Primer día.

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Capítulo Uno.
•Mi despertar•

Lo primero que observo luego de aquel sueño, es el techo blanco de un hospital, ¿como lo sé?
Fácil, el aroma a muerte y a medicamentos es fuerte y llega a marear.
Una máquina conectada para escuchar mis latidos suena lenta, estaba tranquila, luego de todo eso, esto es tranquilo.

Puedo escuchar pasos lentos de un hombres en dirección a mi habitación. Mi rostro se gira mucho antes de que el abra la puerta, viene revisando unos papeles por lo que no se percata de que estoy despierta y agradezco eso, ya que asi puedo verlo, amaba ver a la gente, por que rápidamente descubría hasta sus oscuros secretos.

Como el, su cabello castaño oscuro con pocas canas y las ligeras arrugas me daban su edad, 42 años, sus ojos estaban cansados y las ojeras debajo me lo aseguraban, su vestimenta era la típica de doctor y estaba un poco desarreglado, mis hábiles ojos notaron labial rosa pálido en su cuello, el hombre miraba los papeles con el ceño fruncido, pronto subió la vista para verme y se puso pálido, pude ver el asombro y la emoción en sus ojos.

Se apresuró a acercarse a mi pero lo detuve con una negación, la placa en su vestimenta me decía su nombre "Robert".
Doctor Robert, mucho gusto— Mi voz estaba algo ronca pero detonaba dureza y elegancia, me sorprendió, pues anteriormente era mas dulce.

M-mucho gusto, señorita— Estaba nervioso y lo demostraba con su forma de mover sus manos, también su voz temblaba un poco y el tartamudeo inicial me lo había afirmado, no sabían mi nombre, lo cual era obvio, había muerto una ciudad entera, bueno, casi entera, pues yo había sobrevivido.
¿Podría decirme su nombre?— Pidió amablemente, a lo que yo me quedé en blanco, las palabras de la voz se repetían en mi mente, como si se hubiera rayado un disco, el »Nunca Confíes« se repetía una y otra vez.

El hombre al ver que no respondía, pensó que tenía amnesia, lo veía en sus ojos, casi podia oír sus pensamientos. Asintió demostrando que entendía mi silencio como algo normal, pidió perdón para poder retirarse y salió de la habitación, el silencio volvió a la habitación, el blanco llegaba a ser enfermizo, mi mirada viajó a mi cuerpo, para ver mis brazos con manchas que simulaban dibujos y cosas extrañas, llegaba a parecer un tatuaje. Mi mente viajó al momento en el que sentí las agujas salir y entrar en mi piel, podría adivinar que casi todo mi cuerpo estaba tatuado de esa forma.

Los pasos volvieron a sonar, solo que esta vez eran más, dos mujeres y dos hombres, las mujeres estaban susurrando y los hombres hablaban de mi situación. Tal vez era muy impresionante el hecho de que estuviera repleta de tatuajes y... ahora que me daba cuenta, mi cabello se estaba ¿volviendo blanco?, mis ojos se abrieron en grande y toque un mechón.
Sin embargo escuche los pasos cada vez mas cerca, por lo que me tranquilice y puse mis manos encima de mi regazo, hace un momento me había acomodado.

La puerta se abrió dejando ver al doctor Robert, detras de el estaba otro doctor, un poco mas joven, y justo detras de ese otro doctor, estaban dos enfermeras, rápidamente me fije que una de ellas era amante del doctor Robert.
El otro llevaba tambien una placa con su nombre, por lo que fácilmente pude saber su nombre, Eduardo.

Las enfermeras estaban un poco sorprendidas y emocionadas, pero mi mirada era inexpresiva, estaba acostumbrada a no demostrar mis sentimientos, en la pequeña ciudad en donde vivía, tendían a burlarse de las niñas lloronas, incluso cuando era bebé, casi nunca sonreía o lloraba.
Las observe detenidamente, una de ellas era precisamente la amante del Dr. Robert, te daba la sensación de que se llamaba Mía, su estatura era baja, tenía todo en su lugar y sus labios con labial rosa pálido eran lo que menos destacaba, pues sus ojos verdes hermosos acaparaban toda la atención.

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⏰ Última actualización: Jun 01, 2016 ⏰

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