El tren de las doce y cuarto

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Sentía que el tiempo se acababa. Las horas se le hacían minutos. Y los segundos simplemente parecían no existir. La ansiedad y los nervios crecían en su cuerpo como un torbellino.

Él había cometido el error y era su responsabilidad solventarlo. Pero el tiempo jugaba en su contra. Y lo sabía.

Las campanas del reloj de la plaza Central tocaron la hora en punto. Ni siquiera sabía cuál era. Pero supo que ya era tarde. Un nudo de autocompasión y culpa se asentó en su estómago cuando finalmente alcanzó a llegar a la estación del tren.

El humo aún era claramente visible en la vía y seis zancadas fue lo único que le costó llegar hasta ella y ver el enorme vehículo de hierro desaparecer por la curva de la izquierda.

Mal, todo había salido mal.

Se dejó caer de rodillas en el andén, incapaz siquiera de permanecer de pie al ver su mundo desaparecer tras esa oscura nube de humo.

Las lágrimas corrieron tan rápido por sus mejillas que creyó haber estado llorando desde que empezó a correr. Desde que comprendió su error.

―¿Kyuhyun?

La voz a su lado sonó baja y casi temblorosa. Y cuando alzó el rostro temió que su cabeza hubiese decidido jugarle una mala pasada. Su futuro se había marchado en aquel tren. Él no podía estar ahí.

―¿Siwon? ―pero la esperanza estaba ahí, el anhelo por poder volver a tenerlo a su lado.

―No he podido subir ―explicó el hombre moreno de pie a su lado, ataviado con un largo abrigo color café y con la maleta gris fuertemente sujeta en su mano―. Una vez te prometí que jamás me marcharía de tu lado y he estado a punto de romper mi promesa.

―No... ―Kyuhyun negó―. Tú no has roto nada ―aseguró―. Ha sido mi culpa... Siempre es mi culpa...

El hombre se arrodilló a su lado para quedar a la misma altura.

―Yo... Has sacrificado demasiadas cosas por mí ―habló el chico―, y para una única vez que me pides algo... yo... ―el llanto brotó de él con más fuerza.

―Tenías todo el derecho del mundo a negarte, Kyuhyun. Nunca debí pedirte que te marcharas conmigo. Éste es tu sitio, tu hogar. Nunca debí pensar en separarte de él...

Kyuhyun negó con su cabeza antes de que él hubiera podido terminar de hablar.

―Eres la única persona del mundo que jamás podría separarme de mi hogar ―afirmó mirándole a los ojos con total sinceridad―. Porque eso es lo que tú eres. Mi hogar, mi familia, eres tú ―aseguró―. Y no me importa dónde quieras que vaya, no me importa lo que deje atrás, si puedo estar contigo...

Siwon le miró sorprendido.

―Pero... Kyuhyun...

El menor elevó su mano y colocó sus dedos suavemente sobre sus labios para silenciarlo mientras negaba con su cabeza.

―Todo lo que me importa, es estar a tu lado. Y me da igual dónde. El sitio más lejano y oscuro de la tierra me parecería el mejor lugar siempre que tú estés conmigo....

La sonrisa que apareció en el rostro de Siwon fue tan deslumbrante, que él mismo se contagió de ella. No hicieron falta palabras, no hicieron falta más gestos, que el arrebatador beso con el que Siwon apresó sus labios.

Vidas entrelazadas y destinos enredados que desaparecieron tras la cortina de humo del tren de las doce y cuarto. 

El tren de las doce y cuartoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora