Al dia siguiente, Kif y Kof salieron de sus respectivas casas y volvieron a la Central Quesera Q, donde esperaban encontrar, de una manera o de otra, su queso.
Por la situacion no habia cambiado: el queso seguía sin estar allí. Las personitas no sabían que hacer. Kif y Kof se quedaron paralizados, inmóviles como estatuas.
Kof cerró los ojos lo mas fuerte que pudo y se tapó los oídos con las manos. Queria desconectar de todo. Se negaba a reconocer que las reservas de queso habian ido disminuyendo de manera gradual. Estaba convencido de que habian desaparecido de repente.
Kif analizó la situacion una y otra vez, y, al final, su complicado cerebro dotado de un enorme sistema de creencias empezó a funcionar.
— ¿Porque me han hecho esto? — se preguntó—. ¿Que esta pasando aqui?
Kof habrió los ojos, miró a su alrededor e inquirió:
—Por cierto, ¿donde estan Oli y Vorri? ¿Crees que saben algo d nosotros no sabemos?
—¿Que quieres que sepan? —espetó Kif en tono de desprecio—. No son mas que ratones. Reaccionan ante lo que ocurre. Nosotros somos Personitas, somos especiales. Tendríamos que ser capaces de dar una solución. Ademas, merecemos mejor suerte que ellos. Esto no deberia ocurrirnos, y si nos ocurre, al menos tendríamos que recibir una compensación.
—¿Porque tendríamos que recibir una compensación?— quiso saber Kof.
—Porque tenemos derecho.
—¿porque?— insistió Kof.
—Porque este problema no lo hemos causado nosotros —respondió Kif —. Alguien ha provocado esta situación y nosotros tenemos que sacar algun provecho de ella.
—Tal vez seria mejor analizar tanto la situacion. Lo que deberiamos hacer es ponernos en marcha de inmediato y buscar queso nuevo —sugirió Kof.
—Oh, no —repuso Kif —. Voy a llegar al fondo de todo esto.
Mientras Kif y Kof seguían discutiendo lo que debían hacer, Oli y Corri ya se habian puesto en marcha y habian recorrido muchos pasillos, buscando queso en todas las centrales queseras que encontraban en su camino.
No pensaban en otra cosa que no fuera encontrar queso nuevo.
Pasaron mucho tiempo sin encontrar nada hasta que, al final, llegaron a una zona del laberinto en la que nunca habian estado: la Central Quesera N.
Al entrar profirieron un grito de alegría.
Habian encontrado lo que estaban buscando: una gran reserva de queso.
No podian dar crédito a sus ojos. Era la cantidad mas grande de queso que los ratones habian visto en toda su vida.
Mientras, Kif y Kof seguían en la Central Quesera Q evaluando la situación. Empezaban a sufrir los efectos de la falta de queso. Cada vez estaban mas frustados, y se culpaban el uno al otro de la situacion en la que se hallaban.
De vez en cuando, Kof se acordaba de sus amigos los ratones, y se preguntaba si Oli y Corri ya habrían encontrado queso. Pensaba que debían de estar pasando momentos muy duros, porque correr por el laberinto conllevaba incertidumbre, pero también sabia que no estarían en apuros mucho tiempo.
A veces, Kof imaginaba que Oli y Corri habían encontrado queso nuevo y los veia disfrutando de el. Pensaba en lo bien que le sentiría andar a la aventura por el laberinto y encontrar un nuevo queso. Casi podia saborearlo.
Cuanto mas clara era la imagen que Kof tenia de si mismo encontrando y probando el nuevo queso, mas ganas le entraban de marcharse de la Central Quesera Q.
—¡ Vamonos! —exclamó de repente.
—No —replico Kif rápidamente—. Estoy bien aquí, es un lugar cómodo y conocido. Ademas, salir ahí fuera es peligroso.
—No, no lo es —repuso Kof—. Hemos recorrido ya muchas zonas del laberinto, y podemos hacerlo otra vez.
—Soy demasiado viejo para eso —dijo Kif—. Y no tengo ningun interes de perderme o engañarme a mi mismo. ¿Tu si?
Estas palabras hicieron que Kof volviera a sentir miedo al fracaso, y sus esperanzas de encontrar queso nuevo se desvanecieron.
Asi que las personitas siguieron haciendo todos los dias lo mismo que habían hecho hasta entonces: ir a la Central Quesera Q, no encontrar queso y volver a casa, llevando consigo sus desasociegos y frustraciones.
Intentaron negar lo que estaba ocurriendo, pero cada vez les costaba cada vez conciliar el sueño, y por la mañana tenían menos energía y estaban más irritables.
Sus cosas no eran los sitios acogedores que habían sido. Las personitas sufrían de insomnio, y cuando conseguían dormir tenian pesadillas en las que no encontraban el queso.
Pero Kif y Kof seguían volviendo todos los días a la Central Quesera Q y, una vez allí, se limitaban a esperar.
—Si nos esforzáramos un poco —dijo Kif —, tal vez descubriríamos que en realidad las cosas no han cambiado tanto. Es probable que el queso este cerca. Quizas está escondido detras de la pared.
Al dia siguiente, Kif y Kof volvieron con herramientas. Kif sujetó el cincel y Kof golpeó con el martillo hasta que hicieron un agujero en la pared de la Central Quesera Q. Miraron a traves de el, pero no encontraron el queso.
Se sintieron decepcionados, pero creían que podian solucionar el problema. Por eso empezaban a trabajar mas temprano, lo hacían con mas ahínco y acababan mas tarde, pero lo unico que consiguieron fue tener un enorme agujero en la pared.
Kof empezó a comprender la diferencia entre actividad y productividad.
—Tal vez —dijo Kif—, lo unico que deberiamos hacer es quedarnos sentados y ver que pasa. Tarde o temprano, tendran que volver a poner el queso.
Kof queria creer en Kif tenia razon, asi que todas las noches se iba a casa a descansar y a la mañana siguiente volvía con su amigo, de mala gana, a la Central Quesera Q. Pero el queso segia sin aparecer.
Las personitas estaban cada vez mas débiles debido al hambre y al estrés. Kof empezaba a cansarse de esperar que la situacion mejorase.
Comenzaba a comprender que cuanto mas tiempo estuvieran sin queso, peor se encontrarían.
Kof sabia que estaban perdiendo la agudeza. Finalmente, un dia Kof empezó a reirse de si mismo.
<<Mírate, Kof, mírate—se decía—. Cada dia hago las mismas cosas, una y otra vez, y me pregunto porque la situación no mejora. Si esto no fuera tan ridículo, seria incluso divertido.>>
A Kof no le gustaba la idea de tener que correr de nuevo por el laberinto, porque sabia que se perdería y no tenia ninguna certeza de que fuera a encontrar mas queso, pero, al ver lo estupido que se estaba volviendo por culpa del miedo, tuvo que reirse de si mismo.
—¿Donde has puesto nuestros chandals y las zapatillas deportivas?— le preguntó a Kif.
Tardaron mucho tiempo en dar con ellos porque, cuando tiempo atrás habian encontrado queso en la Central Quesera Q, los habian guardado al fondo del todo pensando que ya no los necesitarían nunca más.
Cuando Kif vio a su amigo poniéndose el chandal, le preguntó:
—No irás a salir al laberinto otra vez, ¿verdad? ¿porque no te quedas aki conmigo, esperando que devuelvan el queso?
— Mira, Kif no entiendes lo que pasa. Yo tampoco queria verlo, pero ahora me doy cuenta de que ya no nos devolverán aquel queso. Ese queso pertenece al pasado y ha llegado la hora de encontrar uno nuevo.
— Pero ¿si no hay mas? —repuso Kif —. Y aun en caso de que haya, ¿y si no lo encuentras? —No lo se — respondió Kof.
Se habia formulado miles de veces esas dos preguntas y empezó a sentir de nuevo el miedo que lo paralizaba.
Luego empezó a pensar en encontrar un queso nuevo y en todas las cosas buenas que eso significaría.
Entonces hizo acopio de fuerzas y dijo:
—A veces, las cosas cambiaban y nunca vuelven a ser como antes. Creo que estamos en una situacion de este tipo, Kif. ¡Asi es la vida! La vida se mueve y nosotros tambien debemos hacerlo.
Kof miró a su demarcrado compañero e intento hacerlo entrar en razon, pero el miedo de Kif se habia convertido en ira y no quiso escucharle.
Kof no queria ser brusco con su amigo, pero no pudo evitar reirse de lo estúpidamente que ambos se estaban comportando.
Mientras Kof se preparaba para salir, empezó a sentirse mas vivo al tomar conciencia de que por fin era capaz de reirse de si mismo, vencer el miedo y seguir adelante.
— ¡Ha llegado el momento de volver al laberinto!—anunció.
Kif no se río ni reaccionó.
Kof cogió una pequeña piedra afilada y escribió un pensamiento serio en la pared para que si amigo reflexiónase sobre el. Tal como tenia por costumbre, Kof incluso dibujo un trozo de queso al rededor de las palabras con la esperanza de hacer sonreir a Kif y de animarlo a buscar un nuevo queso, pero su amigo no quiso mirar.
En la pared se leía:"Si no cambias, te extingues".