escuela paso ratos buenos. Porque la nuestra es una escuela moderna. Esto lo digo porque nos cuenta el pa- dre Bernabé que no todas las escuelas de la selva tienen televisión, pero nosotros tene- mos, además, vídeo, y así podemos apren-
der muchas cosas y, sobre todo, conocer lugares a los que nunca podríamos ir.
Recuerdo bien la tarde en que llegó el padre con ese material. Regresaba de España, y se lo había regalado un señor que se llama igual que el doctor, o sea, el señor ONG. Nos reunió a todos los habitantes del poblado, y después de enchufar cables por un lado y por otro, de empezar a tocar botones y encenderse muchas lucecitas verdes, puso junto al vídeo un paquete negro donde se leía Alpedrete y el vídeo se lo comió como si fuera un bocadillo. Y entonces salieron por la televisión los familiares y amigos del padre, diciendo cada uno de ellos cómo se lla- maba y mandándonos saludos. Todos estábamos sorprendidos, y nos preguntábamos cómo cabía tanta gente ahí dentro, pero sobre todo nos asustaba lo pequeños que son en su pueblo, como un dedo nuestro, pero al final nos convencimos de que todos estaban metidos en el paquete negro, pero no de verdad, sino como en foto. Como trajo también otros paquetes con títulos distintos, la diversión del vídeo no se nos acaba nunca. Por ejemplo, hemos visto aviones, que pa-rece ser que vuelan aunque no tengan plumas, y es lo que usa el padre Bernabé cuando, muy de vez en cuando, se va a su casa una temporada. Un día me dijo, a mí solo, que el avión sí que es para él un misterio y que, si estudio mucho y voy a la universidad, algún día podré visitar la estación de aviones, que él llama aeropuerto, de la capital de mi país.
Así transcurre mi vida en el poblado. Por eso cuando llega el correo, que es una vez cada cuatro semanas, la misión se revoluciona bastante. Sobre todo el día en el que se recibió una carta anunciando al padre Bernabé la llegada de su hermano Germán. Fue tal su emoción que nos reunió a unos cuantos y nos la leyó:
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Locos por el Fútbol
AdventureEn esta historia pueden observar realmente lo que es la "inocencia" solo si son buenos entendedores. ¿El chico habrá sido un buen fichaje? Los dejaré con la duda.