Narra Guillermo.
Era otro típico día en el que me tenía que levantar temprano para ir a la universidad. A decir verdad, me encantaba ir y escuchar las clases, aprender cosas nuevas y escribir sin control sobre las blancas hojas de mi cuaderno, pero había algo que en un mínimo sentido me molestaba; no tenía amigos. Mis días en aquella institución eran aburridos ya que no podía conversar con nadie cuando tenía los intervalos entre clase y clase y pasaba los ratos concentrado en mi móvil, conversando con mi mejor amiga por mensajes de texto o jugando con alguna nueva aplicación que descargaba en el momento. Lo único bueno del día eran las clases en sí y las miles de tareas que me mantenían ocupado el resto del día.
La clase de pensamiento científico fue igual que todas las demás; el profesor explicaba y yo iba haciendo anotaciones sobre lo que decía mientras que, en momentos, garabateaba en el margen de la hoja tratando de no distraerme. Chicos y chicas conversando, debatiendo sobre las tareas de la clase anterior o discutiendo el cómo se hacía un planteo para que les diese tal resultado. Yo, sin embargo, estaba en mi propia burbuja tratando de resolver el planteo solo, consultando con apuntes anteriores que tenía en mi cuaderno. La consigna era compleja y confusa, tenía que usar toda la lógica que había aprendido anteriormente para decidir si la afirmación que me habían planteado era verdadera o falsa.
A pesar de que la clase continuaba normalmente, yo no había podido resolver el enigma de aquella oración con palabras enredadas y el profesor no iba a dar la respuesta hasta la clase entrante, por lo que tenía que pasar mi tarde resolviendo aquella estupidez que mi mente no podía descifrar. Aun así, dejé de lado el ejercicio y continué prestando atención y garabateando rápidamente palabras claves con las cuales luego podría estudiar. Conceptos, significados y teorías salían disparadas de la boca del profesor y se disipaban, de forma ordenada y prolija, por la blanca hoja que estaba bajo mis manos las cuales escribían con prisa y torpemente.
-Es todo por hoy, chicos. Nos vemos el jueves.- concluyó para terminar con la clase, borrando la pizarra que tenía detrás y que había escrito a lo largo de la clase mientras explicaba, con algunos ejemplos de la vida cotidiana, conceptos de la materia para que pudiésemos entender mejor.
Ante aquellas palabras, los alumnos comenzaron a guardar sus cosas y a levantarse de los asientos, que habían elegido al entrar al salón, con un estruendoso chirrido al arrastrar las bancas para poder pasar por los inaccesibles pasillos que nadie podía atravesar sin tocar algún pupitre, ya sea corriéndolo con las manos o empujándolos con el trasero cada vez que le pasabas por al lado.
Guardé mis cosas en silencio como lo hacía en cada clase que se daba por finalizada y, antes de levantarme de mi asiento, cogí los audífonos que tenía en uno de los bolsillos de mi mochila, los conecté al móvil que tenía menos de la mitad de su carga y puse música a todo volumen. Ahora sí podría salir conforme y no prestarle atención a nada de lo que me rodeara. Me levanté, cogí mi mochila del suelo, guardé el móvil en el bolsillo de mi chaqueta y comencé a caminar por entre los bancos corridos del salón en dirección a la puerta.
Normalmente, para cuando yo salía de aquel estrecho espacio, ya no había gente presente que me mirase y me juzgase por hacer tanto lío con las sillas; pasaba orgullosamente por entre las filas y filas de bancos con las manos en mis bolsillos, empujando con el trasero o con los muslos todo aquello que se me interpusiese en el camino. A veces me preguntaba el por qué no podía ser así con la gente; orgulloso y seguro. Por lo general, me reprimía y me alejaba del mundo, sentándome en algún lugar del aula donde hubiesen pocas personas, tratando de mantener mi falsa imagen de chico solitario al que todo le da igual, que se lleva a todo por delante y que prefiere la soledad a tener un montón de "amigos" hipócritas. Siempre concentrado en mi música, en mis tantos dibujos que tenía en las últimas hojas del cuaderno que de vez en cuando añadía algún mínimo detalle más y concentrado en la soledad que me rodeaba. No puedo quejarme, es lo que me gustaba. Pero al estar ya más de medio año sentado en la oscuridad del salón y sin amigos aburría; y no es que siempre me gustaba estar solo, como todo el mundo tengo mis días, días en los que prefiero la soledad y días en los que quiero conversar con alguien más que no sea mi conciencia.
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¿Verdadero o Falso?- One Shot Wigetta
FanfictionEs difícil estudiar con tanta distracción.