Lagrimas de un Fenix

21 4 0
                                    

Como cada mediodía, Admes, daba de comer a su criatura, una mezcla extraña de insectos, raíces y pequeños animales muertos. En una habitación lúgubre, en el rincón en el que había más penumbra, se hallaba la criatura. Un ser fantástico, un ser cuya existencia era inalcanzable al entendimiento de los humanos, un ser maravilloso, un ser brillante. El ave fénix. Un pájaro capaz de sobrevivir durante miles de años y resucitar de sus propias cenizas. Era hermoso, de un naranja fulgurante casi rojo, iluminaba la oscuridad que lo rodeaba tan solo cuando se alegraba de ver a Admes, que abría el picaporte de la sala y lo daba de comer de su decrepita mano. Encerrado en una habitación solitaria, con una pequeña ventana por la que entraba la tenue luz de la luna de algunas noches, esa pequeña luz dejaba ver la cadena a la que estaba sujeto el fénix.

Un día, mientras contemplaba por la ventana el cielo plagado de nubes grises, los arboles sin vida y apagados del otoño, un sol tímido y escurridizo, se dio cuenta de que era la hora de su comida diaria, dirigió su vista triste y solitaria hacia la puerta con un brillo de esperanza...Pero esa puerta no se abría. El fénix se impacientaba y el hambre abrumaba. Ya era viejo, no tenía la fuerza que poseía antaño y el vigor que antes lo caracterizaba. Había envejecido otra vez.

Tras mucho esperar apartó su vista de la puerta, aun con la esperanza de que pudiese abrirse en algún momento, pero eso nunca mas ocurriría. Era una puerta pequeña cerrada con llave desde fuera, y aunque tuviera la fuerza de entonces, nunca se podría haber liberado de las cadenas que lo hacían prisionero. El fénix llegó a sus últimos momentos, necesitaba su comida para sobrevivir un día mas en esta tierra tan desolada, tan triste...Tan gris.

No pudo contenerse más, y comenzó a sollozar, seguido de un llanto débil y sin ganas, ya no le quedaba fuerza alguna ni siquiera para estar triste. Comenzó a tumbarse en su propio nido hecho de metal, azufre y cenizas. Su cuerpo empezó a brillar con el último rayo de la luz de luna. Sus plumas se desprendían poco a poco y antes de tocar el nido se desintegraban en una pequeña llama, pronto, pequeñas bolas de fuego danzaron alrededor del fénix, su mirada se apagó totalmente, sus lágrimas se convirtieron en vapor, el metal del nido se calentó y sus bordes se debilitaban de nuevo. Generaciones y generaciones habían transcurrido mientras la criatura estaba en ese lugar encerrado, pero al menos siempre tuvo a alguien que cuidara de él...Pero ya no. Con cada final, el pobre animal sufría un dolor indescriptible. Se dice, que la muerte de un fénix es algo bello y hermoso, pero nunca se ha pensado en lo que sufre al ser incinerado totalmente en vida, sus últimos momentos son los más dolorosos de su existencia, y todo, quedó reducido a cenizas en un mar de llamas.

Las cenizas comenzaron a tomar forma, bailaban y centelleaban, formando un huevo que pronto se rompería por el calor restante de su muerte. Por fin, tras miles de años de vida, se había librado de sus cadenas, el ave fénix volvió a nacer como un pequeño polluelo indefenso. Pero al igual que cuando fue viejo, era débil, y no podía valerse por sí mismo de no ser, por Admes, ese viejo que nunca mas volvió a abrir esa puerta. El polluelo, a pesar de haber sido desencadenado carecía aun de alimento alguno para sobrevivir o fuerza para escapar rompiendo la ventana. El pobre ave fénix había llegado a lo más parecido que tendría a la mortalidad...La tortura eterna de incinerarse y sufrir cada cierto tiempo en ese lugar deshabitado, alejado de la mano de Dios.

~ NO POR SER LIBRE SE ES FELIZ ~

FIN



Lagrimas de un FenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora