Las palabras pronunciadas por el chico hicieron que mi piel se estremeciera; me sentí la persona más ridícula del mundo.
¿Qué me estaba pasando? Ni siquiera era capaz de responder su pregunta, pero... ¿Qué podría decirle? Seguramente ya habrá pensado que soy una acosadora, o una psicópata.
¿Qué le digo?
—Ehhmmm.. M-Me gusta tu di... Tu dibujo— ¿Es en serio, Elizabeth? ¿Solamente eres capaz de decir eso? Bueno, no me culpo. Tengo muchísimo tiempo sin hablar con nadie, o confiarle algo, solamente a.. Ryan.
Ryan.
Una ráfaga de recuerdos cruzaron mi mente, todos los buenos momentos de mi vida los pasé con él; solamente con él. Era él, el que me había devuelto las razones de seguir viviendo, las razones de seguir luchando.
Es irónico, ¿no? Lo que alguna vez te hizo feliz es lo que hoy puede hacerte sentir triste.
Una lágrima se deslizó por mi pómulo izquierdo, de manera inconsciente. Llevé mis manos rápidamente a mi cara, secando y eliminando toda prueba que afirme que lloré por él. Ya estaba acostumbrada.
Observaba fijamente la nuca del chico con capucha, que no había volteado ni emitido señales de vida, concentrado en su dibujo.
—Entonces, supongo que te gusta la naturaleza— Al fin dijo el misterioso chico.
—S-Supongo...— Hablaron mis labios torpes y temblorosos —¿Y a ti?— fue lo único que pude agregar sin tartamudear.
—Particularmente, sí. Dibujo solamente las cosas que me recuerden a mi infancia. La naturaleza es una de esas cosas. Mi infancia Fue un poco difícil pero, fue lindo. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, ¿no? Yo anhelaba crecer cuando era pequeño, e ir a muchas fiestas. Conocer muchas chicas. Ahora soy grande, voy a muchas fiestas y conozco a muchas chicas. Pero no soy feliz—Comentó con un tono decepcionado. —Cuánto daría por volver a aquellos tiempos— Agregó.
Otra rápida ráfaga de imágenes de mi infancia cruzaron mi memoria, como una explosión de fuegos artificiales. Algo tan inefable, inalcanzable, a su vez Hermoso y efímero.
—Nada es para siempre en este mundo cruel, hoy tienes algo y mañana quién sabe. Hay que aprender a valorar las cosas— Dije en tono decidido.
—Sabias palabras, me gustaría haberlas escuchado de pequeño, así me hubiese ahorrado un montón de dolores que hoy padezco— Habló el chico.
—Lo mismo digo— Afirmé. Me iba bien esto de hablar con personas que no conozco. Naturalmente me vuelvo un lío, pero este chico era agradable y.. Cálido. Me hacía sentir como en mi hogar. Como si nunca hubiese crecido. Como si estuviese todavía en Toronto correteando en quién-sabe-dónde
—¿Te importa si me siento?— Pregunté algo tímida.
Bueno, si quería una nueva vida en Los Ángeles, debía tener una nueva teoría. ¡No le confiaré nada a nadie!, pero al menos debo hablar con unas cuantas personas; si me muero aquí, será muy triste que mi funeraria esté vacía... Es algo realmente lamentable que ni muerta me quisiera enterar. Así que, para evitar eso debería.. ¿hablar con personas?, ¡Si! Aunque sean pocas.
Hazlo sólo por tu funeraria, sólo por tu funeraria, sólo por tu funeraria. Oh, vamos. Elizabeth, tú puedes.
—No hay problema— Su voz rasposa se me era un tanto familiar, pero qué más da.
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Fated to you
Teen FictionElizabeth Cole: increíblemente inocente, asocial, desconfiada, curiosa, una fotógrafa innata, quizá fácil de hacer llorar, pero entre todo esto ella era... Digamos, única en su especie. ¿Familia? Esa ya no era una palabra que Elizabeth manejaría con...