Prefacio

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   Las paredes eran grises. Y no era el típico gris que queda bien en las cortinas, si no que era un gris moribundo y sin gracia. El lugar no era limpio en absoluto. En todas las celdas había ratas o bichos y no había ninguna esquina en la que no hubiera telarañas. Con una simple mirada arriba, se veía que había demasiado moho y no era necesario preguntar para saber que los de mantenimiento llevaban años sin pasar por aquellos tristes pasillos.

   Los pasillos eran largos y parecían no tener final. Las puertas eran negras, pero no era un color natural. Prestando un poco de atención, se podía notar la capa de suciedad que teñía de negro la pintura blanca. El frío suelo era duro como una piedra y anulaba, sin duda alguna, la regla de los cinco segundos con la comida.

   Una agente de policía apareció por los pasillos con firmeza. Iba directa a la puerta B129 y por sus gestos rígidos, haciendo caso omiso del estado deprimente del lugar, era más que obvio de que no tenía escrúpulo alguno.

   Entró a la celda y sacó a empujones una joven de unos 16 años. Tenía un cabello negro bastante grasiento (pero de seguro más limpio que su celda) el cual ladeaba hacia el lado izquierdo tapándole así el ojo, permitiéndole ver solo por el ojo derecho. Sus ojos eran marrones oscuros y gracias al piercing rojo de la nariz poseía un aire rebelde. Su piercing rojo no solo favorecía su mirada, sino que combinaba con el blanco de su piel y con sus mechas rojas que ahora brillaban en un tono aceitoso.

   -¡Tienes visita! -la informó la agente.

   -¿Otra vez? -Respondió con un voz cansada-. Espero que no sean mis padre para preguntarme de nuevo si lo hice o no.

   La agente la llevó hasta la sala de visitas y la sentó en una de las mesas redondas que tenía la gran sala. La mesa estaba hecha de piedra y en el centro estaba escrito el nombre de aquel infierno: "Reformatorio de Memphis". La joven cogió aire y suspiró.

   -Llevo dos días aquí y ya he tenido cinco visitas.

   La joven bajó el rostro mientras esperaba a sus padres. Ya podía oír sus pasos desde la otra punta.

   -Yo puedo hacer que esta sea tu última visita.

   La chica se sorprendió porque la voz provenía de atrás y no era la de sus padres. Se dio la vuelta y vio a un hombre alto y robusto vestido de negro y gafas de sol.

   -¿Christina Beaton?

   Su semblante era serio y su voz salía con determinación e indiferencia, y al mismo tiempo, parecía más un gesto cordial que frío.

   -Sí. ¿Quién es usted?

   -Mi nombre es Stoll; Kurt Stoll.

   Extendió la mano como modo de saludo y una vez se presentó, tomó asiento frente a Christina.

   -Soy el director de la S.H.S., el Special High School, mejor conocido como la Academia para Jóvenes Especiales.

   -¿Jóvenes Especiales?

   -Señorita Beaton, usted tiene un don peculiar difícil de controlar.

   -Yo puedo controlarlo. -le cortó la pelinegra.

   -¿Está diciendo que quemó aquella casa a propósito?

   Aquello era un golpe bajo. Ella no había quemado la casa a propósito, había sido todo un accidente.

   -No. -apartó la mirada, pero sabía que el señor Stoll le pedía explicaciones-. Era la casa de mi novio. Mejor dicho, de mi ex-novio. Tenía las llaves, así que entré sin avisar. Quería darle una sorpresa...

   -Pero al final, te la dio él a ti.

   -Le vi besando a otra.

   Las palabras y su mirada llevaban su odio y desapruebo hacia aquel acto. No podía ni recordar la escena sin sentir repuganacia. Él era un completo cerdo.

   -¿Qué pasó después?

   -Empezamos a gritarnos... -Continuó a pesar de la vergüenza que sentía- y acabé quemando el sofá. Intenté apagar el fuego, pero solo lo empeoré. No lo hice queriendo, fue un accidente.

   -Como ya te he dicho, tienes un don difícil de controlar. La piroquinesis necesita tranquilidad. Sentimientos como la ira pueden llevarlo al descontrol.

   -¿Piro qué?

   -Piroquinesis. La capacidad de manipular el fuego.

   La conversación llegó a un nivel más interesante y curioso. Christina levantó la mirada y prestaba total atención a todas y cada una de las palabras del hombre de negro.

   -En el S.H.S. enseñamos a las personas como tú a controlar sus habilidades. Ya he hablado con tus padres y a ellos les gustaría que fueras; y a mí también. Voy a pagar tu fianza y me gustaría que me llamaras y me informaras sobre tu respuesta.

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⏰ Última actualización: May 26, 2016 ⏰

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