Nunca te fíes de las apariencias

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―Kyu... Siento decirte esto... pero no pegáis ni con cola, ¿sabías?

El pálido sonrío cínicamente a su "amigo".

―¿Y eso por qué, Changmin?

―¿Es que estás ciego?

Kyuhyun enarcó una ceja.

―Por el amor de Dios. Siwon es como un corderito inocente y tú ¡eres la maldad en persona!

Kyuhyun se echó a reír. Debería haberle herido el comentario, pero la risa lo sobrepasó.

Changmin lo miró atónito. No es como si Kyuhyun no supiera cómo era él mismo. Tal vez "la maldad en persona" era algo exagerado, pero si lo comparaban con Siwon... el título se le quedaba incluso corto a Kyuhyun. Changmin aún no entendía como esos dos podían estar juntos.

―¿De qué te ríes? ―preguntó el moreno. Kyuhyun se reía de tal forma que parecía que se fuera a caer del banco en cualquier momento, casi lloraba de la risa.

―¿Un corderito? ―preguntó cuándo consiguió volver a respirar con normalidad.

―Sí... Bueno... ya sabes ―trató de explicarse―. Buena persona, amable, simpático, atento...

Kyuhyun casi se echó a reír otra vez.

―Pero mientras, tú eres un pieza, contestón, soberbio, arrogante, creído...

―Vaya, gracias por el cumplido.

Changmin rodó los ojos.

―Como si tú mismo no te jactaras de eso ―ironizó.

―Tal vez ―aceptó el menor―. Pero déjame que te diga algo ―le pidió levantándose del lugar en que había estado sentado haciendo compañía al otro.

Changmin alzó el rostro para mirarle curioso.

―Nunca te fíes de las apariencias ―dijo finalmente antes de marcharse del lugar.

Changmin le miró intrigado. Le habría gustado seguirlo y preguntarle que a qué se refería, pero no podía. Tal vez la próxima vez que decidiera venir a visitarle, pudiese preguntarle. Quizá también traería a Siwon para charlar con él.

Kyuhyun mantuvo en su cabeza las palabras de Changmin durante todo su camino hasta que finalmente llegó al cementerio medio abandonado. Las lápidas estaban casi todas rotas, las raíces de los árboles sobresalían del suelo como amenazadoras garras que querían hacerlo tropezar y llevarlo a las profundidades de la tierra. El mínimo pensamiento lo hizo sonreír, como si pudiera siquiera hundirse más ya.

Cuando llegó al panteón, no necesito siquiera fijarse en la puerta medio abierta ni en la tenebrosa sombra que fluctuaba por su rendija para saber que Siwon estaba ahí. Su presencia se sentía por todo el lugar, rodeándolo y abrazándolo como si quisiera atraparlo antes incluso de verlo o percibirlo. Sonrió. El hombre estaba ansioso por su llegada y él lo sabía.

Cuando empujó la pesada puerta de madera, la luz de una vela titiló debido al aire que el movimiento produjo.

―Llegas tarde ―el hombre habló antes de que tuviera oportunidad de verlo.

―Si nos hubiésemos visto en la iglesia como te sugerí, habría llegado antes ―le reprochó.

Los ojos negros se clavaron en los suyos en cuanto alzó la vista. El hombre le sonrió de forma siniestra y Kyuhyun sintió su piel erizarse.

―No me gustan las iglesias, Kyuhyun ―le recordó.

―No es como si no pudieras pisar tierra sagrada en realidad ―le indicó cerrando la puerta a su espalda sin romper el contacto visual.

―Que pueda pisarla no significa que me guste hacerlo ―apuntó.

Kyuhyun sonrió.

―Tampoco los cementerios son santo de mi devoción ―comentó el joven―. Demasiadas almas errantes ―se quejó.

―No entran aquí cuando sienten mi presencia ―le recordó caminando hacia él.

―Oh, lo sé ―afirmó él sonriéndole de esa forma que lo haría temblar de no ser él quien era―. No hay quién se atreva a acercarse a este lugar cuando sienten tu presencia.

Siwon sonrió, sabedor del poder que poseía y el miedo que era capaz de infundir con él. Poderoso y mortal.

Kyuhyun se mantuvo quieto en su sitio a medida que Siwon se acercaba lentamente. Casi se sentía como su presa. El miedo y la excitación recorrieron su columna como un latigazo de fuego al saberse observado de esa forma descarada y obscena. Tuvo que contener el impulso irracional de desnudarse y ofrecérsele como una virgen en sacrificio.

―Has estado con el espíritu ―sus ojos tornándose carmesí con sus palabras graves.

―¿Changmin? ―preguntó sin darle importancia―. He estado charlando un rato con él ―le confió―. Una divertida charla ―añadió medio riendo.

¿Qué pensaría ahora Changmin de Siwon si lo viera en ese momento? ¿Si viera sus ojos rojo fuego, su piel bruna, sus alas negras desplegadas en toda su magnificencia? ¿Si supiera que ese al que había llamado corderito inocente era realmente el mismísimo diablo?

―Hueles a él ―gruñó hundiendo su nariz en el hueco entre su cuello y su hombro a la vez que agarraba su cabello en un puño y le obligaba a echar la cabeza ligeramente hacia atrás.

―La esencia de los seres espectrales es fuerte ―le recordó.

―Odio que todas esas criaturas se te acerquen.

―Se sienten atraídos por mi aura celestial ―le recordó―. Buscan el camino, aunque no sean conscientes de ello. Pero no es algo que pueda enseñarle a Chang. Su alma sigue ligada a ese lugar. Y ni siquiera reconoce mi forma real.

―No me interesa el espíritu, Kyuhyun ―gruñó en su oreja antes de lamer la marca de la maldición en su cuello.

Kyuhyun tembló ante la húmeda caricia, el lugar se había vuelto extremadamente sensible desde que Siwon lo tomó la primera vez. Se preguntaba si había algún otro lugar más erógeno que ese en su cuerpo.

―¿Y qué te interesa entonces? ―preguntó apartándose de él para mirarlo de frente, ladeando su cabeza.

―No juegues conmigo, pequeño ángel maldito ―le advirtió―. O no tendrás ropa con la que salir mañana de aquí.

Kyuhyun sonrió torcido.

―¿Es eso alguna clase de proposición? ―su voz destilando inocencia fingida altamente ensayada.

Siwon le vio a los ojos y después recorrió todo su cuerpo con una obscena mirada, lentamente, de abajo hacia arriba hasta encontrar sus ojos de nuevo. Kyuhyun tragó duro ante las llamas de lujuria en sus ojos. Siwon estaba lo suficientemente pegado a él como para saber que estaba más que listo y Kyuhyun de repente decidió que no quería jugar más, que no quería tentarlo más. Sus ojos, su cuerpo, su olor, todo él destilaba un deseo y una lujuria que le estaba fundiendo el cerebro a pasos agigantados.

Subió su mano por su torso desnudo, sintiendo su abdomen y sus pectorales esculpidos hasta llegar con su mano a su nuca, dónde jugó con los mechones ligeramente largos de su cabello antes de enredar sus dedos en ellos y empujarlo hacia él hasta rozar sus labios con los suyos.

―Enséñame el fuego del infierno ―susurró contra su boca.

Su boca se curvó en una sonrisa de triunfo. No es que una negativa del ángel fuera a detenerlo, pero sabía que no se negaría. El pequeño hijo de Dios era puro fuego y deseo.

―No, pequeño ―negó el hombre colando sus manos bajo su camiseta para subir acariciando sus costados a medida que retiraba la prenda―. Voy a mostrarte las maravillas del paraíso terrenal.

Kyuhyun jamás podría haber estado más de acuerdo con esa afirmación. Bendito lugar entre los dos mundos que les permitió conocerse y desearse como las dos bestias hechas para el placer que eran.

Nunca te fíes de las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora