Epílogo

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Un desgarrador llanto acuchilló el sepulcral silencio de la noche.

Una mujer yacía tendida en una cama improvisada, dentro del establo. Estaba rodeada de toda la familia, todos ellos mirando con cara asustada. Ya estaban acostumbrados a los partos de su madre, pero esta vez era distinto. Le estaba costando mucho más, y sufría más también.

-Ve al pueblo y dile al cura que venga. ¡Rápido!-gritó el padre a uno de los hijos, (NOMBRE)

El niño salió como una exhalación, en dirección a la iglesia.

-Aguanta Marlene. El padre está en camino. -trató de tranquilizar a su mujer.

Pasaron diez minutos largos y tediosos, repletos de gritos de dolor, hasta que llegó el cura, junto a varias novicias.

Las novicias ayudaron a la madre a parir, y nada más ver a la nueva criatura, su rostro cambió. Era…¿miedo?¿preocupación?

-Padre, debería ver esto.-dijo una de ellas, con un hilo de voz.

El cura se acercó.

-¡Salid todos!

Cuando ya quedaron solo el padre, la madre y el cura, éste último dijo:

-Habéis engendrado una aberración. No puedo garantizaros su supervivencia.

La madre agotada y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida dijo.

-Por favor, padre. Usted conoce a la familia como si fuera suya. Quiero morir en paz. ¿Puedes prometerme que lo cuidaras?

El cura se quedó mirándola, sin saber muy bien que decir.

La madre, en mitad de sollozos prosiguió:

-Por favor, debe prometermelo. Por favor…

-Está bien, lo haré-tuvo que ceder-. Haré todo lo que esté en mi mano por protegerle.

La madre sonrió, y su último suspiro, su último hálito de vida, lo utilizó para pronunciar un imperceptible:

-Gracias.

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⏰ Última actualización: May 26, 2016 ⏰

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