A la mañana siguiente me desperté en una cama. Seria la de Damián, seguro. Pero él no estaba. Que raro...
Nunca había dormido de forma más rara. No tenia sueño y no conseguía dormir, pero Damián me dio una pastilla verde que aseguraba que era totalmente natural y provocaba el sueño al instante.
No recuerdo nada después de tomar esa pastilla, pero recuerdo que soñé con mi accidente. Parecía que lo estuviera viviendo de nuevo...
Yo iba conduciendo mi coche de segunda mano de color rojo potente con rayones varios hacia la universidad. No me gustaba Madrid. No me gustaban las grandes ciudades. Yo era de un pequeño pueblo de Cantabria y hasta Santander me saturaba. Pero mi carrera no estaba en la Universidad de Cantabria y tuve que mudarme a Madrid para poder cursarla.
El tráfico estaba horrible aquel día, y, de repente, en una rotonda, un coche de color amarillo se metió en mi carril, en dirección contraria. Mi coche se plegó, causándome numerosas heridas.
Y después... estaba en el hospital. Me encontraba en coma. Mi familia llegó varias horas después. Claro, tenían que venir desde Cantabria.
No escuché lo que les decía el doctor, pero si ví que se echaban a llorar...
Mis amigos también vinieron. Shaori me miró llorosa y me agarró la mano con fuerza, llorando sobre mi bata de hospital.
Y después de eso no recuerdo nada más. Que extraño. Es todo demasiado raro. Bajé con cuidado las escaleras de madera y ví que Damián venía con una cesta de fruta.
-Buenos días. ¿A que conseguiste dormir? Te lo dije. Mano de santo. Mira, he cogido fruta-Damián parecía alegre y más animado. Podría llegar a decir que estaba feliz.
Colocó la cesta de fruta sobre la mesa del salón.
-¿Qué te apetece?-me pregunto mostrándome la mercancía.
-Una manzana, de las rojas, por favor-dije observando el apetitoso aspecto de la fruta.
Damián me la pasó sin que yo acabase de bajar las escaleras. La cogí. Aquel olor a manzana madura me embriagaba, era tan dulce... Se mezclaba con el olor a tierra mojaba que venia de los zapatos de Damián.
Mordí la manzana, era exquisita. Ese dulzor extremo golpeó mi paladar como no lo había hecho ningún otro alimento en toda mi vida. Era increíble como algo tan simple como una manzana podía producir semejante efecto en mí.
Me di cuenta en aquel momento que, desde que había llegado a Shinda, mis sentidos se habían agudizado. Tal vez fuese a causa del accidente.
Observé de reojo la estantería. Las fotos en las que salía Eloisa no estaban.
-¿Y las fotos que faltan?-pregunte señalando la estantería.
Damián cogió un piesco de la cesta y me sonrió.
-Ayer... gracias a ti me di cuenta de que no tiene sentido seguir torturándome por el pasado. Las he guardado, con el resto de mis recuerdos. No quiero tirarlas, pero tampoco quiero martirizarme viendo recuerdos del pasado que no salieron bien. Es mejor así-dijo mordiendo la mitad del piesco-¿Quieres? Son piescos de Novales-dijo guiñándome un ojo e incitándome con esa sabrosa fruta de mi tierra.
-¡Eres malo! Primero la manzana-dije sacándole la lengua mientras daba otro mordisco a la brillante manzana.
Damián se rió y me miró sonriente. Le devolví la sonrisa. Me alegraba de que estuviera más tranquilo. Esos lindos ojos no podían volver a llorar...
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Shinda
ParanormalAbilia ha despertado en Shinda, un pueblo donde no se ve el sol, donde el tiempo parece haberse detenido cincuenta años atrás. No puede salir de ahí, nadie puede, nadie quiere en realidad. Sin embargo, cuando comiencen a suceder misteriosos asesinat...