El Despertar

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Sentir de pronto Amanecer

Con una inmensa Claridad

Dejar atrás lo que era Gris

Para descubrir lo que es Verdad


Canción interpretada por Marco Antonio Muñiz


Hummm... Fuuu... Inhalo... Exhalo... Inhalo... Exhalo...

Estoy de pie, erguido, empinándome sobre las puntas de mis pies descalzos, tratando de escapar del frío que me atraviesa, que me empala. Siento como me perfora las plantas, como traspasa mi ropa liviana y mi cuerpo. No obstante, a pesar de la incomodidad que sufro mi percepción está distorsionada. Percibo todas las sensaciones de tal manera como si fueran en dos dimensiones, acompañadas de una pegajosa sensación de restricción. Como si una telaraña desprendida de su marco hubiera caído sobre mis sentidos, y a manera de una frágil -pero efectiva- camisa de fuerza, los limitara, los encogiera.

A pesar de eso la sensación de naúsea es muy clara. Demasiado. Mi estómago literalmente da vueltas. No comprendo como es que no he vomitado aún.

Hay algo más... ¿temor? Es una emoción vaga y difusa, que no comprendo enteramente. Está flotando a mi alrededor, amenazando con abrazarme pero sin llegar a cerrar sobre mí sus extendidos y fláccidos brazos; que sin llegar a tocarme me rasguña, me asedia y me molesta. No me deja en paz. Siento como lentamente mi aprensión se va convirtiendo en miedo, acelerando mi cansada respiración. ¿Estoy en verdad asustado o no? No tener la respuesta me asusta.

¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy aquí? Ya sé. No tengo alternativa. No puedo escapar. No debo. No quiero ¿Soy masoquista? ¿Por qué me hago estas preguntas? No sé nada. Lo sé todo...

Inesperadamente una débil columna de luz se yergue grácil frente a mi, como una transparente sibila, que presagiaría el contenido de la oscura cámara que me contiene.

Con la escasa luz me esfuerzo por observar frente a mí. No puedo, nuevamente la oscuridad me obnubila. Pero con mis sentidos alterados visualizo un horizonte lejano, perturbadoramente infinito, inmemorial. El frío aumenta, tanto que atrofia mis sentidos. El frío se va. Bajo mis pies hay un suelo igualmente infinito que converge en un punto microscópico, que se repliega sobre sí mismo y se ensancha de nuevo, un mar de complejidad con una altura infinitesimal, con una geometría que mi mente no puede procesar, que está mas allá de mi comprensión. Con una geometría que puedo describir con matemáticas abstractas, que no sé ni como ni donde las aprendí. Unas matemáticas que súbitamente olvido.

¿Qué hago aquí...? Ya me hice esa pregunta.

Aquí debo estar... Ya me dí esa respuesta.

Repentinamente mis dudas y mi sopor se disipan. Claramente lo que siento es pánico ¡Siento pavor! Ante el repentino abrazo de la oscuridad que antes solo me rodeaba me convenzo que el corazón me estalla dentro el pecho, al grado que siento sus fragmentos irrumpiendo por mi garganta, impidiéndome gritar. Quiero correr y no puedo, no puedo moverme ¡Estoy paralizado! ¡No puedo mover ni mis ojos! Quiero cerrarlos ¿Quiero abrirlos? Es todo tan oscuro que ni siquiera eso sé.

Al final, en el inicio, percibo una masa viscosa y alargada, surcada de arrugas, pavorosamente congestionada. Enroscándose... ¡Enroscándose en ! ¡No! ¡No quiero que me toque! ¡Tiene! ¡Tiene una negrura que va mas allá de la negrura! ¡La umbra de la penumbra!

Ring... riing... riiing... riiiing...

El insistente chillido del despertador arrancó las cadenas que me aprisionaban a esta indescriptible pesadilla. Me trajo de regreso súbitamente a la conciencia, con la sensación de haber recorrido un largo trecho. Salté como impulsado por resortes desde mi cama, empapado en sudor, resollando como un poseso, con los ojos desorbitados y la mandíbula desencajada. Tratando de apartar con los brazos una amenaza inexistente.

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