Sala de espera

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Habían tocado a su puerta mientras ella preparaba la cena del día de hoy. No tenia ánimos de hacer algo grande, el día estaba lluvioso y nublado, y eso siempre la desanimaba, sobre todo cuando Kakashi no se encontraba en casa para hacerla reír. Sakumo, su pequeño de 5 años se encontraba leyendo en el sillón de su padre, tal cual copia del mayor sin percatarse de los temblores de su hermana menor, Rin de 3 años quien, en palabras de Sakumo, le tenía un miedo irracional y completamente exagerado a los relámpagos.

Por eso, cuando tocaron la puerta con un retoque pausado y fuerte a la vez, fue el mayor quien a paso calmo abrió la puerta ante la atenta mirada de su madre quien sabia de antemano de que es lo que se encontraba del otro lado de la puerta.

Un hombre alto y fornido se presentaba en el pórtico de los Hatake, enfundado en un traje que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel y cuyo rostro era oculto por una máscara de porcelana con trazos carmesí. Detrás de él la lluvia seguía cayendo a raudales, mostrando un triste cielo gris que solo auguraba penas y tristezas.

La presencia del conocido inundo el lugar, paralizando a los pequeños y ganándose la atención de la pelirrosa que desde la cocina le veía. No le había sorprendido verlo, Naruto siempre le visitaba, sin embargo su aura emitía furia, odio, tristeza y pesar, tantas emociones que nublaban la mente de los más pequeños sin que siquiera Naruto se lo propusiera.

-Sakura-

El siempre alegre y lleno de vida tono de voz de su mejor amigo le sonó abatido, casi no lo pudo reconocer. Con su mano enguantada quitó la máscara de su rostro, dejando ver lo descorazonado que se encontraba, como si intentara aguantar un gran dolor, y fue ahí cuando Sakura supo que algo no andaba bien.

-¿Dónde está Kakashi?- preguntó. No hubo respuesta.

-¿Dónde está Kakashi, Naruto?- volvió a cuestionar asustada.

Naruto bajó la mirada en ese momento, incapaz de verla a los ojos. Un pequeño gemido escapo de su garganta, luego otro y otro, unas pocas lagrimas abandonando sus ojos. Sakura se acercó a su amigo, insegura de querer saber la respuesta a su anterior pregunta, insegura de todo ahora.

-Naruto, mírame- y el sólo levantó la vista para volverla a bajar una vez más.

Ella tomó la barbilla masculina y la levantó a la altura de sus ojos para dejarle ver la angustia que por sus orbes se escapaba; ella necesitaba saber, fuera lo que fuera, debía saber... por mucho que doliera.

El verde y el azul se encontraron, miedo y desolación se congeniaron, dando a entender todo sin decir nada. No había más que decir.

-Lo siento... lo siento tanto-

El corazón de la pelirrosa se detuvo, sintiendo como su alma caía al suelo formando un eco que solo era opacado por los relámpagos de ese día tan gris. Sus piernas temblaron y Naruto lo vio, la sostuvo entre sus brazos para evitar dejarla caer, pero ella ya no era consciente de nada más. Kakashi, su esposo y el padre de sus dos hijos, el shinobi legendario, aquel que encabezaba el libro Bingo... ¡un shinobi de clase S demonios! El ninja copia no podía estar muerto ¡¡MALDITA SEA!!

Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas sin consuelo, mojando la ropa del rubio que en ese momento también compartía el dolor de su compañera. Kakashi tenía dos hijos, no podía dejarlos... Sakumo estaba a punto de graduarse como gennin y Rin entraría dentro de poco tiempo a la academia... le necesitaban... ella le necesitaba.

-¿Dónde está?- pregunto en un susurro lastimero que Naruto con trabajo alcanzó a escuchar entre el llanto y los temblores de la pelirrosa. Él no sabía que contestar, no quería contestar. Bajo la mirada en silencio, abrazándola aún más fuerte para intentar darle todas las fuerzas que necesitara para este momento, porque él también se sabía incapaz de soportarlo solo.

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⏰ Última actualización: May 25, 2016 ⏰

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