6. La casita

74 7 0
                                    

El bobo de Lelo se erguía como un conquistador sobre el cuerpo de Wendy cuando los demás chicos saltaron, armados, de sus árboles.

-Llegáis tarde -exclamó con orgullo-. He matado a la Wendy. Peter estará muy satisfecho de mí.

Por encima Campanilla gritó:

-Cretino.

Y salió disparada a esconderse. Los otros no la oyeron. Se habían apiñado alrededor de Wendy y mientras la miraban se hizo un tremendo silencio en el bosque. Si el corazón de Wendy hubiera estado latiendo, todos lo habrían oído. Presuntuoso fue el primero que habló.

-Esto no es un pájaro -dijo en tono asustado-. Creo que debe de ser una dama.

-¿Una dama? -dijo Lelo y se echó a temblar.

-Y la hemos matado -dijo Avispado con voz ronca. Todos se quitaron los gorros.

-Ahora lo entiendo -dijo Rizos-, nos la traía Peter. Se tiró al suelo desconsolado.

-Una dama para cuidarnos por fin -dijo uno de los gemelos-, y tú la has matado.

Sentían pena por él, pero más por ellos mismos y cuando él se acercó un poco más a ellos le volvieron la espalda. Lelo estaba muy pálido, pero ahora tenía un aire de dignidad que antes nunca había aparecido en él.

-Yo lo he hecho -dijo, reflexionando-. Cuando se me aparecían señoras en sueños, yo decía: «mamaíta, mamaíta.» Pero cuando por fin llegó de verdad la maté.

Se alejó despacio.

-No te vayas -lo llamaron apenados.

-Tengo que hacerlo -contestó él, temblando-, tengo mucho miedo de Peter.

En este trágico instante oyeron un ruido que les puso a todos el corazón en un puño. Oyeron a Peter graznar. -¡Peter! -gritaron, pues siempre anunciaba así su regreso.

-Escondedla -susurraron y se agruparon rápidamente en torno a Wendy. Pero Lelo se quedó aparte.

Se oyó otra vez aquel sonoro graznido y Peter se posó delante de ellos.

-Saludos, chicos -exclamó y ellos saludaron maquinalmente y de nuevo se hizo un silencio.

Él frunció el ceño.

-He vuelto -dijo con vehemencia-. ¿Por qué no os animáis?

Ellos abrieron la boca, pero no les salían los gritos de júbilo. Él lo pasó por alto por la prisa de darles las maravillosas nuevas.

-Grandes noticias, chicos -exclamó-. Por fin he traído una madre para todos vosotros.

El silencio continuó, salvo por un golpecito sordo producido por Lelo al caer de rodillas.

-¿No la habéis visto? -preguntó Peter, preocupado-. Volaba hacia aquí.

-Ay de mí -dijo una voz y otra dijo:

-Ay, qué tristeza.

Lelo se puso de pie.

-Peter -dijo con calma-, yo te la enseñaré.

Y como otros seguían queriendo ocultarla dijo:

-Apartaos, gemelos, dejad que Peter lo vea.

De forma que todos se apartaron y le dejaron ver y después de mirar un rato no supo qué hacer a continuación.

-Está muerta -dijo inquieto-. Quizás esté asustada de estar muerta.

Se le ocurrió alejarse saltando cómicamente hasta perderla de vista y luego no acercarse al lugar nunca más. Todos se habrían alegrado de seguirlo si lo hubiera hecho.

Peter Pan © J.M. BarrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora