Capitulo uno.

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Caminaba sin rumbo por la calle esperando que nadie se diera cuenta de mi presencia, la capucha cubría mi cabeza y el sewter los brazos, estaba cubierta casi toda para evitar provocar.

Era una exageración y lo sabía, de todas formas estaba en la parte pobre de la ciudad, los jefes no pasarían por estos lugares y si lo hacían era una o dos veces por año.

Pero me gustaba ser precavida, si no llamaba la atención todo seria mas fácil.

Las compras que mamá mando a hacer estaban en las bolsas y ninguna gota de lluvia llegaba a tocarla al contrarió que a mi que estaba casi empapada.

Pasaba por una calle desolada, viendo que en  la esquina que tenia que cruzar para llegar a mi casa estaba estacionado una limusina color gris. Frunci el seno confundida, no sabía quien estaría aquí.

Cuando pasaba por allí en motor del vehículo se encendió cuando estaba unos pasos lejos de el, me alarme, ya que estaba en la edad justa en donde podría ser llevada con los jefes. Era entre cuatro a cuarenta años.

Entre rápidamente a mi casa, rogando que no tocaran el timbre, no lo hicieron en ese momento así que fui hasta la cocina a dejarle las compras a mamá que esperaba con el cucharón en la mano.

Me dio un toque en la cabeza y sonrió.

–Por fin llegas Lena, pensaba que te había pasado algo.

–Si... Me moje un poco, solo eso.– le devolví la sonrisa y me senté en la mesa. Solo éramos ella y yo, y dentro de unos meses, a mis dieciséis años, sólo yo.

Uno de los superiores se había fijado en ella y se la llevaría a un país muy lejos, yo intentaba aprovechar el tiempo que me quedaba con ella, no quería quedarme sola.

Jugaba con un pedazo de pan cuando sonó el timbre , mi madre dijo que iría abrir con una cara de extrañeza, me tense en el lugar donde estaba, quedando completamente paralizada.

No se escuchaba nada desde donde estaba y tampoco quería escuchar.

–Lena...– susurro detrás de mi.

Di la vuelta lentamente encontrando a mi mamá junto a un hombre que vestía casual.

No lo había visto y no parecía uno de los jefes pero recordé que sus hijos tenían poder si ellos nos de decidían.

Este hombre era guapo, su cabello castaño alborotado, sus ojos avellana, su cuerpo bien formado y su cara con rasgos rudos y delicados lo hacían ver como el hombre mas guapo del universo.

–Hola Lena.– dijo el hombre mirándome de pies a cabeza.

–Hola.– dije bajo y luego mire mamá. Ella bajo la mirada y dijo.

–Lena, tendrás que irte con el señor Hudson, te a querido a ti.– y todas las alarmas de mi cabeza empezaron a activarse hasta explotar.

–¿Qué? ¿Por qué demonios esta...– pero mi frase quedó a medias por la mirada severa que me mando el señor Hudson.

–No quiero que otra mala palabra salga de tu boca, a no ser que quieras un castigo cuando subamos a ese vehículo, nena.–asenti lentamente.

–Bien, Lena, levantate ya se tienen que ir.– dijo mi madre con los ojos vidriosos.

–¿Qué? ¿Ahora?

–Si, ahora, levantaré y vamos. – dijo el señor Hudson con voz neutral.

Me levante de mi silla a punto de llorar, yo no quería que alguien me eligiera, quería quedarme sola o casarme con uno de los hombres de mi clase, pero no con un jefe.

Camine delante de ellos por orden de el señor Hudson, que paro un momento a hablar con mi madre cuando yo estaba en la entrada. No podía escuchar su conversación.

Mi madre camino hasta mi y me dio un fuerte abrazo, me susurro al oido que me amaba y que obedeciera. Asentó levemente antes de que el señor Hudson tomara mi mano y me llevará junto a el hasta el auto.

Entre yo primero, viendo lo espaciosa que era la limusina por dentro, el entro luego y cerro la puerta, presionó un botón y el vehículo comenzó a moverse.

–Ven aquí preciosa. – palmeo su regazo, llamándome.

Me acerque con sigilo hasta él y me deje caer en su regazo, tenia la espalda pegada a su pecho y sus manos juntas sobre mi vientre.

–Supongo que sabes para que te llevó ¿cierto?– asenti levemente.– Bueno, voy a informarte que seras una baby girl desde ahora, tu actitud debe ser de niña pequeña y debes llamarme papi ¿entendiste?– me apretó mas contra el y gemi.– Así me gusta bebé. – dijo con satisfacción. – ¿Quien soy yo pequeña?

–Mi papi.– susurré avergonzada.

–¿Quien?– subió un poco mi blusa y dio una palmada suave en mi trasero por la posición en la que estaba.

–Mi papi.– lo sentí sonreír. Me quito lentamente el sewter dejandome solo con una camisa de botones. Abrió los tres primeros botones dejando mi sujetador blanco a la vista.

–Que tierna eres bebé, la bebé de papi.

Metió una mano en mi sujetador, tomando en la palma de mi mano uno de mis pechos, gemi en alto.

La dejó allí todo el camino hasta llegar a su casa. Sentía calidez y placer por la situación.

Sería su bebé, y el mi papi.

Dominada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora