Chad, 2005
- Tengo hambre -me dijo en un susurro.
Miré hacia la derecha ahí estaba, la pequeña Nicolet, sus grandes ojos del color de la miel resaltaban con nuestra piel quemada, tenía los mismos ojos que papá. Su pelo negro como la noche y rizado le llegaba ya a la cintura, era sorprendente ver cómo pasaba el tiempo, pue ya tenía seis años.
Sí, la verdad esq yo también tenía hambre, Endock aún no había llegado con el mísero jornal que le pagaban en la fábrica; desde que el país estaba en guerra todo se había complicado. De hecho Endock y yo habíamos decidido que a la mañana siguiente, al alba, partiríamos. Nuestra idea era sacar de allí a Nicole; desde que papá y mamá habáian muerto vivíamos en chamizo con el miedo en el cuerpo y sin ninguna garantía de sobrevivir al día siguiente. Existían rumores, al norte, allí, tran un largo mar, estaba Europa.
Pasaron las horas, y Endock seguía sin aparecer. No tuve más remedio que salir de nuestra guarida e ir a robar un par de frutas. Vuando regrsé encontré a la pequeña curándole las heridas a su hermano. Endock había vueltod de trabajar, en una mano apretaba con fuerza dos monedas de latón, en la otra una vieja fotografía. Habían vuelto a pegarle, la ceja le sangraba, el ojo estaba morado y el labio partido. Odiaba tener que mandar a mi hermano pequeño a trabajar y a aguantar palizas casi diarias, solo tenía diez años. Él nunca se había quejado, era el hombre de la familia, pero solo era un niño, todas las noches cuando pensaba que las dos dormíamos, lloraba mirando la foto.
Cuando llegaron los primeros rayos de sol emprendimos camino. Debíamos andarnos con cuidado, si lo militares nos veían nos atraparían. Había calculado que tardaríamos unos cuatro meses en llegar a Europa, pero no llevábamos más de un mes cuando todo ocurrió.