Los vientos calidos ascendentes lo sustentan. Girando suavemente aprovecha las corrientes térmicas para elevarse más y más sobre el valle serrano. Hace años se hubiera tropezado con innumerables congéneres pero hoy esta solo. Hace tiempo que no observa aves de su tamaño.
Abandonó el nido temprano antes del amanecer dejando a su hembra empollando sus dos primeros huevos. Al elevarse majestuosamente, ahora a casi mil metros de altura, el sol ilumina con sus primeros rayos abajo, la tierra oscura. Debe cazar. Ya no lo hace solo por su subsistencia sino por la de su especie. Su hembra no puede abandonar el nido ya que sus pichones nunca nacerían, ella sin alimento desfallecerá. El debe alimentarse y alimentarla, todo depende de el.
Una brisa sopla del este, sus alas extendidas superan holgadamente el metro, en las puntas, las plumas se curvan separándose levemente. La cola corrige con movimientos casi imperceptibles los cambios del viento orientándolo frente al mismo y nivelando su cuerpo. Todo esto lo hace inconcientemente, su cerebro está concentrado en una solo cosa, cazar. Sus poderosos ojos observan la tierra con minuciosa atención, descartando aquello que no signifique una posible presa.
El águila esta considerada zoológicamente como ave depredadora, quizás el mayor depredador alado de la zona. Cuando sobrevuela, la mayoría de los pájaros menores busca refugio ocultándose en los árboles. Atento al menor movimiento su cabeza gira suavemente. Abajo, en el valle, al costado de un monte, una liebre corre buscando refugio. Inmediatamente sus alas se pliegan y su cabeza apunta al pequeño animal. Por fin consiguió una presa. Ahora si sus pichones nacerán.
Por el rabillo de su ojo un brillo destella en el suelo. De golpe, un impacto frena su descenso abruptamente. El pecho le estalla, la grácil zambullida se transforma en una grotesca caída. Alcanza a oír un estampido mientras las rocas cercanas suben velozmente a su encuentro, el impacto es inevitable. El águila ha caído.
- Papá, ¿cazaste algo?
- No.
- ¿Y a qué le tiraste?
- A un gran pájaro.
- ¿Vamos a buscarlo?
- ¿Para qué? No creo que sirva ni para comer.
- ¿Y por qué le disparaste?
- Porque si, estaba aburrido.
- Ah.