Capitulo uno: Un día de gris.

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James:

Lunes 18 de mayo 2015

Me hallaba caminando muy tranquilo por un prado de bellas flores amarillas. Todo estaba muy calmo, la brisa proveniente del oeste me despeinaba el cabello medianamente largo. Era todo muy sereno, extrañamente no podía ver más allá de lo que parecía ser un enorme y eterno mar de pétalos. De pronto e interrumpiendo mi calma un alarmante sonido me hizo asustar y cerrar abruptamente mis ojos, para cuando los abrí, pude darme cuenta que estaba de vuelta en mi cama, sobre mí se alzaba el mismo techo de todos los días, el molesto y reiterativo sonido que me había despertado provenía de mi celular, era la misma alarma de todas las mañanas, la misma alarma que destrozaba mis sueños y me obligaba a levantarme para ir a la escuela, asqueroso lugar por cierto.
Como normalmente dormía hasta con la cabeza tapada, saqué solamente mi mano de entre las sabanas para apagar la alarma de mi teléfono móvil. Esta acción era tan rutinaria para mí que ni siquiera debía mirar la pantalla para poner el patrón del dispositivo y desactivar la mencionada alarma. Cuando mi brazo desnudo surgió desde el refugio acolchado pude sentir el gélido ambiente de mi habitación, era una temperatura común para una mañana de mediados de invierno en un pueblo como el mío. Aun teniendo conciencia del frio que asechaba en las mañanas, tozudamente yo insistía en dormir con una polera de manga corta y unos pantalones cortos.
Hoy era día lunes, uno de los días más latosos en lo que era la semana. Me senté en mi cama intentando mantenerme tapado. Como todos los días mi madre me gritaba de su habitación para que me levantase ya o si no llegaría tarde como siempre. Al pasar los años había aprendido que cuando mi madre me gritaba era mejor quedarme callado, jamás ganaría en una discusión con ella, y menos a esas horas de la mañana donde su humor era horrible.
Serio y de mala gana me quité la polera con la que dormía y me puse otra de color negro y manga corta y sobre ella otra más, pero de manga larga. Por mi contextura delgada era muy susceptible a las bajas temperaturas, y poder entrar en calor se me hacia una tarea muy complicada, por eso me abrigaba mucho por las mañanas. Luego de ponerme los pantalones rojos que usaba casi siempre los lunes, me coloque los calcetines, impares, por cierto. Sobre las dos poleras que tenía puestas me abrigué con un chaleco que me quedaba grande, era de esos que no tenían cierre y poseían solo un gran bolcillo en la zona del abdomen, no tengo ni idea de cómo se les llamará, pero realmente me gustaba esa clase de ropa, ya que al ser tan grande podía refugiarme en el cuándo me daba frio en la escuela.
Finalmente me puse las zapatillas de lona negra que tanto me gustaban, estaban viejas, rasgadas y llenas de dibujos, pero sentía que me representaban. Tomé mi mochila que había arreglado la noche anterior y me dispuse a salir de la casa. Con mirada baja, las manos en los bolsillos del pantalón y el gorro del chaleco tapándome hasta la frente, caminé desde mi casa hasta la parada de autobuses que se encontraba a tan solo una cuadra de mi morada. Allí esperé unos cinco o seis minutos mirando el piso y caminando en círculos, hasta que a lo lejos pude ver como ese viejo y maltratado autobús celeste y negro se acercaba a mi estación. Antes de que este llegara miré la hora en mi celular, 7:56 AM, en solo cuatro minutos tocarían la campana y se daría comienzo a las clases, como siempre iba a llegar tarde. El bus llegó a mi parada y subí en él, le entregué al malhumorado conductor el dinero y cabizbajo me dirigí al final del vehículo. Como todos los asientos estaban ocupados tuve que irme parado, me aferré al frio barandal metálico y trate de afirmarme lo más fuerte que podía ya que el conductor, como muchos en esta ciudad, echó a andar a toda velocidad descriteriadamente, haciendo tambalear a todos quienes iban parados y zamarreando bruscamente a los que yacían sentados.
Al cabo de cuatro o cinco minutos llegué a la escuela, en la entrada me tuve que aguantar el sermón mañanero de la inspectora, la que luego de anotar mi atraso me dejo pasar a mi salón. Entré a la sala, la profesora encargada del curso yacía parada al frente dando las informaciones diarias previas a las clases, era una dama de avanzada edad, la verdad, nadie además de la directora sabia su edad, era muy baja y de carácter fuerte, por el horrible comportamiento de mis compañeros durante la clase que ella hacía, odiaba a casi todo el curso, exceptuando a mí y a mi mejor amiga, Amelia. Era una chica más alta que el promedio, cabello castaño y rizado, usaba lentes con marco morado y ese día vestía con una camisa violeta cuadrille y unos jeans negros, además de sus zapatillas también de lona, pero ella usaba una roja y la otra negra.
Me dirigí directamente a mi asiento, sin saludar a nadie, solo a la profesora y a Amelia quien se sentaba junto a mí. Después de saludarme amablemente, la profesora prosiguió a llamarle la atención a Harry, un chico muy alto, de tez blanca y cabello negro y despeinado, mi relación con él no era muy buena, debido a que a veces me molestaba para quedar bien con el resto y yo lo ignoraba, sinceramente lo odiaba, no era más que uno de esos típicos chicos populares a quien le gustaba llamar la atención molestando en clases.
-otra vez tarde, James -comentó con una sonrisa Amelia, a pesar de odiar tanto como yo al curso ella siempre mantenía una sonrisa y se llevaba relativamente bien con los demás-
-sí, otra vez me quedé dormido -respondí sacando un libro de mi mochila, la llamada de Cthulhu, de H.P Lovecraft-
Cuando la profesora dejó de amonestar a Harry, quien se sentaba delante de Amelia, inmediatamente él se dio vuelta hacia nosotros. Mantenía en su rostro una estúpida sonrisa, era costumbre para el recibir retos de los profesores, y era costumbre para nosotros tener que aguantarlos.
- ¿otra vez leyendo ese libro, enano? -preguntó Harry intentando mirarme a los ojos, cosa que yo no permitía al estar con la mirada plantada entre las páginas.
-si -respondí cortante y frio sin mirarlo.
Amelia soltó una leve carcajada, por alguna razón le hacía gracia la postura que yo tenía frente a Harry, siempre me dijo que nosotros dos hacíamos "linda pareja", idea que odiaba tanto o más que al mismo Harry.
Aquel día el cielo estaba completamente nublado, cubierto con esa nubosidad prolija que cubría todo el cielo y hacia que el ambiente fuera de tono gris y frio. Pasaron las horas, fue un lunes como absolutamente todos, aburrido, insípido y monótono.
Esa vez Amelia y yo almorzamos en la sala, por simple dicha y por no querer irnos a el comedor el cual se nos hacia un lugar muy incomodo, hacinado y ruidoso. Luego de comer, guardamos nuestras cosas, estábamos en recreo de reposo y sin tener mucho que hacer nos sentamos en el suelo frente a la mesa del profesor y nos pusimos a hablar esperando que la campana sonase e indicara el inicio del siguiente bloque.
-dicen que mañana llegará una nueva compañera -comentó Amelia levemente alegre por la noticia.
-si es así espero que no sea como todas estas... hipócritas -respondí bastante serio y tomando jugo desde una caja.
-espero que sea linda jaja -comentó Amelia comenzando a reír sutilmente ruborizada.
-¿estás loca sabes? -dije mirándola con extrañeza.
Y así hablamos al menos diez minutos más hasta que tocaron la campana y todos comenzaron a entrar. Me levanté del suelo y torpemente deje caer al piso mi libro, me agaché para recogerlo, se había caído debajo del mesón del profesor así que para sacarlo tuve que estirar mi brazo. Me volví a levantar, ahora con el libro en mano y al darme vuelta me tope con Harry. Mi frente chocó con el pecho de él debido a que era considerablemente más alto que yo. Me mantuve todo el tiempo cabizbajo, la verdad siquiera miré el rostro de con quien choqué, solo lo reconocí por su olor, usaba una extraña pero agradable colonia de aroma dulce, no sabría bien como describirla pero era algo parecido al chocolate.
-ten cuidado por donde pones tu existencia, bruto -le dije de forma molesta pasando por su lado e intentando evitarlo.
-¿por qué siempre tan aguado? Quería saber que estabas leyendo -pregunto con una pretenciosa sonrisa y tono sínicamente amable. No le respondí, el no sabía nada de libros, no pude entender porque quería saber que estaba leyendo.
Cuando di un paso para retirarme a mi asiento, Harry se abalanzó hacia mi quitándome el libro y luego corriendo hasta el final de la sala sin que yo hiciese algo.
-... ¿puedes entregarme el libro?... -pregunté calmado pero un tanto elevado de tono.
Ante mi petición Harry no hizo nada, esta era una de las cosas que él hacía para molestarme. Amelia se tomaba todo con bastante gracia, ella ya se encontraba en su puesto observando la situación, solo intervenía cuando notaba que yo ya no podía hacer nada y me hallaba en desventaja.
Harry leyó la portada del libro, ladeando la cabeza, era obvio que no entendía el titulo, después de todo el dios "Cthulhu" tiene imposible de pronunciar para la lengua humana. Justamente e interrumpiendo la vaga lectura del brabucón, el profesor de ingles entró al salón, el era un hombre alto y normalmente andaba de mal humor y como a casi todos los docentes de la institución le caía mal Harry, creía que no era más que un bueno para nada y que solo interrumpía el aprendizaje de él y llevaba por mal camino a su mejor amigo, Jack, un chico muy callado y algo frio de nuestra misma clase, no me caía del todo mal por el simple hecho de no tener mucho contacto con él.
-devuelve el libro, Harry -ordenó el profesor con voz firme y dirigiéndose al frente del salón.
El alto chico devolvió mi libro con una tonta sonrisa, luego despeinó mi cabello sutilmente con la misma mano que me entregó el libro, para posteriormente dirigirse a su asiento.
Ante la acción de Harry me quedé un rato donde estaba, estuve paralizado, e incluso un poco sonrojado. Amelia me miraba desde su asiento con una picara sonrisa, de esas que hace cuando algo que le gusta o agrada ocurre frente a sus ojos. Me refregué los ojos y volví a mi puesto al lado de Amelia aun con un leve rubor en las mejillas.
Amelia iba a decirme algo pero antes de que pudiese articular una palabra el profesor comenzó con la clase, interrumpiéndola. En ese momento me di vuelta para mirar al frente y hacer como que prestaba atención a la clase, pero la verdad me dedique a mirar por la ventana, podía ver el cielo y algunos árboles del patio y pensaba en aquella acción de Harry, que quedó dando vueltas en mi cabeza durante esas dos horas. Lo que me pareció más extraño, fue que en ese momento, mientras observaba las prolijas nubes grises que tapaban el cielo, me pareció apreciar por un segundo, solo por un segundo, un leve rayo de sol que se asomó por entre la nubosidad que ese día amparaba el cielo de la ciudad.

Dias Nublados, Noches Estrelladas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora